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El don de la presencia

Compartimos sentires de la Clínica de Artes Visuales llevada a cabo en diciembre pasado. El arte como herramienta que nos abre al Misterio y su relación con otras disciplinas, siguiendo el pensamiento de Br. David Steindl-Rast.



Bajo la coordinación de Diego Arrascaeta, el pasado 15 de diciembre se llevó a cabo en Cabana, Córdoba (Argentina) una Clínica de Artes Visuales. Siguiendo el pensamiento de Br. David Steindl-Rast, profundizamos en el arte como puerta de entrada al Misterio, y lo relacionamos con otras disciplinas, convencidos de que “en la trama de la diversidad radica la apuesta crucial del conocimiento humano”. A continuación compartimos las impresiones que dejó esta experiencia inolvidable, en palabras de su coordinador.

Aunque tal vez nunca sepamos bien para qué sirve este extraño oficio de seguir produciendo imágenes autónomas e indescifrables, seguimos creyendo en él. Pero, ¿acaso toda práctica humana debe evaluarse en la categoría binaria de utilidad o inutilidad? Quizá no encaje aquí ese género de concepciones, o acaso ¿podemos afirmar que nos es útil un atardecer o podemos pensar al amor, la soledad o a dios en estos términos? Definitivamente no.

Y vibramos junto a Br. David cuando nos dice que “si estamos realmente vivos, entonces estamos despiertos al misterio. Creer significa confiar en la vida. (…) Intelectualmente, el misterio es algo que no podemos expresar en conceptos, y sin embargo podemos comprenderlo”, como así también vibramos recordando al gran poeta japonés que escribió en el siglo XVIII, Basho, cuando relataba ya en ese tiempo sin remordimiento de contradicción alguna: “he estado explicando Zen toda mi vida, y sin embargo, nunca he podido comprenderlo”.

En un mundo donde los sistemas, los dogmas, los poderes dominantes, y tantos sortilegios que históricamente buscaron enajenar al ser, el arte viene a despertar, a abrirnos a ese misterio liberador.

En esta paradoja de reversos que confluyen en un destino común, sentimos dialogar con ellos pensando entonces al arte como prolongación del mismo misterio, que se vive y que nos hace vivir, sin tanta dudosa justificación. Y aunque asumamos que tampoco admita conceptos cerrados, hay aproximaciones conmovedoras como la de Rainer María Rilke: “el arte es aquello que nos ayuda a ser menos esclavos”. En un mundo donde los sistemas, los dogmas, los poderes dominantes, y tantos sortilegios que históricamente buscaron enajenar al ser, el arte viene a despertar, a abrirnos a ese misterio liberador.

Una “Clínica de artes visuales”, para quienes no conocen la práctica, se trata de un encuentro de productores de esta disciplina donde un coordinador -en este caso quien suscribe- propone la posibilidad de intentar desentrañar sus trabajos, o al menos poner en juego un ejercicio analítico que busca estimular la producción, el autoconocimiento del creador para fortalecer su discurso único e intransferible.

En esta oportunidad tomamos de modelo el cruce interdisciplinar que viene promoviendo la Fundación Vivir Agradecidos y junto a ellos nos abrimos a un campo experimental, diferente al formato de este género de clínicas, convocando profesionales de distintas disciplinas, porque creemos fervientemente que en la trama de la diversidad radica la apuesta crucial del conocimiento humano.

Por ello mismo invitamos a Melina Mara Musri (Bióloga molecular y epigenetista), a Soledad Vargas (Poeta y psiquiatra), a Diana Montoya (Psicoanalista), a Natalia Arrascaeta (Directora, coreógrafa de danza contemporánea e instructora de yoga) y a Karem Sayyad (Artista visual, escultor), para que aporten su percepción particular del mundo pero siempre direccionada hacia su imaginario sobre las artes visuales, creando así concepciones y sentires renovados para todos nosotros.

La jornada se llevó a cabo en arte U box, un espacio enclavado monte adentro en las sierras chicas de Córdoba, en una pequeña localidad llamada Cabana. Rodeados de naturaleza y silencio, o mejor dicho de vida con sus sonidos pacíficos y tan originarios que se parecen mas al silencio, nos encontramos ese sábado de luz diáfana a las 10:00hs de la mañana y compartimos juntos hasta pasadas las 20:00hs, donde pareció una eternidad vivida en complicidad colectiva y al mismo tiempo al finalizar sentimos que recién empezaba algo, que quedaba aún todo por hacer. O tan solo fue el milagro de habitar el presente, ese fuera de tiempo, en un sano olvido por lo pasado o lo que será.

Casi cuarenta artistas de diferentes localidades de Córdoba llegaron con sus obras y sus almas expectantes a cuestas. Diversos recorridos, edades, formaciones, estéticas, pero con una misma necesidad: encontrarse y abrirse al otro.

El día arrancó al aire libre con Natalia, con su “Moverse desde adentro” guiándonos mediante unos ejercicios corporales a ciertos lugares de introspección, conciencia del ser interior y pertenencia a un todo universal. Esos movimientos ayudaron a ir desnudando la coraza que traíamos desde afuera, desde nuestra (esa siempre otra) realidad, y paulatinamente fuimos tendiendo puentes de entrega entre todos. Además, cuando el ejercicio ininterrumpido de análisis hacía que estemos demasiado en la cabeza, nos brindó la posibilidad de poder conectar nuevamente con “el pensamiento que siente o el sentimiento que piensa” como quería Unamuno.

