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Camino, verdad y vida

Hugo Mujica

“Hay un solo camino, una sola obra que nos hace igual a Jesús: el dejar a Dios hacer de mis pasos su camino, de mis obras su verdad, de mi vida su vida”.


Del evangelio de Juan (14, 1-12)
Jesús dijo a sus discípulos: “No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy”. Tomás le dijo: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?”. Jesús le respondió: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.” Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le respondió: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre”.

Es paso a paso que elegimos un camino,
cada paso es una elección,
una fidelidad o una traición hacia la meta que intentamos alcanzar,
hacia el valor que buscamos encarnar,
hacia el llamado al que buscamos responder.
Paso a paso, nimiedad a nimiedad.

Cada acto que realizamos,
antes de plasmarse en la exterioridad hacia la que se dirige,
nos atraviesa, nos marca,
nos hace y constituye:

labra el rostro de nuestra alma,
transfigura o desfigura la imagen y semejanza
con Dios que llevamos en nosotros,

la semejanza que es nuestra humanidad igual a todo hombre,
la imagen de Dios que debemos reconocer
en el rostro de los demás.

La vida es más grave,
más radical y más seria de lo que solemos tener conciencia,
de lo que queremos darnos cuenta;
en la vida se juega la vida, ésta, y también su eternidad.

Al final, paso a paso, seremos eso:
la generosidad que nos expande o el egoísmo que nos contrae,
el cielo que se nos abre o el infierno en el que nos encerramos,
al final seremos lo que hayamos dado:
pero ahora, no al final.

Jesús, lo dice él mismo, es el camino,
la verdad y la vida.

Esa, su vida misma, lo que él fue y es, su “yo soy”,
es la verdad que nos deja, el camino al que nos llama.
la gracia que nos ofrece.

Hacer de la vida la verdad, la verdad cristiana,
la que no es un saber ni un repetir sino un acto,
no es una teología sino una vida,
la verdad es vivir la verdad.

Si no creen en lo que yo digo, dice Jesús,
si no ven en mí a Dios mismo, afirma,
crean por las obras que yo hago,
crean en esas obras:
esas obras son su amor, ese amor es Dios.

El Dios que todo cristiano está llamado a mostrar
en el amor que está llamado a obrar, a realizar.

El argumento no es verbal, o, antes que verbal,
como en su propia vida, fue gestual:
es la mano que acaricia, la mano que da,
la mano que cura.

Son los pies que recorren el camino de la verdad:
el camino que va hacia la necesidad del otro ser humano,
el que me hace a mí hijo de Dios cada vez que hago del otro un hermano.

La verdad, para el cristiano, es una sola:
es la negativa a existir fuera de Cristo,
en otro camino que no sea el que él eligió,
otra vida que no sea la que encarne lo que el vivió.

“El que cree en mí, también hará las obras que yo hago,
y aún las hará mayores”.
esto lo afirma Jesús,
esto lo cree y proclama nuestra fe.

Pero no es ninguna proclama de iniciación esotérica,
ningún anuncio de prodigios y milagros,
ningún resplandor personal.

La obra que cada hombre realiza es, ante todo,
lo que cada hombre llega a dar y,
en ese dar,
lo que de Dios llega a manifestar.

Hay muchos caminos que nos hacen humanos,
incluso hay muchos caminos hacia Dios,
pero hay un solo camino,
una sola obra que nos hace igual a Jesús el Cristo:
el dejar a Dios hacer de mis pasos su camino,
de mis obras su verdad,
de mi vida su vida.


Hugo Mujica estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Tiene publicados más de veinte libros y numerosas antologías personales editadas en quince países; alguno de sus libros han sido publicados en inglés, francés, italiano, griego, portugués, búlgaro y esloveno.

www.hugomujica.com.ar

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