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Destrozada para bien

¿Podemos aprovechar las situaciones dolorosas para emerger a una vida mejor? La anécdota de lo ocurrido con una guitarra ilustra bellamente esta verdad.


Cierta vez entrevisté a un reparador de guitarras, banjos y laúdes, quien recordó un trabajo inusual que una vez le encomendaron: en el transcurso de una acalorada discusión, una mujer tomó la amada guitarra acústica de su esposo y deliberadamente la estrelló contra un mostrador. Quedaron diseminadas en el negocio docenas de trozos de madera astillados, cuerdas retorcidas, clavijas dobladas y un diapasón destrozado. Aún con mano de obra experta, llevó varios meses reparar el instrumento. Una vez completada la restauración, las innumerables grietas fueron rellenadas, pero muchas todavía permanecían visibles. Lo más increíble acerca de la guitarra restaurada no era su apariencia alterada, sino su nuevo tono: era más dulce y más pleno, como nunca lo había sido antes.

A menudo he reflexionado sobre esta historia a través de los años. Para mí ha demostrado ser una alegoría de cómo mi vida debía ser vivida. Aflicción por personas queridas que han muerto o el final de una relación, a menudo me dejaron destrozada. Preocupación por la falta de dinero, a veces, dejaron mi mente a la deriva, sin capacidad de concentración.

Cuando nos vemos totalmente destrozados, la vida a menudo nos presenta una alegría sin igual.

Con el tiempo me di cuenta de que con cada desafío llegaba la posibilidad de regocijarme. ¿Regocijarme? Sí, suena extraño. Sin embargo, cuando nos vemos totalmente destrozados, la vida a menudo nos presenta una alegría sin igual. No deseadas, como han sido todas mis experiencias negativas, he tenido la oportunidad de reencontrarme conmigo misma, para mejor. He sido capaz de dejar de lado mis defectos inútiles, como el ser autoritaria o juzgar a los demás, para fortalecer la compasión e incorporar nuevos elementos tales como la gratitud. En mi vida este proceso se ha repetido varias veces y cada vez, por suerte, encuentro cosas para cambiar y reforzar. Mis desafíos han dejado marcas en mi físico: mis arrugas están más pronunciadas, los cabellos grises han aumentado y los kilos han agregado otra papada a mi cuello; sin embargo, elijo enfocarme en mis nuevos tonos. Porque, como la guitarra destrozada, también mi vida siempre emerge más dulce y más plena que antes.

Linda J. Bottjer

Artículo reproducido con permiso de gratefulness.org


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