Debemos distinguir entre “oración” y “oraciones”. Recitar oraciones es una actividad más entre otras, mientras que la oración es una actitud del corazón que puede transformar todas nuestras actividades. No podemos estar diciendo oraciones todo el tiempo, y sin embargo debemos “orar sin cesar”, como dice San Pablo.

Este “orar sin cesar” significa tener nuestro corazón permanentemente abierto al Sentido de las cosas. Aquellos momentos en los que experimentamos una profunda conexión con la Fuente del sentido de las cosas, son momentos de oración, por más que no los identifiquemos como tales. No existe ser humano que no ore, al menos en el sentido de tener una conexión con ideales que le dan sentido a su vida.