Virginia Gawel dialoga con Pedro Aznar, quien abre su corazón acerca del sentido de la vida, la finitud humana, el papel de la música y el arte, la apertura a los demás y la experiencia de lo trascendente.
Extractos de la conversación
-¿Cómo es ser Pedro Aznar?
Creo que si algo me puede definir, es la curiosidad, la inquietud; creo que eso está de manifiesto en la multiplicidad de intereses que se fueron manifestando a lo largo del tiempo.
-Hace diez años en una charla que tuvimos decías que tratabas de vivir en estado de pregunta, en actitud de pregunta. Imagino que sigue siendo así, y eso es lo que va abriendo caminos…
-Sí, aunque creo que en estos diez años pasé más fuertemente a la acción. El estado de pregunta tiene que ver con esa inquietud en el buen sentido. Pero si algo signó estos diez años de mi vida fue el tomar cartas en el asunto, como quien dice. Pasar fuertemente a la acción, y hacer una apuesta por la manifestación de las cosas que me nacen.
-¿Qué fue el émbolo para que eso quisiera salir con más urgencia, con más fuerza?
-El tiempo y la certeza de la finitud. Me tocó vivir en estos últimos diez años el fallecimiento de mis padres, la partida de muchos amigos… Y si bien esto es algo que uno sabe de antemano, no se hace una conciencia candente hasta que no pasás por esas situaciones. Cuando pasás por ahí, algo te marca a fuego y te alerta sobre tu propia finitud. Algo te dice “¡vamos!”… y ahí fui.
-Es evidente que en vos, así como está esa capacidad de conectar con el dolor, tenés también una veta muy alegre, muy risueña…
-Mi esencia es entusiasta; soy un tipo entusiasta y de buen humor. Lo que más me motiva es reírme, y la gente con quienes más disfruto es la gente con la que me río. Lo que más disfruto es disfrutar con otros de un bello paisaje, de una rica comida, tomarnos un vino, hacer chistes… Creo que ser conscientes de las dos puntas está muy bien, porque la vida no es una cosa o la otra, son las dos juntas. Y poder detenerse en cada una de ellas y poder ahondar en la alegría y en la tristeza, me parece que le da profundidad a todo. Es necesario saber llorar cuando hace falta, y es necesario saber reírse cuando hay motivo. Si no te sabés reír cuando hay motivo, estás muerto.
-Cuando un amigo está en apuros, como Charly (García), vos siempre estuviste al lado… ¿Por qué lo hacés?
-Porque es lo que me gustaría que hicieran conmigo… y porque desplegar tu amor por los demás es la única manera; si no, todo el tiempo es una autoreferencia que no lleva a ninguna cosa. La única manera de crecer es estar abierto a los demás; cosa que no siempre logro, pero lo intento.
-Vos sos meditador desde hace por lo menos treinta años, ¿no?
-Sí… Lo que ocurre en la meditación es anterior a los sentidos, y es una suerte de observar al Observador, o ser conscientes del ser conscientes. Es la conciencia en sí misma, no la conciencia de algo particular. La meditación va al centro de la cosa, al origen; y ahí es donde tú eres Eso, yo soy Eso, todos somos Eso. El resto son manifestaciones o maneras de señalar. Yo creo que con una música, como por ejemplo la de Bach, se puede señalar Eso; con una foto se puede señalar Eso, con una danza se puede señalar Eso.
-En un momento decidiste hacer un retiro creativo, y allí aparece el disco “Ahora”… Te propusiste hacer, con mucha disciplina y oficio, una canción por día… y lo hiciste: en un mes, un disco. ¿Cómo es ese proceso de pedirte a vos mismo una canción?
-Lo de pedirme música yo creo que es lo mismo que desear algo fervientemente. Es un llamado que uno hace a su inconsciente, o a que la suerte se ponga dadivosa, o a que el Misterio te sople cosas al oído. Y la meditación es una herramienta poderosísima para aquietar las aguas. Funciona como si uno pudiera tranquilizar el viento en un lago, y de a poquito ir calmándolo hasta que el agua se aquiete por completo. En el agua quieta uno puede ver toda suerte de imágenes, y usarla como una bola de cristal para adivinar el futuro. El músico que vive en mí tiene el oficio suficiente como para mirar en ese cristal y empezar a ver toda suerte de cosas. Pero primero se tiene que aquietar el agua.
-¿Querés contarnos cómo fue grabar “Tomorrow never knows”? ¿Te acordás de cuáles son las líneas que más te atravesaron?
-La letra dice:
“Desconecta tu mente, relájate, y déjate llevar corriente abajo. No es morir, no es morir. Abandona todo pensamiento y entrégate al vacío, que brila, que brilla. Para que veas el sentido de lo interior; es ser, es ser”.
