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Gente polinizando gente

Virginia Gawel

Más allá de las necesidades básicas comunes a todo ser humano, podemos sentir otro tipo de necesidades: las que reclama el espíritu. Entre ellas está la necesidad de dejar huella: sembrar el bien a nuestro alrededor.


Hay gente que mataría o moriría por tener un poquito de fama. Y hay otro tipo gente: la inseminadora (mujeres y hombres). Sobre los que buscan tener importancia personal ya se habla demasiado. Hablemos de los inseminadores. Quizás seas uno de ellos (¡casi seguro!) Y empecemos por aquí: todos los humanos tenemos en común un conjunto de necesidades: de cobijo, de alimento, de agua, y también de afecto, de pertenencia, de reconocimiento básico… Pero algunas personas tienen, además, necesidades de otro orden. Se llaman “metanecesidades”, y son las que se corresponden con un plano más profundo: las que reclama el espíritu. Dentro de ellas hay una a la que responden los inseminadores: dejar una huella. ¿De qué se trata? Veamos…

En el “dejar una huella” hay una conciencia esencial de que la evolución y el bienestar de la Humanidad se hacen con la voluntad de cada individuo.

“Inseminar” es una palabra hermosa: significa “esparcir semillas”. La gente inseminadora anda polinizando a otra gente porque, lo sepa o no, está vibrando en conjunto con muchísimas otras personas que, en todo el mundo, harán alguna tarea para que otros reciban claridad, alegría, conocimiento, afecto, belleza… Como decía Ralph W. Emerson, están resueltos a dejar este mundo aunque sea un poquito mejor que como lo encontraron. Eso es “dejar una huella”. En su ámbito de trabajo, en su familia, en su barrio, en su país, en el mundo… En el “dejar una huella” hay una conciencia esencial de que no estamos solos, de que la evolución y el bienestar de la Humanidad se hacen de uno en uno, con la voluntad de cada individuo.

Atahualpa Yupanqui

A veces la intención de dejar una huella acarrea la admiración de los demás. Pero otras la tarea es silenciosa, anónima. En ocasiones el inseminador no alcanzará a ver el fruto de su intento. Otras, recibirá incomprensión, burla, rechazo. Si así te sucede… ¡cuidado! Que eso no te introvierta, porque lo que no se da, se pudre. Si el intento viene del espíritu, lo que el inseminador experimenta es un sentido de responsabilidad: porque “responsabilidad” significa “responder” (en este caso, responder al destino del espíritu, pujando colectivamente hacia lo luminoso) .Y si por allí se cuela el deseo de fama… ser gentiles con él: es el animalito interno que, desde el Ego, busca ser admirado por su manada. Pero sepamos que no es lo importante: lo importante es… dejar una huella. El poeta y cantor Atahualpa Yupanqui lo dijo así, refiriéndose al canto. Pero quizás haciendo cualquier otra tarea desde el espíritu, sin saberlo, estemos cantando, procurando que, modestamente, nuestra vida sea una pequeña o gran obra de arte…

El destino del canto
Nada resulta superior al destino del canto.
Ninguna fuerza abatirá tus sueños,
porque ellos se nutren con su propia luz,
se alimentan de su propia pasión,
renacen cada día para Ser.
Sí, la tierra señala a sus elegidos.
El alma de la tierra, como una sombra,
sigue a los seres indicados
para traducirla en la esperanza,
en la pena, en la soledad.
Si tú eres el elegido,
si has sentido el reclamo de la tierra,
si comprendes su sombra,
te espera una tremenda responsabilidad.
Puede perseguirte la adversidad,
aquejarte el mal físico,
empobrecerte el miedo,
desconocerte el mundo,
pueden burlarse y negarte los otros…
pero es inútil:
nada apagará la lumbre de tu antorcha,
porque no es solo tuya:
es de la tierra, que te ha señalado.
Y te ha señalado para tu sacrificio,
no para tu vanidad.
La luz que alumbra el corazón del artista
es una lámpara milagrosa que el pueblo usa
para encontrar la belleza en el camino,
la soledad, el miedo, el amor y la muerte.
Si tú no crees en tu pueblo,
si no amas, ni esperas, ni sufres con tu pueblo,
no alcanzarás a traducirlo nunca.
Escribirás, acaso, tu drama de hombre huraño,
solo sin soledad.
Cantarás tu extravío lejos de la grey,
pero tu grito será un grito solamente tuyo,
que nadie podrá ya entender.
Sí, la tierra señala a sus elegidos.
Y al llegar el final, tendrán su premio:
nadie los nombrará, serán “lo anónimo”,
pero ninguna tumba guardará su canto.

Virginia Gawel

Publicado en la revista Sophia Online en septiembre de 2011.


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