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El camino del corazón (continuación)

(Continúa de la pág. 1)


–El estudiar otras tradiciones quizás puede ayudar a revivir en nosotros un sentido de este corazón del que partimos.

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San Barlaam junto a San Josafat, figura del Buda introducida al crisitanismo por San Juan Damasceno

–Sin duda, tanto en sentido negativo como positivo. Después de haber visto todas las limitaciones de otras religiones, podremos ver más fácilmente las limitaciones de la nuestra. Ese es el sentido negativo. Pero si somos abiertos, también podremos ver, en cada tradición, personas devotas y plenamente vivas, grandes maestros que son fuente de inspiración, y así tendremos un santoral mucho más poblado que el que teníamos antes. El Día de Todos los Santos, por ejemplo, en nuestras peticiones en el monasterio, mencionamos a todos los grandes maestros de las tradiciones budistas e hinduistas sin que a nadie se le mueva un pelo. De hecho, hemos tenido a Buda en nuestro calendario desde el siglo sexto, cuando San Juan Damasceno tuvo conocimiento de él gracias a unos monjes provenientes del Asia menor. Lo llamamos San Josafat, que es una transliteración del sánscrito bodhisattva, “ser iluminado”.

–Usted ha escrito: “Cuanto más nos acercamos al corazón de nuestra propia tradición, más cerca estamos del corazón de otras tradiciones”. Me pregunto qué siente respecto de los jóvenes que se educan en la tradición cristiana, y luego la dejan para buscar una guía en otro lado, para encontrar un camino que puedan considerar como propio. ¿Siente que es correcto y que finalmente encontrarán lo que están buscando? ¿O siente que en algún punto tendrán que regresar y resolver la relación que tenían con su propia tradición?

–Lo que tenemos que encontrar es nuestro propio centro: no alguna enseñanza allá afuera, sino nuestro propio y más íntimo corazón. Si la tradición en la que uno se ha criado no nos ha ayudado a encontrar ese centro, entonces me parece muy bien que se busque en otro lado, porque confío en éxito de la búsqueda.

De todos modos, cuando pienso en todo lo que me ha dado mi religión, y cuánto tiene ella para ofrecer, me entristece ver que esa riqueza no esté presente en instituciones educativas o en las familias. Por eso, los jóvenes que se alejan por lo menos tienen el interés y las agallas como para buscar esa riqueza en otro lado.

Muy frecuentemente sucede que personas provenientes de un contexto cristiano pasan varios años practicando zen o yoga, y gracias a estas prácticas redescubren su origen cristiano.

Con respecto al niño de padres católicos que ha asistido a un colegio católico, y cuyos padres ahora se sienten desolados porque él o ella de pronto se pone una túnica budista o se va a la India o algo por el estilo, en ese punto son solo los padres los que me preocupan. Siempre trato de decirles “celebren con su hijo, porque este hijo, bajo una vestimenta diferente y con un nombre diferente, encontró lo que es tan importante para ustedes”. Trato de abrirles un poco la mente. No tengo ninguna duda de que estos jóvenes, si continúan por el camino que han elegido, encontrarán aquello que llamamos “Cristo”, porque sé que a Cristo lo podemos encontrar en todas las diferentes tradiciones. Muy frecuentemente sucede que personas provenientes de un contexto cristiano pasan varios años practicando zen o yoga y, eventualmente, gracias a estas prácticas redescubren su origen cristiano.

Sin embargo, con esto no quiero implicar que soy nominalista. No digo “todo es lo mismo”. Los caminos son muy, muy diferentes. Cuanto más los estudiamos, más nos damos cuenta de que son mucho más diferentes de lo que pensábamos en un principio. En la superficie hay una cierta similitud, y en lo profundo hay una unidad; pero entre estos dos polos, son todo lo diferentes que se puede ser. Y esto es bueno, porque así hay algo para todos los gustos.

–Parecería ser, entonces, que las religiones son como los seres humanos: en la superficie somos muy parecidos (tenemos dos ojos, una nariz, una boca), y en lo profundo tenemos el mismo corazón. Pero nuestras personalidades son muy diferentes.

–Esa es una comparación perfecta. Por lo tanto, siendo seres humanos diferentes, tenemos que seguir caminos diferentes para encontrar aquella unidad que en la que todos somos uno con los demás seres humanos, con los animales, con las plantas, con la totalidad del cosmos. Llegar a esa unidad es la felicidad, es el camino del corazón.

Entrevista publicada en la revista Yoga Journal en mayo/junio de 1985.

 

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Reflexiones:

  1. REPLY
    Susana dice:

    Qué hermosa verdad se descubre en cada texto del Hermano David Steindl

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