Confiar plenamente en la vida


“Cada momento de nuestras vidas es una oportunidad única, y se nos da como un regalo. Si no estamos conformes con nuestra vida, puede deberse en gran medida a que andamos apurados, sin detenernos a disfrutar de cada momento. El secreto está en afrontar la vida con confianza, sin temor, abiertos a sus sorpresas y dispuestos a cooperar con voluntad tenaz para aprovechar cada segundo”

La fuente de inspiración de este libro es el mensaje del hermano David Steindl-Rast en relación con la confianza incondicional frente al misterio de la vida, que lleva a preguntarnos quién o qué significa Dios para cada uno de nosotros. Como Br. David, buscamos nombrar a la realidad trascendente que actúa en nosotros con la palabra Vida. Sus textos pueden ayudarnos a forjar una visión más abarcadora, simple, bella y dinámica sobre la trascendencia.

A través de la lectura de este libro les proponemos una experiencia de transformación interior. Más que una lectura a través del intelecto, les proponemos un viaje. Las fotografías de Diego Ortiz Mugica ayudarán a que el texto resuene más profundamente. Desde la Fundación Vivir Agradecidos buscamos que esta nueva perspectiva de lo espiritual y sagrado se expanda y contagie a otros con gozo infinito.

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A menos que el tema lo haga explícitamente necesario, trato de evitar el término “Dios” porque al nombrarlo ocurren tantos malentendidos como personas hay en el mundo. Pero tiene que haber una interpretación correcta de la palabra “Dios”. Y la etimología nos ayuda a comprenderla. La palabra God, en inglés, tiene una raíz germánica y hace referencia a “un llamado”.

Si estamos atentos, en todo momento la vida “nos llama”. A cada momento la vida requiere algo de nosotros. Ser tan ignorantes del Misterio hace que no nos detengamos ni escuchemos. ¿Qué quiere decirme la vida sobre mí en este momento presente? Todos pensamos en nuestra vida como una historia, pero la vida no es una secuencia de episodios, sino una historia que se desarrolla. Llevamos esta historia con nosotros y queremos compartirla con otros, especialmente, con las personas que amamos.

Cuando intentamos hacerlo y compartimos nuestra historia de vida más íntima con la persona que amamos y más nos comprende, aún queda algo que no podemos transmitir. Esto señala el hecho de que el Misterio está escuchando. Pero el Misterio no es una persona, y pensar eso es lo que nos trae tantos problemas con la idea de Dios. En todo caso, el Misterio contiene toda la perfección de lo que significa ser persona. Va inmensamente más allá de la persona, pero debe tener toda la perfección de la persona.

Mi maestro zen me ayudó a comprenderlo. Ellos no hablan de Dios por muy buenas razones. Un día le dije: “Cuando usted usa esa imagen que indica que nosotros, cada uno de nosotros, es una ola que surge del océano y regresa al océano –una imagen usada muy frecuentemente–. Cuando habla de eso, sus oyentes se ponen nerviosos”. Él me respondió con un concepto y habló de la condición de ser una persona, porque ¿de dónde la obtendría la ola si no la tuviera el océano? Una respuesta perfecta, ¿de dónde la crearía? No la inventamos. No la creamos. La tenemos porque el Misterio, el océano, es interactivo. Podemos interactuar con él. Ese es un misterio tremendo. Es el Misterio de misterios. Y estamos totalmente inmersos en él. Aun en la tradición cristiana, cuando Pablo le habla, no a los cristianos sino a los filósofos en Atenas, recurre a un poeta: “En Dios vivimos y nos movemos y existimos”. Dios no es otra persona. Sin embargo, podemos tener una relación personal con ese Misterio, y en ese sentido usamos la palabra “Dios”.

Podríamos hablar del Misterio también como de nuestro amante. Hay un breve poema de Kabir, un místico de la India, traducido por Robert Bly, que dice: “Le hablo a mi amante interior y digo: ¿por qué tanto apuro?” Este “¿por qué tanto apuro?” es la expresión poética de la sociedad tecnológica. Y luego dice: “Sentimos que hay algún tipo de espíritu que ama a los pájaros y a los animales y a las hormigas”. El gran Misterio ama a la hormiga, y a cada pata de la hormiga. De ese espíritu estamos hablando. Amar significa decir “sí” al sentido de pertenencia. Escuchen lo que dice el poeta Kabir: “Sentir que hay algún tipo de espíritu que ama a los pájaros y a los animales y a las hormigas”. Quizás el mismo que les dio a ustedes ese fulgor en el vientre de vuestra madre.

¿Cómo crecimos de una célula fertilizada casi invisible a las personas que somos ahora? El hecho de que los bebés nazcan es totalmente misterioso. Y no es un tipo de misterio que, tarde o temprano, habremos de resolver. Es “el” Misterio. El Misterio de la vida. Dice Kabir: “La verdad es que vosotros sois los que os habéis apartado. Y habéis decidido adentraros solos en la oscuridad. Ahora estáis enredados con otros y habéis olvidado lo que una vez supisteis”. ¡Olvidar lo que alguna vez supimos! En el vientre de nuestra madre sabíamos. “Y eso por eso que todo lo que hacéis tiene un extraño sabor a fracaso”, continúa el poeta. Todo lo que hacemos, en esa sociedad, tiene sabor a fracaso, y el apuro es un aspecto de esa sensación de fracaso.

Otra palabra clave que es malinterpretada es “fe”, La fe puede significar dos cosas: confiar (“tengo fe en ti”), o creer algo. Pero se ha puesto cada vez más énfasis en creer algo y cada vez menos en confiar, en última instancia, en el Misterio de la vida. Lo que Kabir describe es “un tipo de espíritu que nos da fulgor en el vientre de nuestra madre” y que pertenece a nuestra religiosidad natural, a nuestra interacción con el Misterio.

(Tomado de uno de los textos del libro).