
¿Cómo descubrir la propia vocación, el modo singular en que nos sentimos llamados a servir? La iglesia católica está celebrando el año de la vida consagrada, que comenzó el 30 de noviembre de 2014 y se extenderá hasta el 2 de febrero de 2016. Reproducimos un artículo del hermano David con sus consejos para quienes se sienten llamados a consagrarse a Dios.

¿Sabías que la palabra vocación está relacionada con el término “cuerdas vocales” y significa “un llamado”? Más precisamente, significa pasar tu vida haciendo lo que tu corazón en lo más íntimo se siente llamado a hacer. Seguir una vocación quiere decir vivir tu vida propia, singular. Eso es, por supuesto, lo que a todos nosotros nos gustaría lograr, pero ¿cómo lo haremos?
Si les preguntamos a las personas que hacen lo que realmente aman, “¿cómo llegaste adonde estás?”, descubriremos que muchos de ellos empezaron planteándose algunas preguntas básicas: 1. ¿Qué me gustaría hacer realmente? 2. ¿Qué cosas hago o aprendo bien? 3. ¿Qué oportunidad me está ofreciendo la vida, ahora mismo, para hacer lo que me hace sentir alegremente vivo? De este modo empezaron consigo mismos, con sus propios dones y sus preferencias.
1. Pregúntate qué te hace sentir vivo

¿Empezar contigo mismo te parece egoísta? Probablemente estás interesado en ser útil al mundo. Ésa es ciertamente una meta que vale la pena, y muy importante, pero ¿la estás encarando correctamente? Howard Thurman, un destacado activista de los derechos civiles, autor de Jesus and the Disinherited (Jesús y los desheredados) y mentor de Martin Luther King, dio este consejo: “No te preguntes qué es lo que necesita el mundo. Pregúntate qué te hace sentir vivo, y hazlo. Porque lo que el mundo necesita son personas que se sientan plenamente vivas”.
Entonces, ¿qué es lo que hace que te sientas vivo? Cualquiera sea tu respuesta, apuntará a esa forma de servir al mundo que es la más apropiada para ti. Al hacerlo, expresas tu personalidad única –con todos tus talentos, limitaciones, defectos y esfuerzos por superarlos– que hace de ti quien eres; y esta singularidad es lo que el mundo necesita.
Quizás has oído hablar de Helen Keller o has visto la película sobre ella, La Trabajadora Milagrosa. Keller nació con una mente brillante, pero cuando aún no tenía dos años perdió para siempre tanto la vista como la audición. A pesar de ello, y con la ayuda de su talentosa y dedicada maestra Anne Sullivan, aprendió a hablar y a escribir. Fue también la primera estudiante ciega y sorda que se graduó en la universidad, y se distinguió como activista social, conferencista, y escritora.
Hasta hubo grandes santos –Juan María Vianney por ejemplo– a quienes estudiar en la escuela les resultaba extremadamente difícil. Pueden haber reprobado sus exámenes, pero no se dieron por vencidos, y al final cambiaron el mundo con su amor y su valiente servicio.

¡Gracias!