La sorpresa es el punto de partida de la gratitud. Una vez que dejamos de darlo todo por sentado, nos sorprendemos de todo lo que nos rodea, lo cual nos lleva a ser más agradecidos.
¿Hemos notado alguna vez cómo nuestros ojos se abren un poco más cuando nos sorprendemos? Es como si hasta ese momento hubiéramos estado dormidos, soñando despiertos o caminando como sonámbulos en medio de la rutina, hasta que escuchamos nuestra canción favorita en la radio, o desde los charcos en el estacionamiento levantamos la mirada y vemos un arco iris, o suena el teléfono y escuchamos la voz de un viejo amigo, y así, de repente, nos despertamos.
Incluso una sorpresa desagradable nos saca de nuestra comodidad y nos despierta. Probablemente al principio no nos guste; sin embargo después, al mirar hacia atrás, somos capaces de reconocer esa situación como un don. Monotonía equivale a muerte; sorpresa equivale a vida. De hecho, el nombre que yo prefiero usar para Aquel a quien adoro (el único nombre que no le pone límites a Dios) es Sorpresa.
Hasta el día de hoy, al recordar a aquellos gigantes espirituales que he tenido el privilegio de conocer (la Madre Teresa, Thomas Merton, Dorothy Day, su santidad el Dalai Lama), puedo todavía sentir la energía vital que irradiaban. ¿Cómo consiguieron esa energía? No faltan sorpresas en este mundo; sin embargo tal vitalidad es poco común. Lo que pude observar es que esas personas eran todas profundamente agradecidas; ése era su secreto.
La sorpresa es una semilla: la gratitud brota cuando aceptamos el desafío que esa sorpresa nos plantea.
La sorpresa es una semilla: la gratitud brota cuando aceptamos el desafío que esa sorpresa nos plantea.
Una sorpresa no nos deja automáticamente llenos de vida, sino que el estar plenamente vivos es un intercambio, implica una respuesta a esa sorpresa. Si dejamos que la sorpresa sólo nos desconcierte, ella nos va a aturdir e impedir nuestro crecimiento en gratitud. Cada sorpresa debe ser para nosotros un desafío para confiar en la vida y para crecer. La sorpresa es una semilla: la gratitud brota cuando aceptamos el desafío que esa sorpresa nos plantea. Los grandes representantes de la vida espiritual tienen esa energía vital precisamente por ser profundamente agradecidos.
Nuestra gratitud puede crecer con la práctica. ¿Dónde deben comenzar los principiantes? El punto de partida obvio es la sorpresa. Podemos hacer crecer las semillas de la gratitud con sólo darle lugar a la sorpresa. Si la sorpresa es algo que se da ante lo inesperado, el secreto es entonces no tener expectativas. Sigamos el consejo de Alice Walker: “No nos hagamos expectativas de nada, vivamos frugalmente de la sorpresa”.
El no tener expectativas significa por ejemplo no dar por descontado que nuestro auto necesariamente va a arrancar al girar la llave. Probemos con esto y veremos cómo podemos sorprendernos por una maravilla de la tecnología digna de agradecer. O puede ser que no estemos encantados con el trabajo que hacemos, pero si por un momento dejamos de darlo por descontado, nos sorprenderemos con el sólo hecho de tener trabajo, siendo que tantos millones están desempleados. Si estas cosas producen en nosotros una chispa de gratitud, entonces podremos estar un poco más alegres cada día, un poco más llenos de vida.
Si estas cosas producen en nosotros una chispa de gratitud, entonces podremos estar un poco más alegres cada día, un poco más llenos de vida.
Si estas cosas producen en nosotros una chispa de gratitud, entonces podremos estar un poco más alegres cada día, un poco más llenos de vida.
Reflexiones:-
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¡Basta, por favor!6 marzo, 2024 Para comprometernos a vivir agradecidos5 febrero, 2024 El sentido del tiempo7 enero, 2024 Lágrimas cósmicas19 diciembre, 2023 Esperanza: apertura a la sorpresa30 noviembre, 2023
Wilfrido dice:
7 septiembre, 2017a las01:04Maravilloso y conmovedor articulo. Gracias.
Laura dice:
14 septiembre, 2015a las10:49Gracias!
Lo guardo, para acordarme de dar gracias.
Es un impulso vital que cambia lo que miramos.
Saludos desde Argentina
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Alcanzar la realización personal es posible, a pesar de todos los deseos insatisfechos.
—Dietrich Bonhoeffer
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