Blog

¿Qué hago cuando no hago nada?

Virginia Gawel

Siguiendo los tres pasos que enseña el hermano David (detenernos, mirar, actuar), Virgina Gawel nos invita a ejercitar la mirada, tanto hacia el mundo que nos rodea como a nuestro mundo interior.


que-hago-no-hago-nada

Uno lo ve vivir, y, si uno está desatento, parece que fuese una persona común. Sin embargo, basta con mirarlo a los ojos y notar la diferencia: lo diferente es que él sí está allí (“detrás” de los ojos).

Voy a procurar explicarme: por un lado, “él” es Brother David Steindl-Rast (este monje-psicólogo-sabio que tanta claridad ha ido vertiendo sobre mi vida); y “estar detrás de los ojos” es exactamente lo contrario de una mirada ausente. Cuando nuestra mirada está ausente, el mundo va empobreciéndose en sus significados. Como dice Pedro Aznar en una de sus canciones: “El mundo no muestra nada / a unos ojos sin mirada…”

Brother David invita a volver a estar presentes cuando nos perdemos a nosotros mismos ejercitando tres pasos: “STOP – LOOK – GO!”. Detenerse. Mirar. Seguir. Pero cuando nos hemos detenido y realmente miramos, ya no somos los mismos que antes de detenernos: el que “sigue” no es el mismo que el que “se detuvo”. Y la diferencia está en ese punto del medio: el “mirar”.

Mirar es dejar que el mundo nos brinde lo mucho que tiene para mostrarnos (siguiendo con la canción). Pero, además, mirar no es sólo abrir los sentidos en plena presencia (¡que ya sería mucho!). En mi pequeña experiencia, mirar es también volcar la visión hacia adentro, y, en ese detenerse, en ese “no hacer nada”, ejercer un poderoso hacer, que es el enhebrar en una sola visión todo lo que se está moviendo dentro nuestro.

Como si hiciéramos una brochette con lo que nos sucede, la mirada hacia adentro nos permite percatarnos de lo que, en medio de la acción, no nos habíamos dado cuenta: sensaciones, emociones, pensamientos que están modificando nuestra percepción del mundo, un estado interno no advertido… Cuando miro, me veo. Me traigo de vuelta a casa como un pastor trae a sus ovejas. Me arreo a mí misma si estaba perdida. Habito aquello que me sucede, porque dejo de estar ausente de mí. El detener ese “hacer” del mundo permite ese otro “hacer sin hacer” del que habla el Taoísmo (al cual llama Wu-Wei). La decidida intención de ver… crea la mirada. Nos damos la oportunidad de que, cuando sigamos, ya no seamos autómatas, sino seres sintientes, como es indispensable asumir que se es.

Detenerse y mirar es algo que, cuando se ejerce varias veces al día, resulta el más profundo entrenamiento de la atención. Y esto es vital, porque sin atención no vemos lo que nos pasa, ni lo que sucede en nuestro entorno.

“Detenerse y mirar” es algo que, cuando se ejerce varias veces al día, resulta el más profundo entrenamiento de la atención. Y esto es vital, porque sin atención no vemos lo que nos pasa, ni lo que sucede en nuestro entorno. La vida es como una película que transcurre… mientras nosotros estamos en el cine, ¡pero dormidos! Y así, vamos tomando decisiones erróneas, generándonos dolor, por no ver.
Cuando vamos fortaleciendo la atención con la práctica, ésta adquiere tres cualidades:

– Se vuelve más frecuente (es decir, tenemos cada vez más seguido un retorno desde ese olvido de sí, quedando entonces menos expuestos a vivir sumergidos en largas brechas de inconsciencia, como nos sucede cuando no hacemos este intento).

– Se vuelve más estable, durando más tiempo nuestra capacidad de estar presentes en lo que nos sucede y en lo que sucede alrededor.

– Se vuelve más penetrante, de modo que la conciencia puede captar mayor variedad de sutilezas, más matices, mucho más que el mero “estoy bien” o “estoy mal”. Advertimos múltiples capas en nuestro ánimo, en nuestro pensamiento, en las sensaciones del cuerpo… y por ende nos autopercibimos con mayor lucidez.

Quien no tiene una atención entrenada no puede observar lo que reamente experimenta, ni conectarse abiertamente hacia lo que “el mundo le muestra”. Está ausente de sí. Y no contar consigo mismo es la carencia que más pobre nos deja.

En ese “detenerse y mirar”, en cambio, está la semilla más límpida de un “seguir” que dé pleno sentido a nuestro paso por la vida. Depende de quererlo, de practicarlo; de aceptar caer en el olvido de sí para volver a encontrarse, tantas veces como sea necesario, teniéndonos compasiva paciencia.

¡Que así sea, para cada uno de nosotros!

Virginia Gawel


Reflexiones:

  1. REPLY
    Laura dice:

    Virginia Querida, Amadita de mis despertares GRACIAS

  2. REPLY
    María Ines dice:

    Es asi Virginia, gracias por este hermoso convite, detenernos para mirar, es conectarnos con nosotros mismos, escucharnos, ser consciente de ese instante único!! Un abrazo con afecto sentido!!

  3. REPLY
    Beatriz dice:

    Querida Virginia, aún no nos conocemos personalmente pero te estaré por siempre agradecida por tu cálida ayuda a mi hija, Andrea, y tu sabia orientación para guiar mi paso al SER.

    • REPLY
      Virginia Gawel dice:

      Hermoso mensaje, Beatriz! Todos tocamos las vidas de otros, y es bello saber que en algo pude ayudar a quien amás. Cariños para vos y para tu hija!

  4. REPLY
    Alicia dice:

    Querida Virginia tu hermoso y profundo art. El contenido , me llevó a recordar una frase de Don Orione, cuando estés superada sóli dí un Ave María y sigue Adelante.
    Thich Nhat Hanh – Detenerse en el ahora ( video you tube.). eso se logra respirando. Asi volvemos al presente en medio de la vida agitada que nos saca del centro.Respirar para volver al momento presente

    • REPLY
      Virginia Gawel dice:

      Exactamente así, Alicia: la respiración a mí también me sirve de cordel para sujetarme cuando ando perdida… 🙂 Te abrazo!

  5. REPLY
    Ines Olivero dice:

    Gracias Virgina, así es tan sencillo y tan alejado del trajín del diario vivir. Brother David es un guía indiscutible.

    • REPLY
      Virginia Gawel dice:

      Abrazo, Inés! Un gusto acompañarte.

Responder Cancelar respuesta