Despertar nuestra conciencia espiritual es reconocer la sacralidad de todo lo creado; es reconocernos hermanos e hijos de la misma tierra.
Debemos pensar desde lo global y actuar desde lo local. Todo ser humano por ser humano es un ser espiritual, y la espiritualidad es lo que nos permite celebrar la unidad en la diversidad. Desde la espiritualidad tenemos la oportunidad de que lo humano pegue un salto cuántico donde las religiones ya no sean barreras sino oportunidades para celebrar nuestras diferencias y, de maneras diferentes, decir exactamente lo mismo.
La espiritualidad, a diferencia de la religión y la religiosidad, nos vuelve a la raíz de lo más natural que tiene lo humano. Por eso nuestro homenaje a los pueblos originarios, que sin tanta formalidad y sin abuso de autoridad y de poder institucional, obraron siempre por respeto de integrarse a lo natural en una sola unidad.
Todos nosotros somos llamados a restaurar la unidad, y eso es lo que debemos conservar. La naturaleza es de por sí la obra de arte del Creador. El trabajo que tenemos por delante requiere de la ciencia pero se resuelve en la conciencia, porque necesitamos a la ciencia pero nuestro problema no es técnico ni es tecnológico. Nuestro desafío es ético, es una posición de valor.
Estamos en la oportunidad de transformarnos, de crecer, de evolucionar. Ya no de tener razón sino de razonar. Renunciando a todo fundamentalismo, volver a nuestros fundamentos.
Estamos en la oportunidad de transformarnos, de crecer, de evolucionar. Ya no de tener razón sino de razonar. Renunciando a todo fundamentalismo, volver a nuestros fundamentos.
Este cambio de época, este tiempo, en el que así como estamos bajo el riesgo de la amenaza, estamos en la oportunidad de transformarnos, de crecer, de evolucionar. Ya no de tener razón sino de razonar. Ya no de tener conocimiento sino de tener iluminación. Ya no de imponernos unos a otros con la fuerza de la prepotencia ni de la violencia, sino renunciando a todo fundamentalismo, volver a nuestros fundamentos. Tenemos que volver a nuestros maestros. La primera de ellas es la Madre Tierra, Di-s, el misterio, lo inefable. Solamente con sabiduría podríamos cuidar la Casa común y entender que nosotros y la Tierra somos uno. Somos todos uno, hermanos de una gran familia.
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