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En cada rostro

Jose Chamorro

Jose Chamorro nos hace una invitación a avivar la vida, a ampliar e intensificar juntos la riqueza del vivir.



Decía Unamuno que «lo pensado es, no lo dudes, lo sentido» y considero más que oportuno el hecho de que en estos días sería necesario que cayéramos en la cuenta de la verdad que sostiene esta afirmación. En última instancia, lo que nos mueve afectivamente termina por darnos qué pensar, pues la vida no es el constructo de ideas que creemos que es sin más, sino la realidad que nos atraviesa, conecta y vincula.

Lo que sentimos es eso que descolocándonos permite que podamos vivir en las profundidades que residen más allá de la superficie que tantas veces nos desorienta y que nos deja en una intemperie insustancial. Es este sentir personal el que nos permite descubrir que más allá de las caras podemos descubrir el rostro, lo concreto humano, que define nuestra identidad singular. Es el rostro el que sobrecoge e interroga cuando entre sus pliegues podemos advertir las huellas que imprime el paso del tiempo. Son los rostros, nunca las caras, las que vienen hasta nosotros desde las ventanas desde las que nos miran, desde las que nos encontramos, esperando siempre una respuesta. La particularidad que nos define en la diversidad rica que configura lo estrictamente humano. El rostro, la identidad de un igual distinto ante quien solo podemos responder desde el afecto porque, a poco que nos demos cuenta, nos sobrecoge.

En estos tiempos en los que los gestos egoístas esconden un miedo casi existencial, nos sería del todo bueno descubrir el valor que reside en la experiencia del sentirse vivir.

En estos tiempos en los que los gestos egoístas esconden un miedo casi existencial, nos sería del todo bueno descubrir el valor que reside en la experiencia del sentirse vivir. Vivencia que es, en última instancia, el fundamento que soporta la experiencia de hermandad que fluye cuando descubrimos que en los demás la vida también palpita con la misma intensidad. Juntos podemos ampliar e intensificar la riqueza del vivir, avivar la vida más allá de la rutina que nos insensibiliza y hasta nos adormece.

Este tiempo, esta circunstancia vital que atravesamos, se torna en la mejor de las posibilidades para detenernos, calmarnos y desplegar la mirada que nos ayuda a ensanchar nuestros horizontes exteriores e interiores.

El punto de partida siempre está en la sencillez de este preciso instante en el que uno puede descubrir la novedad y la oportunidad que encierra siempre cada momento.

Jose Chamorro

Artículo aparecido en el Diario Jaén, 12 de julio de 2020.


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