Superar las diferencias es una necesidad imperiosa en el mundo actual. Ofrecemos reflexiones al respecto del Rabino Bergman, quien en su página oficial se presenta diciendo: “Creo en el diálogo y en la unión en las diferencias”, y quien es autor del libro “Celebrar la diferencia – Unidad en la diversidad”.
La conciencia de la diferencia
La misma creación es en su origen una sucesión de acontecimientos que disponen niveles de organización basados en las diferencias. Así se inscribe en el Génesis: en el principio de los tiempos un mundo fue creado. La base es en término de dos, que viene del Uno que los creó, y al que se retorna luego de lo real en las coordenadas de tiempo y espacio. Cielo-tierra, caos-orden, bien-mal, luz-oscuridad, hombre-mujer, día-noche, son binomios de expresión de una misma unidad, que se complementa y se completa.
La realidad es una totalidad, que se unifica a partir de las partes que hacen la diferencia, y a la que arriban por senderos distintos de un mismo camino. No tiene un sentido dado, y reclama ser construida como acto creativo, en la conciencia de la diferencia.
Esta conciencia es trascendente e inmanente a lo real. Es metafísica en sus consecuencias, pero física y concreta en su origen. En ese plano está la raíz de la diferencia, y cual árbol frondoso da frutos de sentido, en los que se alimenta la subjetividad, sin negar la objetividad, y permite que cada rama pertenezca al tronco, no obstante crezca libre en su recorrido. Este origen de la unidad en la diversidad no solo es la estructura en la construcción de sentido, sino aun mucho más potente, es la savia que alimenta al árbol. El todo vive gracias a la diferencia que recorre cada espacio y hace que raíz, tronco, rama, hoja, flor y fruto, sean uno en su singularidad diversa.
Dialogar desde las diferencias
¿Por qué nosotros, que tenemos verdades irreductibles desde la fe, construimos un camino donde nos pudimos sentar a dialogar desde esas diferencias?
Celebrar la diferencia es restituir en nosotros una unidad. Es restablecer la paz interior.
Celebrar la diferencia es restituir en nosotros una unidad. Es restablecer la paz interior.
El diálogo conlleva dos dimensiones: la primera, de encuentro, de escuchar al otro como otro significativo, como alguien que tiene algo que decir y que valoro porque quiero aprender, más allá de lo políticamente correcto que hoy ya es el diálogo interreligioso. No se trata de monólogos sucesivos entre las pausas en las que el otro deja de hablar para que yo siga diciendo lo propio frente a lo de los demás, sino de un auténtico intercambio para un enriquecimiento, que no es para el convencimiento, sino para celebrar el hecho de que, sin renunciar a lo de cada uno, podemos afirmar lo que es común como nuestro.
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