Fe, esperanza y amor conducen a una vida plena. La fe es la confianza ante el misterio de la vida, y la esperanza es la apertura a las sorpresas que la vida nos depara.
Texto completo de la charla
Cuando hablamos acerca de nuestra búsqueda de felicidad, dimos un método sencillo que consiste en detenernos, mirar y actuar. Luego vimos que uno de los grandes anhelos en nuestra época actual es no solo encontrar la felicidad y la paz, sino también una orientación para la vida, ya que en la actualidad mucha gente vive desorientada. Tenemos entonces el detenernos-mirar-actuar, y el por qué-qué-cómo. Ahora pasamos a otro nivel, en el que nos preguntamos cómo podemos experimentar esto en nuestra vida diaria. Una vez más, son tres las actitudes que hacen a una vida plena y feliz. Ellas son la fe, la esperanza y el amor, entendidas correctamente.
El detenernos nos confronta con el por qué, y esta pregunta nos conduce a aquel gran abismo, aquel misterio de la nada, del silencio. En este silencio encontramos una relación, ya que podemos confiarnos en él. En esto consiste la fe: confiar en el Silencio, confiar en ese por qué sin respuestas, confiar en la Fuente de la vida. La fe entonces es esta confianza. Aquí tenemos que hacer una distinción: la fe no consiste en determinadas creencias, pese a que muchos de nosotros identificamos a la fe con asentir a tal o cual creencia. Tener fe no es creer en algo, sino confiar en algo; y este algo en quien confiamos es la vida. Así, mientras que las creencias particulares nos dividen, la fe verdadera tiene el potencial de unir a todos los seres humanos.
Lo opuesto a la fe, por lo tanto, no es el descreimiento o la falta de fe, sino el temor. El temor es la raíz de todos los males, ya que el temor nos hace hostiles. El temor nos hace buscar ponernos por encima de los demás; el temor de que los recursos no alcancen para todos nos hace avaros. De este modo, el temor es la raíz de todos los males que encontramos en la vida. Este temor es opuesto a aquella confianza con la cual nos entregamos al Silencio que nos sostiene.
Tener fe no es creer en algo, sino confiar en algo; y este algo en quien confiamos es la vida. Así, mientras que las creencias particulares nos dividen, la fe verdadera tiene el potencial de unir a todos los seres humanos.
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