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La felicidad: tras las huellas del amor

Fabiana Fondevila

La visita de Matthieu Ricard, monje budista, científico y filósofo, cerró el Primer Encuentro de Felicidad con la pregunta “¿Qué es el éxito?”, dirigida a él y a otros destacados panelistas. Nuestra columnista Fabiana Fondevila tuvo el privilegio de ser una de esas panelistas, y aquí nos comparte su visión acerca de la relación entre el éxito y la felicidad, y en qué consiste cada uno.


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Elena Roger, Fabiana Fondevila, Matthieu Ricard y Cristian Cardoner.

Me gustaría compartirles un cuento del pueblo San (antes conocido como el pueblo Bosquimano), que habita en el desierto del Kalahari. Dice así:

“Si un día salgo a caminar y miro atentamente a un pájaro, un hilo fino se forma entre nosotros. Si salgo otro día y veo a ese mismo pájaro y lo reconozco, el hilo se vuelve un poco más grueso. Cada vez que veo y reconozco a ese pájaro único, particular, el hilo crece, hasta convertirse en una soga. Nosotros tendemos sogas con todos los aspectos de la creación, con todo el universo”.

¿Por qué traigo esta historia? Porque si la noción de “éxito” implica alcanzar un objetivo propuesto, me parece que es importante elegir un objetivo que pueda conducir, efectivamente, a la felicidad. Entonces, surgen las preguntas: ¿a dónde queremos llegar? O ¿dónde queremos estar? (Porque, quizás, ya estemos ahí) ¿Cómo queremos vivir? Y, sobre todo, ¿cómo nos queremos sentir?

Yo creo que nos queremos sentir un poco como cuenta la narración de este pueblo africano: conectados, parte de un universo más vasto que nos contiene a la vez que nos refleja, parte de la gran familia humana y de los seres sintientes, protagonistas de una historia vasta que otros ya transitaron, marcándonos el camino, pero que se nos requiere que actualicemos y hagamos verdadera nuevamente. Creo que queremos sentirnos asombrados por esta historia, estimulados, enamorados por sus aspectos más bellos, desafiados por sus aspectos más temibles. Creo que, como decía el gran Joseph Campbell, lo que buscamos no es tanto el sentido de la vida como la exquisita experiencia de estar vivos.

Dudo que haya un único camino para lograr este objetivo, pero sí creo que hay una constelación de emociones que son mojones en el camino, por no decir, los peldaños y la tierra sobre el que el camino se construye. Voy a nombrar a algunas de ellas, y los invito a sentir en el cuerpo qué les suscitan sus nombres:

Asombro. Pasión. Gratitud. Entrega. Devoción. Coraje. Reverencia. Humildad. Bondad. Compasión.

Son virtudes. Son emociones. Son formas de habitar nuestros cuerpos. Son cualidades esenciales, unánimamente señaladas por las tradiciones de sabiduría como piezas clave de una buena vida, y hoy avaladas por la ciencia como materia prima de la felicidad. Todos concuerdan, además, en que son virtudes cultivables.

Lo que verdaderamente nos apasiona, siempre, es la vida. Y el órgano con que vivimos esa pasión es el corazón.

Es cierto que la vida a veces conspira contra el ejercicio de estas emociones. Por un lado, la sociedad las desestima, poniendo en duda su misma existencia. Por otro lado, las cosas que nos van sucediendo las ponen en jaque de muchas maneras. ¿Podemos seguir confiando en la bondad de la existencia después de perder a un ser querido? ¿Podemos seguir sintiendo el asombro de un niño una vez que crecemos y envejecemos? ¿Podemos seguir apostando al amor, sin cinismo, tras sufrir un rechazo o un desengaño?

Podemos. Pero es una elección que hay que hacer de nuevo cada día; a veces, varias veces en el día.

Creo que un buen lugar para empezar a desarrollar estas virtudes es partir de lo que uno ama. Para algunos la naturaleza es una fuente privilegiada de asombro, gratitud, devoción y coraje. Para otros lo es la música, o cualquiera de las artes. Para muchos la fuente suprema de energía sean los vínculos, la lucha contra la injusticia, trabajar por una causa justa.

Es importante que dediquemos tiempo a estas fuentes de inspiración y sentido, que las absorbamos como maná divino, porque lo son. Pero hay que saber también que las pasiones que hoy nos conmueven pueden cambiar, que en el fondo no importa tanto si hoy nos deslumbran los árboles y mañana la arquitectura futurista, los trenes o los escarabajos, porque todo lo que nos hace vibrar no es finalmente más que un vehículo para un sentir más profundo; lo que verdaderamente nos apasiona, siempre, es la vida.

Y el órgano con que vivimos esa pasión es el corazón. El corazón, ese intrincado órgano físico y metafísico capaz de abrazar el misterio, de conciliar nuestros deseos con las necesidades de otros (y, muchas veces, de privilegiar esas necesidades a nuestras propias preferencias), de hacer lugar para el dolor y volver a apostar, una y otra vez, por la alegría, en una suerte de segunda inocencia más profunda y auténtica que la primera.

Así que quizás sí haya un camino; un camino arduo pero siempre fecundo: vivir desde y con el corazón.

En una de sus más lúcidas poesías, Mary Oliver se permite un consejo en cuatro líneas:

“Instrucciones para vivir la vida.
Prestar atención.
Rendirse al asombro.
Contarlo”.

Junto al amor, es lo más parecido que conozco a una receta de la felicidad.

Fabiana Fondevila


Presentación compartida en el encuentro Green Tara Happiness, junto a Matthieu Ricard, Margarita Barrientos, Elena Roger y Cristian Cardoner. Precioso encuentro del que me sentí honrada de participar. Gracias especiales a Diego Ortiz Mugica por la gentileza de la foto.


Reflexiones:

  1. REPLY
    olga marques dice:

    Gratidao

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