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Misión: despojo y entrega

Hugo Mujica

La misión cristiana es “breve como la verdad, despojada como la pobreza, apoyada en su palabra como la esperanza, desnuda de cualquier y todo poder”.


Del evangelio de Lucas (10, 1-12. 17-20)
El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: ‘¡Que descienda la paz sobre esta casa!’. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: ‘El Reino de Dios está cerca de ustedes’. Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: ‘¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca’. Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad”. Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre”. Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”.

Las palabras con que Jesús envía a sus discípulos no son fáciles,
no disimulan ni esconden nada de las dificultades que les espera,
que esperará a todo quien testimonia sus palabras,
a quien acepta la misión.

Primeramente Jesús les anuncia que la tarea es desmesurada,
demasiado vasta para el número de los obreros:
“La cosecha es abundante pero los obreros son pocos”.
Es una advertencia pero no una excusa.
Pocos, y, por eso mismo, más responsables aún.

Los discípulos saben que son minoría,
pero saben también,
debemos saber,
que hay otra fuerza, no la de la cantidad sino la de la gracia,
no la suma sino el salto,
no la que tenemos sino la que debemos pedir:
“Rogad al dueño de la mies”.

No sólo el número es insuficiente; también lo serán sus fuerzas.
Jesús lo expresa en una imagen harto expresiva:
“Los envío como corderos en medio de lobos”.

Pareciera que en medio de los lobos, los corderos,
los discípulos,
no tienen otra alternativa que perecer o apoyarse en la palabra de quien les dijo:
“Yo los envío”.

Una vez más la fuerza es otra, lo otro es Jesús.
Paradójica fuerza de la debilidad:

La fuerza del cordero que aceptó morir entre lobos:
una vez más, es la fuerza del sacrificio, es el fruto de la cruz,
es la entrega del amor.

Los medios con los que cuentan, los medios que necesitarán
son los medios a los que están llamados a despojarse:
“Ni equipaje, ni dinero, ni sandalias”.

Los discípulos deben marchar desnudos, sin nada para aferrar,
sin nada que les llene las manos,
que les impida recibir lo que buscan dar.

Ni posesión material ni posesión afectiva:
“No se detengan a saludar a nadie en el camino”,
nada que pese, nada que nos demore.

Caminar desnudo de recursos y de afectos,
caminar sin otro apoyo que el desasimiento,
sin otra investidura que la desnudez, sin otro apoyo
que la dependencia de Dios.

En cuanto al mensaje a transmitir, es excesivamente breve,
nada de doctrinas, nada de abstracciones:
“El reino está cerca”,
es lo más cercano: sólo hay que abrirse a él, solo hay que despojarse de sí.

Se trata de anunciar, de proclamar:
ni imponer ni seducir.
Jesús no busca que demostremos su reino; busca que lo mostremos:
que lo seamos, lo encarnemos.
La vida de cada discípulo es la única evidencia, la única realidad.

Por eso también los gestos serán breves:
en la casa donde entren lleven la paz,
la paz que nadie puede dar si no la tiene,
la que sólo tiene una vida que late a Dios,
una vida que brota desde él.

“Curad a los enfermos”.
El gesto del reino, la presencia de su cercanía,
será la preocupación por el dolor ajeno: la solidaridad.

En síntesis:
Jesús propone el despojo de toda seguridad humana,
salvo la de apoyarse en su palabra,
de abrirse a su gracia, de dejarse engendrar.

Y cuando hayamos hecho lo que nos invita a realizar,
debemos sabernos, además, “siervo inútil”,
como dice en otro lugar en el evangelio.

Saber que nada puede asegurar que nuestros “nombres estén escritos en el cielo”,
salvo la única seguridad cristiana: la de la esperanza,
la que lo espera todo de la misericordia de Dios.

Tal es la misión, la pastoral que nos llama a encarnar Jesús:
– breve como la verdad
– despojada como la pobreza
– apoyada en su palabra como la esperanza
– desnudo de cualquier y todo poder, como la compasión y el perdón desde la cruz.

Solo la entrega de algunas palabras y,
como señal del discípulo, como garantía de sus palabras,
la entrega misma de la vida del discípulo allí,
donde hay dolor, allí donde sufre Dios.

Todo lo demás distrae, todo lo demás es evasión,
todo lo demás busca esquivar la cruz.

Todo lo demás es dar la espalda al hermano.


Hugo Mujica estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Tiene publicados más de veinte libros y numerosas antologías personales editadas en quince países; alguno de sus libros han sido publicados en inglés, francés, italiano, griego, portugués, búlgaro y esloveno.

www.hugomujica.com.ar


Reflexiones:

  1. REPLY
    Francisco Hector Sanchez dice:

    Hugo buen dia!

    Dios te bendiga.

    Muchas gracias por tus reflexiones!

    Mi mision, en sintesis, es ser perro pastor; sacrificarme por las ovejas y caminar, sin intentar desviarme del camino, con despojo, determinacion, hacia y con los que sufren.

    Abrazo fraterno

    Francisco

  2. REPLY
    J. L. Cuesta dice:

    El aliento de sus palabras son un huracan de dulce consuelo basado en las misericordias de Dios hacia su creación ingrata y muchas veces complice del enemigo. Pero que en el fondo busca su redención mediante el amor de Dios, para el que libremente elija aceptar la oferta del perdón sustituto de Cristo en nuestro lugar.

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