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Soltar amarras

David Steindl-Rast

Instintivamente tendemos, por temor, a aferrarnos a las cosas. La fe es la actitud que nos hace superar ese temor, abandonar seguridades, y así entregarnos confiadamente a la vida.



Hay una sola realidad en la raíz de todo lo que distorsiona o destruye nuestra vida, y es el miedo. Simplemente tenemos miedo de estar vivos. ¿Por qué tenemos miedo de vivir? Porque estar vivos significa entregarnos, y cuando realmente nos entregamos, nunca sabemos qué nos puede suceder.

Mientras mantengamos todo prolijamente controlado, con nuestros objetivos bien claros, todo estará bajo control: no habrá ningún peligro… pero tampoco habrá vida. Un mundo en el que pudiéramos mantener todo bajo control sería tan aburrido, que estaríamos muertos; nos moriríamos de aburrimiento. La religión trata de eso: del temor a entregarnos, y de aquello que nos hace superar ese miedo.

Mientras mantengamos todo prolijamente controlado, con nuestros objetivos bien claros, todo estará bajo control: no habrá ningún peligro… pero tampoco habrá vida.

Lo que nos permite sobreponernos al temor es la valentía. De todos modos, la valentía es una forma contemporánea de expresar lo que la religión tradicional en sus diferentes versiones llamaba fe. Solemos tener un concepto equivocado acerca de la fe: pensamos que la fe significa creer en algo. Sí, efectivamente, significa creer en algo, porque si realmente confiamos en una persona, si realmente tenemos fe en un amigo, también implica que creemos algunas cosas acerca de ese amigo. Pero eso es muy secundario, y si nos quedamos solo con esta idea, nunca llegaremos a lo que realmente significa la fe.

Tener fe no significa principalmente aceptar dogmas o artículos de fe ni nada por el estilo. Tener fe es, en última instancia, tener una valiente confianza en la vida. La forma particular que toma nuestra propia fe religiosa depende totalmente de la época y el lugar, de la estructura social y de las formas culturales en las que nacemos, y existe una variedad infinita de ellas. Pero la esencia de nuestra fe es la misma en todo tiempo y lugar, y es el hecho de confiar valientemente en la vida.

Tener fe es, en última instancia, tener una valiente confianza en la vida.

La fe como opuesta al miedo es el tema clave de la religión; es además la clave de nuestra actitud respecto de la verdad. Sabemos que la religión tiene que ver con la verdad, pero no es una verdad a la que podamos aferrarnos y llevar con nosotros a casa. Si nos aferramos y mantenemos al pie de la letra ciertas verdades, lo que sucederá es que chocaremos con cualquiera que no las acepte. Si vamos al caso, todos sostenemos verdades diferentes, y hay tantas verdades distintas como personas. Por lo tanto, si insistimos en que la verdad es algo que debemos sostener, entonces estaremos en desacuerdo con el resto del mundo.

Por el contrario, la verdad auténtica no es algo que sostenemos, sino algo que nos sostiene a nosotros: nos sostiene cuando nos entregamos, nos sostiene en esos momentos en los que realmente nos abrimos a la realidad. Hay una sola verdad, la cual se adueña de cada persona de forma individual. Hay una infinita variedad de formas en las que la verdad se adueña de nosotros, porque la verdad florece en la variedad. Esto es algo maravilloso, digno de afirmarlo y celebrarlo. En esto consiste la vida, y en esto consiste también la vida religiosa.

Se trata de entregarnos a la verdad, no de tomarla ni de aferrarnos o apoderarnos de ella. Solo la verdad a la que nos entregamos nos hará libres. La única verdad para todos es que tenemos que tener el coraje de entregarnos a la verdad. Lo propio del miedo es apoderarse. El miedo siempre se aferra a algo. Apenas sentimos miedo, nos aferramos a algo con los mismos reflejos con que un mono que se aferra a su madre. Estamos genéticamente condicionados a aferrarnos a algo cuando tenemos miedo. La fe consiste precisamente en soltar amarras. Aún en tradiciones religiosas que no usan el término fe, encontramos esta idea esencial de dejar seguridades, de entregarnos a la vida.

Hermano David Steindl-Rast


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