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Hermano David: una semblanza

Hoy 12 de julio Br. David cumple 94 años. Compartimos una interesante semblanza con los hitos más importantes de su vida y las principales características de su pensamiento.


Primera parte: Creciendo en Austria

El hermano David nació como Franz Kuno el 12 de julio de 1926 en Viena, Austria. Rasgos del desarrollo de su destino, con su generosa respuesta al llamado de una “conciencia evolutiva”, pueden verse en las cualidades del corazón y el coraje que heredó de sus abuelos, particularmente de su abuela. Igualmente notable fue su madre, afectuosamente conocida por Franz y sus hermanos como la “madre leona”, una torre de fortaleza para todos en medio de los trágicos y caóticos días durante y después de la guerra. Ya el hecho de que ella pusiera algo para comer sobre la mesa era magia pura.

Habiendo conocido tan bien a esas mujeres fuertes y llenas de energía, no es ningún misterio que el hermano David nos haga saber que “cuando hablo de las mujeres reclamando su poder, pongo énfasis en que ese es su poder, ya que estoy convencido de que el verdadero concepto del poder de la mujer es distinto del poder del hombre. El poder de la mujer es el poder de dar alas a una nueva vida y desarrollarla”. Y continúa diciendo: “Si más personas entendieran cómo se diferencia este poder de dar vida del poder sobre otros, el mundo sería un lugar más pacífico, más cuerdo y saludable”.

Franz debió pasar toda su adolescencia bajo el dominio nazi; tenía doce años cuando Hitler marchó sobre Austria y diecinueve cuando finalizó la ocupación. Cuando en 1991 Michael Toms le preguntó, en una entrevista para la radio New Dimensions, si la experiencia de pasar sus años de adolescencia en un país ocupado tenía algo que ver con su inclinación hacia una vida contemplativa o espiritual, el hermano David respondió: “Sí”. Y se explaya:

“Porque Hitler realmente perseguía a la iglesia… algunos de nuestros sacerdotes y pastores fueron tomados prisioneros y unos pocos incluso fueron ejecutados. Nosotros lo sabíamos… y sabíamos que corríamos cierto peligro al asistir a la iglesia… Por ser adolescentes, ese peligro era exactamente lo que queríamos… y eso nos llevaba más y más profundamente a un compromiso con nuestra fe y con la iglesia también. A pesar de todos los problemas que encuentro en la iglesia en la actualidad, reconozco que en esa época de los años cuarenta, era en la iglesia donde estaba la verdadera vida.

La iglesia era en lo único en que se podía confiar. Recuerdo, por ejemplo, durante los bombardeos en Viena, cuando todo era devastación… incluso nuestra casa: las habitaciones donde vivíamos tenían las ventanas cerradas con tablas porque ya no había más gas, y las paredes tenían grandes grietas por donde se podía pasar un dedo, y así todo lo demás. Ya no había trenes ni tranvías, y al final no había agua ni electricidad… En lo único que se podía confiar era en el que el sacerdote viniera todos los días exactamente a la misma hora a traernos la comunión a través de las casas en ruinas. Eso era importante, y continúa siendo importante para mí… Con todos los problemas que tengo hoy con la iglesia como institución, esa era la institución en su mejor expresión”.

Afortunadamente, cuando Franz fue eventualmente reclutado por el ejército, nunca fue enviado al frente de batalla. “Cómo ocurrió eso, no lo sé. Simplemente tenía un gran ángel guardián, y después de un par de, bueno, varios meses, (estuve allí desde mayo del ‘44 hasta febrero del ‘45) simplemente me fui, y mi madre me escondió en casa junto a otros dos hombres, uno de ellos un soldado. Fue muy valiente de parte de mi madre. Estuvimos ocultos allí desde febrero hasta abril”. Hoy él habla de su etapa en el ejército “casi como una experiencia monástica: horas de ejercicio de marcha eran muchas horas para rezar la oración de Jesús, y yo me sentía agradecido por ese tiempo de serena oración”.