-Eso valdría para cuando uno quiere estar bien vivo y también para cuando uno se está yendo…
-Exactamente; es un recordatorio de que aún cuando estemos muriendo, o en un proceso en el cual hay una muerte simbólica o emocional, no es un final en una nada intrascendente, sino que es un vacío lleno de sentido. Ese vacío no es la nada del olvido absoluto, sino que es la entrada en el océano de la conciencia, que todo lo atraviesa, y que es todo; donde todo está y todo es. Es muy difícil de poner en palabras…
-El Pedro de aquella época dice:
“Cuánto tiempo perdido en pensar que la vida se puede explicar; con veneno intenté curación porque confié en mi razón”.
-La razón es una especie de sustancia tóxica. Cuando trata de explicar absolutamente todo y encontrar razones matemáticas para todo, es un tóxico letal.
-¿Fuiste más mental en otra época?
Sí, sí. Ahora soy más intuitivo. De muy jovencito soñaba con hacer la gran música, y quería poder hacer arte que cambiara al mundo… ¡para ambicioso, mandado a hacer el tipo! (risas). Y yo presuponía en mi inocencia que esas cosas se hacían con muchísimo esfuerzo, con muchísimo trabajo, y que tenían que ser necesariamente difíciles. Esa es una excesiva confianza en lo racional, en suponer que el esfuerzo denodado te va a llevar a grandes cosas. El camino que hice fue el de ir dándome cuenta cada vez más de que esos lugares a los cuales yo no les confiaba tanto, eran lugares de manifestación absolutamente espontánea, que estaban guardados en un lugar muy importante del corazón, ya no de la mente, y que en esos lugares había verdad profunda, verdad fundacional de quien yo era. Entonces, fuera o no la gran música, esa es la verdad de quien yo soy, y eso es lo que yo tengo que hacer.
-Todo lo que hacés lo hacés tan lúdicamente y con tanta seriedad, que termina en esa excelencia…
-Siempre valoré el trabajo para ahondar en lo que uno hace, y creo que la excelencia en la factura técnica de algo es muy importante. Para mí, Dios está en los detalles, no el diablo. El diablo está en la desidia, en la dejadez, en la pereza torpe… Ahí está uno de los secretos. El otro es esto de la superficie quieta del lago, para que el espejo empiece a reflejar cosas que no vienen exclusivamente de la razón, sino que vienen de lados más antiguos, más hondos, más inconscientes. Yo creo que hay una memoria colectiva, y que todos tenemos a disposición la memoria de nuestra especie, y de las otras también. Toda la creación está codificada en cada uno de sus seres y en cada uno de sus objetos, porque salieron de la misma Conciencia… Ese es el gran secreto creativo, y esa fuente no se agota nunca.
-Veo tanta gente talentosa que parece que maneja con el freno de mano puesto… Vos no; dijiste “creo en mí, creo que a través mío va a salir algo”. ¿Es así?
-Yo creo que quien es creativo y anda con el freno de mano puesto como decís, es porque se contagió de alguna forma de la mezquindad. Porque se lo debés a los demás, no solo a vos mismo. Le debés a los demás compartir a los demás eso que se manifiesta a través tuyo. Es tu don. Y cada uno de nosotros tiene por lo menos uno. Todos los tenemos. Y tenemos muchos, pero por lo menos hay uno que sobresale, el que sea. Descubrilo. Descubrilo y ponelo a disposición, hacelo valer. Porque no es solamente para tu vida, no solamente va a llenar de maravillas tu vida, sino que va a llenar de maravillas la vida de los demás. Si todos nos dedicamos a brillar intensamente, no va a ser una batalla de egos; al contrario, vamos a ser un montón de soles que vamos a dar muchísima luz. Es lo mismo que el símbolo de Brother David multiplicando la luz de una única vela: no se apaga nadie; al contrario, todos brillamos cada vez más. Compartiéndose y dándose, se es mucho más.
-¿Cómo ve Pedro Aznar a la humanidad?
-Veo que estamos en un momento de tremendos desafíos, y por citarlo a Ken Wilber, un montón de concepciones del mundo diferentes, como capas de la experiencia. Un desafío importante es hacer convivir esas capas, y no suponer que todos tenemos que ir hacia lo mismo, sino ir a una convivencia armónica, porque cada uno de esos modos de experiencia tiene algo para aportar. No tiene que haber una “dictadura” de una forma de ver el mundo, de una forma de entender a Dios o de darle nombres, o de una modalidad económica en particular… Tendríamos que poder caminar hacia la diversidad en convivencia. Va a llevar mucho tiempo, pero vale la pena. Y vale la pena porque es el único camino válido. Los caminos de uniformización de la humanidad terminan en catástrofe, siempre. No somos “uno” en el sentido de que somos todos iguales; somos uno en el sentido de que todos merecemos el mismo respeto, el mismo amor, las mismas oportunidades. Pero en todo lo demás somos muy distintos, y esa diferencia debe ser respetada. Si no se respeta, terminamos mal.
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