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Nuestros talentos

Virginia Gawel

El talento generalmente solo tiene una manera de ser descubierto: darle los instrumentos concretos para que se exprese. Virginia Gawel nos invita a descubrir y cultivar nuestros talentos, y nos ofrece el ejemplo de Hermann Hesse, quien a los cuarenta años le dio una oportunidad a su talento escondido de pintor.


talento-hesseEl talento generalmente solo tiene una manera de ser descubierto: darle los instrumentos concretos para que se exprese a través de determinada vía, y ofrecerle tiempo al cerebro para que se vuelva diestro en esa vía de expresión. Entonces la habilidad surge como el agua clara desde la entraña de la tierra. Pero recordemos que el agua clara no brota porque alguien, simplemente, se siente sobre el suelo a desearlo con fuerza: requiere que se trepane la tierra, perforando con constancia, y extrayendo piedras, arena… y más… y más… hasta que la perseverancia hace nacer el grito de “¡Eureka!” El agua, sí, surge con todo su poder, fresca y potable, cristalina sangre del planeta.

¿Cuáles serán los pinceles que aguardan nuestras manos? ¿Cuál el instrumento que espera que le demos música? ¿Qué canciones precisan el vehículo de nuestra voz para llenar el aire?

Así es el talento. Pero en nuestra época de sopas instantáneas y tanto “llame ya”, tendemos a creer que si nos ponen un pincel en la mano… ¡ya la primera obra debería ser notable! Y si no lo es, concluimos en que ha de ser porque no tenemos talento para ello. Un instrumento musical, el cultivo de la voz, la capacidad poética, o cualquier otro talento (aun no artístico) requiere práctica, paciencia, empeño; virtudes un poco soslayadas en los tiempos en que vivimos. ¿Qué sucede si aplicamos la bendita insistencia del espíritu? Éste encuentra una ruta bien empedrada por donde transitar hacia su expresión. Y esa ruta –nos lo dicen hoy las Neurociencias– está hecha también de neuronas en conexión. ¡Conexión tejida en base a tal insistencia del espíritu! Vuelvo a Aristóteles: “El alma es más fuerte allí donde se ejercita”. En el Zen se le llama “inconsciente entrenado”. ¡Nada menos!

La acuarela que ilustra este pensamiento de Hermann Hesse (Premio Nobel de Literatura, autor de obras imperdibles como “Siddhartha”, “Demian”, “El lobo estepario” y tantas otras) fue pintada por él mismo: a sus cuarenta años, su terapeuta (se presume que nada menos que Carl Jung, de quien después se hiciera amigo) le sugirió ilustrar sus sueños, de modo que Hesse le pidió al pincel que empezara a hablar con un idioma sin palabras. Durante la segunda mitad de su vida pintó 3.000 acuarelas, que cada tanto se exhiben por el mundo: diáfanas, bellas, que ilustran la paz que procuraba hallar para sí, el espacio vacío, el descanso de la razón… Son, en mi perspectiva, los colores del silencio.

¿Cuáles serán los pinceles que aguardan nuestras manos? ¿Cuál el instrumento que espera que le demos música? ¿Qué canciones precisan el vehículo de nuestra voz para llenar el aire? ¿Y qué otros talentos solo necesitan que les demos una oportunidad de tener lugar en nuestra vida? Es nuestra tarea descubrirlos, y volvernos parteros de lo que late dentro nuestro…

Virginia Gawel

A continuación puedes disfrutar de algunas de las acuarelas de Hesse. Haz click en cualquier imagen para verla en tamaño grande. Luego puedes avanzar o retroceder con las flechas.



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