Seguramente estas prácticas fueron hitos en el mapa invisible de su vida, que señalaban lo que le esperaba por delante, aunque todavía en gran medida imperceptible. Quizás, también la disciplina que encontró en el ejército habría de contribuir a su posterior convicción de que es nuestro deber como cristianos cuestionar a la autoridad. Ciertamente, la lección que le dejó la guerra de preguntar constantemente “quién dijo eso y por qué” permanecería en él a través de toda su vida. Y recuerda:

“Nuestra compañía era el regimiento 86, una unidad de ‘pioneros’, el cuerpo de ingenieros. Recuerdo el número porque una de las humillaciones que debíamos sufrir cuando cometíamos algún error consistía en lo siguiente: teníamos que treparnos a nuestro ropero, agacharnos en el pequeño espacio entre la parte superior del ropero y el techo, y gritar ochenta y seis veces: ‘¡Soy un enano pequeño y feo!’” Quizás también vemos indicios de su posterior enfoque en la gratitud y en la sorpresa en esta observación: “En general, sin embargo, mi época en el ejército estuvo llena de gratitud por el hecho de no morir; un regalo que se renovaba cada día al ver que no era enviado a los campos de exterminio”.

Después de que la guerra terminó oficialmente, pero antes de que todo volviera a la normalidad en Viena, Franz se encontró trabajando con refugiados a unos 50 km al norte de la ciudad, en la frontera checa. En una de sus visitas a su tío Hans (quien siempre le daba, además de algo para comer, noticias del mundo), se enteró de que el cardenal Innitzer, arzobispo de Viena, hacía un llamado a los jóvenes para ayudar como voluntarios a los miles de refugiados que llegaban a Austria en el área de Laa y sus alrededores. Se decía que la miseria era desgarradora. En sus memorias de esa época el hermano David observa lo siguiente:

“…él lograba consolar y aliviar a toda esa gente desilusionada y sin esperanzas. De repente todos estábamos alimentados y satisfechos, y él, tímidamente, de alguna forma nos hacía creer en el futuro”.

“Que solo el amor activo puede poner orden dentro del caos, no era ninguna idea descabellada bajo esas circunstancias. Para nosotros no era una simple teoría. Suspender nuestras clases de griego y responder al llamado del cardenal, tenía sentido. No existía una estructura organizada para ese riesgo que corríamos. Teníamos que… resolverlo a medida que avanzábamos… Decidimos dividirnos en grupos de dos o tres, al principio solo los hombres, y caminar hacia el norte para ver con qué nos íbamos a encontrar… y cómo podríamos ayudar. Al recordarlo, todavía me sorprende lo desorganizado y poco estructurado que fue aquel emprendimiento. Pero en ese momento simplemente lo llevamos adelante”.

En una publicación hallada posteriormente, Annemarie Heidinger, una joven refugiada que venía huyendo de la ex Checoslovaquia, escribe: “5 de junio de 1945: Los ancianos se quedaban al borde del camino, la mayoría a punto de colapsar, pues no tenían fuerzas para seguir viviendo. No había nadie cerca para ocuparse de ellos. Simplemente morían, y quedaban tirados ahí. ¿Nadie los enterraba? ¿O por lo menos los cubría con tierra? ¿Cuántos esqueletos encontrarían más tarde los granjeros en sus campos? Un brazo aquí, un zapato allá, un cráneo destrozado más allá… Dependíamos de mendigar. En una de esas expediciones tuve la suerte de conseguir unos trozos de pan y un poco de leche para mi madre…

Pueden imaginarlo… tanques destrozados a lo largo del camino… casas bombardeadas, caballos muertos en descomposición, y tumbas cubiertas solo con tierra. Una mano amable a veces dejaba una flor en alguna tumba… Una y otra vez, cuando ya no tenía valor para seguir, alguien me tomaba de la mano. Es extraño cómo entonces recobraba la fuerza y el coraje. Esta vez fue un joven estudiante, Franz Kuno von Steindl-Rast. En el sistema de la juventud católica, él estaba a cargo del campo de refugiados en Wolkersdorf. No sé cuántos cientos de personas había allí; sin embargo, él lograba consolar y aliviar a toda esa gente desilusionada y sin esperanzas. A veces pienso en el maravilloso milagro de la multiplicación de los panes, porque de repente todos estábamos alimentados y satisfechos, y él, tímidamente, de alguna forma nos hacía creer en el futuro.

El número de personas en el campo de concentración fue disminuyendo lentamente… Se hizo más fácil cuidar a los que quedaban. Y entonces nuestro Franz Kuno hizo sus milagros. Naturalmente yo me sentía extremadamente feliz de encontrar a una persona con la que podía hablar de música, quien entendía cómo hablar acerca de los más hermosos tópicos espirituales, y quien cuidadosamente, gentilmente, me ayudó y me guió para creer otra vez en la vida, en la verdadera vida”.

