La noche del volver atrás, del cansancio, de la falta de entrega… y el amanecer del amor: “Aún sin creer, todo hombre sabe que sólo el amor es digno de fe, que sólo el amor encarnado es ya vida, nacimiento y resurrección”.
“Cada uno somos la suma de opciones que asumimos o descartamos ante la invitación de la vida… las opciones que fueron labrando un destino tan original como irrepetible: el de nuestra identidad”.
Los valores que nos hacen plenamente humanos suscitan en nosotros un deseo y a la vez un rechazo: añoramos el bien, pero tememos lo que implica alcanzarlo.
“Navidad nos dice que no se trata de negar la carne, sino que se trata de encarnar el alma, de hacerla historia, gesto humano, caricia de Dios sobre toda llaga, misericordia sobre cada dolor”.
Jesús reinó desde la fragilidad de la carne, desde el riesgo de la cercanía, y nos invita a reinar sirviendo, como reinó él, despojándonos de todo poder, como se despojó él.
Hugo Mujica reflexiona sobre la triple dimensión del amor: “Amarse a uno mismo es amar a Dios y al semejante, porque amar es lo más propio uno mismo: es trascenderse”.
En Jesús, la imagen teológica del Dios distante, inconmovible, motor inmóvil, omnipotente y omnisciente, parece no responder a ese Dios que se deja tocar, se deja conmover por nuestro dolor.
La palabra divina se deja escuchar en el silencio, y se hace vida cuando la trasmitimos a los demás, especialmente a quienes viven en el siencio, a aquellos que no tienen voz propia.