Luego entramos a la acogedora sala de arte U box, creamos un círculo donde cada artista pasó a mostrar las obras de su autoría que había llevado para compartir. La dinámica era que ellos contaran lo que quisieran respecto del trabajo y como coordinador yo hacía una primera devolución -siempre susceptible de desaciertos, claro- y allí mismo se abría el juego a la percepción de todos, allí se inauguraba la verdadera riqueza donde cada uno desde su visión construía sentido alimentado por el otro, y así sucesivamente.

Lo maravilloso radicaba, no ya en ninguna de esas visiones en particular, sino en ese todo indivisible que formaba un otro que éramos entre todos; esa potencia, esa entidad nueva que nos enseñaba espontánea y entrañablemente algo que nos habitaba desde antes, pero que aún no lo sabíamos. Y tras un determinado número de artistas que nos mostraban sus obras, se hacía un receso para escuchar a los invitados, y aunque es una verdadera imposibilidad dar cuenta de algo que tuvo sentido y vida propia en su cuerpo narrativo oral, aquí hacemos un pequeñísimo resumen de estas preciosas ponencias.

Melina nos habló de la “Epigenética de la pregunta”, tomando el interrogante del artista como motor esencial de sus búsquedas y asociándolas a su área de investigación científica, donde se estudia el entorno como materia de influencia para modificar la expresión de los genes. En este caso entonces se hilaron ideas sobre la memoria del ambiente al que estuvieron expuestas las preguntas del creador, ya sea científico o artista.

Diana, con “Lo propio (la invención) como operación sobre sí mismo”, tomó a Foucault cuando llama espiritualidad a “la búsqueda, la práctica, la experiencia, a través de las cuales un sujeto opera sobre sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad” y con ello diseñó un bello paralelismo a la creación artística que también es búsqueda de sí en el creador pero que al mismo tiempo le traslada esa posibilidad de (re) crearse al espectador.

Soledad, en su puesta titulada “El cliché no está en el aire” nos despliega un profundo recorrido por estos trances del ser, en sus palabras: “los que escriben con lo que hay, los que viven con lo que hay, los que existen con lo que escriben, los que viven con lo que existen, los que existen con lo que pintan, los que pintan con lo que sienten, los que sienten con lo que pintan. El ejercicio de dejarse tocar, el ejercicio de sensibilidad, de desensibilidad, el ejercicio de espiritualidad…”

Karem nos habló del “Vacío como posibilidad”, relatándonos su experiencia de trabajar con el espacio. Nos contó como finalmente la técnica sustractiva de la escultura era quitar materia o más bien agregar vacío; era quitar elementos o más bien agregar silencio. Por lo tanto invirtió la mirada clásica de creación, de construcción aditiva, generando una enriquecedora visión sobre este hacer.

Y en sus entrañas, el encuentro estuvo atravesado por la fuerza vital de Br. David, proponiendo ciertas ideas o haciendo paralelismos de espiritualidad y creación, entre poesía y fe; pero quizá donde le hicimos una reverencia con mas justicia, fue en la gran celebración de existir y compartir esas existencias durante la jornada, ofrendando toda la riqueza de la que éramos posibles: la hermandad humana sin condiciones.

Aunque el mundo institucional y las malversaciones simbólicas lo utilicen como otro medio de poder, nosotros pudimos penetrar en el incorruptible corazón del arte y su generosa gratuidad, que está allí donando su imagen para quien la necesite.

Finalmente, y con una naturalidad inusitada, fuimos cómplices de su pensamiento mas luminoso, fuimos actores espontáneos de sus palabras esenciales: “si hay un elemento en meditación que es decisivo, es la entrega, es el permitir que la realidad actúe en nosotros”, y allí parecíamos permanecer en un estado de meditación permanente, y mediante esa entrega se mostraban los trabajos de los artistas, y con la misma entrega los recibíamos, sin juzgar, dejando que esa manifestación de lo real, habite en nosotros, actúe y comprendamos con el ser, a costa de no comprender.

Casi sin querer renovamos una fe en el misterio del arte, reivindicamos su religiosidad, y redescubrimos su ética trascendental. Aunque el mundo institucional y las malversaciones simbólicas lo utilicen como otro medio de poder, nosotros pudimos penetrar en su incorruptible corazón y generosa gratuidad que está allí donando su imagen para quien la necesite, inaugurando el mágico círculo infinito de gratitud que nos hace ver Br. David en estas palabras suyas, “¿acaso no es la gratitud un paso de la desconfianza a la confianza, del orgulloso aislamiento al humilde intercambio, del estar esclavizados a una falsa independencia a la aceptación de una dependencia mutua que nos libera?”

En un pasaje conmovedor de su poesía, Roberto Juarroz nos ilumina: “El oficio de la palabra, / más allá de la pequeña miseria / y la pequeña ternura de designar esto o / aquello, / es un acto de amor: crear presencia”. Esa presencia es compañía fundamental, es gratuidad ejercida sin tiempo, sin límites.

Y mientras tanto el artista, tan preocupado por su ineficacia contemporánea para mejorar el mundo… sería lindo que conozca las palabras de Br. David, cuando le preguntaron qué se le puede decir a quien sufre para mitigar su dolor, a lo que tan humanamente responde que no hay nada que pueda decirse, sino tan solo acompañar en silencio, pero demostrando que uno “sí puede ser confiable”.

Si unimos estas dos insuperablemente amorosas ideas, podemos decir que entonces el arte también puede ser presencia, y si además puede ser presencia confiable, sería algo así como una compañía que no traiciona, que sostiene, que es infinitamente incondicional: entonces quizá sí acompañe y cure a alguien en su mundo, vale decir entonces, al mundo.

Diego Arrascaeta

A continuación compartimos imágenes del evento, así como algunas de las obras presentadas y analizadas. Haz click en cualquier imagen para verla en tamaño grande. Luego puedes avanzar o retroceder con las flechas.



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