Segunda parte: Respondiendo al llamado

El monasterio de Mount Saviour

En 1953 el hermano David, luego de recibir su doctorado en psicología con especialización en antropología en la universidad de Viena, y habiendo viajado con su familia a los Estados Unidos, “de repente” se unió a la comunidad benedictina del monasterio de Mount Saviour en Elmira, Nueva York, del cual hoy es miembro emérito. Mientras que este repentino giro en el mapa de su vida puede haber sorprendido a algunos, el hermano David explicaría más adelante que él siempre había sentido que la decisión de unirse a su familia en Nueva York fue en parte para escapar de la vocación monástica. En Austria, aunque el dilema había sido qué llegaría primero, “la chica correcta o el monasterio correcto” (y había allí una gran cantidad de chicas) él sentía que los monasterios de entonces, con sus capas de tradiciones incrustadas, habían sofocado la enseñanza original de San Benito.

El llamado a la vida monástica claramente había permanecido vivo. Cuando en Nueva York le sugirieron que quizás pudiera estar interesado en un monasterio en Elmira recientemente fundado y que adhería fielmente a la regla original, Franz inmediatamente tomó un bus para comprobarlo por sí mismo. Recuerda que, mientras andaba por la ciudad de Elmira en busca de un gran edificio monástico, la gente lo miraba confundida, hasta que alguien finalmente exclamó: “¿Usted se refiere a los monjes?” Seguramente no los había encontrado porque vivían en una granja. Esa tarde, mientras trabajaba en la tierra con uno de los hermanos, Franz, convencido de que la comunidad estaba realmente comprometida con la visión original de San Benito, tomó su decisión. Inmediatamente regresó a su hogar, donde su madre, al ver el rostro radiante de Franz rompió en llanto, sabiendo que eso significaba que su hijo pronto la dejaría. En efecto, Franz se unió a la orden poco después, continuando sus estudios como hermano David.

Con el físico Fritjof Capra

En esa repentina decisión podemos reconocer el espíritu receptivo de Franz cada vez que era desafiado a una nueva aventura. Y ese compromiso solo pudo haber sido reforzado cuando escuchó que el padre Damasus Winsen, fundador del monasterio de Mount Saviour, había expresado que “históricamente, el sacerdocio católico es una prolongación anacrónica del sacerdocio del antiguo testamento, que la iglesia primitiva entendió que había culminado con Cristo”, y que su visión acerca de los monjes era que ellos eran los “sucesores del linaje profético”. Por cierto, antes de que Franz ingresara al monasterio, le dedicó un libro a su hermano Max, diciendo: “De tu hermano anticlerical quien va a ser monje”. Aún hoy el hermano David señala que muchos monjes han considerado a los sacerdotes como “los miembros de la organización” y a ellos mismos como “la leal oposición”. En definitiva, la mente inquisitiva del hermano David no descansa nunca. Consideremos su respuesta a una reciente pregunta sobre su lectura espiritual: “Los libros sobre ciencia están a la cabeza de mi lista, y creo que la ciencia es una forma contemporánea de la búsqueda de Dios”. ¡Nada de falsa dicotomía entre ciencia y religión para el hermano David!

Quizás en adición a esa curiosidad y apertura a la sorpresa, la sensibilidad del hermano David surgió de su atención, de su habilidad para experimentar la vida en su plenitud. Cada experiencia fertilizaba las semillas de su incipiente gratitud por el maravilloso darse de todo lo que existe. Para el hermano David, “existencia” ha implicado siempre transformación, y una de sus características más sobresalientes ha sido siempre su infantil deleite por sorpresas inesperadas.

A fines de 2008, al volver de un retiro en el desierto de Sahara, su sorpresivo comentario a la edad de ochenta y dos años fue: “Una cosa que nunca creí que haría en mi vida era montar en camello, ¡y ahora pude montar en varios!”

Tercera parte: Expansión monástica

Continuando con sus estudios, el hermano David aceptó una beca para un postdoctorado entre 1958 y 1959 en la universidad de Cornell, donde además llegó a ser el primer católico en ocupar la cátedra Thorpe, después de J.D.R. Robinson y Paul Tillich. En los años ‘60, después de doce años de formación monástica y estudios de filosofía y teología, el hermano David, a instancias de su prior, comenzó a salir de su celda para dar charlas sobre la vida monástica en distintas universidades y otros lugares. También fue alentado a ampliar sus horizontes explorando el emergente diálogo budista-cristiano. Eran días muy activos.

En un retiro con Thich Nhat Hanh

Durante los años ‘60 conoció a Thich Nhat Hanh y a Thomas Merton, en la época en que tanto el budista vietnamita como el monje trapense católico escribían apasionadamente y trabajaban activamente por la paz. En 1995, cuando Thich Nhat Hanh le pidió que escribiera el prólogo de su libro Buda Viviente, Cristo Viviente, el hermano David escribió sobre su sensación de privilegio al encontrarse con Thich Nhat Hanh, conocido por sus amigos y alumnos como Thay (maestro) y cómo reconocía en él a un hermano en el Espíritu.

Menos dramática y menos intelectual quizás, pero físicamente tan demandante por cierto, fue su participación en numerosos retiros Zen. El hermano David contribuyó a establecer el centro Zen Mountain en Tassajara Springs, en los cerros de California. Luego de haber sido un centro turístico de aguas termales durante más de cien años, el lugar fue comprado por el centro San Francisco Zen en 1966. En el epílogo de la colección de ensayos de 2001 titulada El Dharma de San Benito: Reflexiones budistas en torno a la Regla de San Benito, el hermano David relata un “sorprendente pequeño episodio” en Tassajara que ilustra con qué celeridad se pueden construir puentes entre oriente y occidente:

Hermano David, el lavacopas

“Durante uno de los primeros períodos de práctica en Tassajara, en el desierto de Los Padres, yo fui lavacopas. Era una época en que todavía estábamos resolviendo los detalles prácticos de cómo Vivir Agradecidosistrar el centro Zen Mountain. Los platos para veintenas de estudiantes se tenían que lavar afuera con el agua de las termas y guardados en repisas provisorias. Cuando se me pidió dejar instrucciones escritas para mi sucesor en esa tarea, lo hice y agregué: ‘San Benito, contemporáneo de Bodhidharma y patriarca de los monjes de occidente, escribe en la Regla que nosotros seguimos, que las ollas y cacerolas del monasterio deberían ser tratadas con la misma reverencia que los vasos sagrados del altar’. Unos meses más tarde, mientras visitaba un ashram hindú en el estado de Nueva York, me preguntaron, ‘¿Es usted hermano David el lavacopas? Tenemos su cita de la Regla de San Benito escrita arriba de la pileta de la cocina’. En tan poco tiempo, una frase que habla del terreno sagrado que compartimos, había viajado a través del continente y de budistas a hindúes”.

Cuarta parte: La obra de Vivir Agradecidos

El hermano David ha escrito extensamente sobre tópicos universales, explorando temas espirituales que han surgido como preocupaciones primordiales en la inquieta sociedad de nuestros días. Para él, los aspectos esenciales de la gratitud han sido siempre la pertenencia, la contemplación y el deleite. En sus escritos expone sobre el tema más importante para él, la gratitud con todas sus implicancias, como una necesidad urgente de una ética global. Acentúa la universalidad de la pertenencia como una profunda necesidad humana. Habla de pertenecer al universo, a nuestra “casa de la Tierra” (una frase favorita originalmente acuñada por el reconocido poeta ambientalista Gary Snyder), con todas sus criaturas susurrantes y zumbadoras, y hasta el último de nuestros congéneres, sin excepción. Cuando en una entrevista en 1992 le preguntaron “¿Qué considera usted que se necesita espiritualmente en los Estados Unidos?” él respondió:

“Nada produce un gozo mayor que cuando nuestro corazón crece más y más, y nuestro sentido de pertenencia se hace más y más profundo”.

“Lo que hoy más urgentemente se necesita en la espiritualidad norteamericana es un despertar a la ecología. Ese sería el gesto religioso más apropiado para nuestros días. Ello requiere de todas las virtudes que la religión implica: fe, esperanza, amor y sacrificio, y es algo urgente. A menos que este despertar espiritual tenga lugar, estamos perdidos. El núcleo de toda religión es la tradición mística, y el misticismo es la experiencia ilimitada de la pertenencia. Esto significa la ilimitada pertenencia a Dios, si queremos usar ese término, pero también pertenencia a todos los seres humanos, a todos los animales, a todas las plantas; tal es la esencia de la tradición mística. Y siendo que la tradición mística está en el núcleo de la religión, ese sentido de pertenencia universal es a la vez ecológico y religioso”.

Por cierto, al hablar de esta pertenencia mutua aún en condiciones desfavorables, condiciones en las cuales, de acuerdo al hermano David, deberíamos “llegar hasta las últimas consecuencias, incluso al amor a nuestros enemigos”, cita a la escritora Elissa Melamed: “Si estás con tu peor enemigo en el mismo bote, ¿acaso harías un agujero en el bote para que él se hunda?”

Con la Madre Teresa en las Naciones Unidas

Ecos de deleite pueden sentirse también en su comprensión de la espiritualidad como plenitud de vida, con la gratitud como la medida de dicha plenitud, un tema que abarca todos sus discursos ya sea cuando se dirige a un pequeño grupo o a grandes audiencias en giras de conferencias a través de los cinco continentes. El hermano David se brinda a todos, ya sea que su audiencia consista de estudiantes de bajos recursos en el Zaire o profesores de las universidades de Harvard o Columbia; monjes budistas o participantes de retiros Sufis; indios Papago o intelectuales alemanes; miembros de comunidades New Age o cadetes navales en Annapolis; misioneros en las islas de la Polinesia, Boinas Verdes, o participantes de conferencias internacionales sobre la paz. En octubre de 1975 se le solicitó que diera la bendición final en la celebración de cinco días que marcó el 35° aniversario de la creación de las Naciones Unidas.

Hay una sutil diferencia en el uso que el hermano David le da a la palabra “gratitud” en lugar de “agradecimiento”. Apela a nuestra sensibilidad más que solamente a nuestra respuesta, algo que quizás se capta mejor al notar la diferencia entre “una” respuesta y responder con todos los actos de la vida. Y arroja más luz sobre esta distinción al poner énfasis en las cualidades de estar vivos, alertas y despiertos. Enfatiza el dinamismo del “sí” a la pertenencia, y habla de la importancia de preocuparnos por la vida misma en lugar de nuestra tendencia demasiado humana de aferrarnos a las estructuras que la vida crea. Como siempre, sus propias palabras son dinámicas:

Con Matthieu Ricard, encuentro Educando a Nuestro Futuro

“El gran peligro… la trampa en la que podríamos caer… (es) concebir al orden último como estático. Por el contrario, se trata de algo profundamente dinámico; la única imagen que podemos finalmente encontrar para este orden último es la danza de las esferas… Somos invitados a ponernos a tono con esa armonía a cuyo ritmo danza todo el universo… Ese orden es simplemente el amor que mueve todo el universo, según Dante, l’amore che muove il sole e l’altre stelle (el amor que mueve al sol y a las demás estrellas). Pero la realidad es que, mientras el resto del universo se mueve libre y graciosamente en cósmica armonía, nosotros los humanos no lo hacemos… El obstáculo que debemos vencer es el apego, incluso el apegarnos a nuestro propio esfuerzo. El ascetismo es la manera profesional de superar ese apego en todas sus formas. Dicha imagen de la danza cósmica debería ayudarnos a entenderlo. El desapego, que es meramente el aspecto negativo del ascetismo, libera nuestros movimientos y nos ayuda a volvernos más ágiles. El aspecto positivo del ascetismo es estar vivos, alertas y despiertos”.

En su generoso compartir con nosotros su propia experiencia, el hermano David nos ha señalado el camino a la plegaria, a la plenitud de vida, a vivir agradecidos. Al adentrarnos en los escritos del hermano David, ojalá que todos experimentemos la apertura del corazón que él nos invita a compartir. Ojalá que todos elijamos permitir que el mundo se nos entregue libremente, para empaparnos de él a través de nuestra percepción. En palabras del propio hermano David: “Nada produce un gozo mayor que cuando nuestro corazón crece más y más, y nuestro sentido de pertenencia se hace más y más profundo”.

Clare Hallward

Clare Hallward es la editora del libro Escritos Esenciales de David Steindl-Rast. Este artículo es una versión abreviada de la introducción del libro.


Reflexiones:

  1. REPLY
    María Angélica Marchesi dice:

    Felicidades hno David y que el buen Dios lo tenga en la palma de su mano
    Mí enorme gratitud por todo lo que ha enseñado.Tuve la gracia de conocerlo cuando estuvo en Argentina y guardo en mí corazón la emoción de escucharlo. Thank you for everything and God Bless you

  2. REPLY
    José Rodríguez dice:

    Felicidades al Hermano David.

  3. REPLY
    José Rodríguez dice:

    Felicidades al Hermano David. Dios lo bendiga por muchos años.

  4. REPLY
    Lucia dice:

    feliz cumpleaños hermano David!!!!!

  5. REPLY
    Andy Saporiti dice:

    Estimados, en este día tan importante quiero hacer llegar mi más profundo Agradecimiento al Brother David por la profundidad de su simpleza y desearle en su cumpleaños que nos siga mostrando el camino hacia el encuentro con la Vida.
    Y gracias a todo el equipo de vivir agradecidos por ser el medio para que esto sea posible.
    Gracias!
    Andy Saporiti

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