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Qué, por qué, cómo

David Steindl-Rast

En esta segunda charla en la Patagonia, el hermano David desarrolla las tres preguntas a las que todo ser humano se enfrenta: qué, por qué y cómo.


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Actualmente muchas personas sufren lo que podríamos llamar una falta de orientación en la vida. Simplemente sienten que están perdidas en el mundo. Si pensamos en épocas pasadas, como por ejemplo la edad media, la gente tenía todo un marco de referencia. Así, todos los interrogantes tenían respuesta: ¿Por qué estamos aquí? Porque Dios nos ha creado. ¿Para qué? Para salvarnos. ¿Cómo lo logramos? Cumpliendo los mandamientos de la iglesia, y viviendo de tal manera que lleguemos al cielo. De este modo se tenía un panorama bastante claro, asumido por toda la sociedad y aceptado por todos; la gente sentía que, aunque a veces se le hiciera difícil vivir de acuerdo a este panorama, tenían un marco de referencia, una orientación, una especie de mapa de la vida. En nuestros días no tenemos ningún mapa; los hemos perdido. Y los hemos perdido por varias razones; una buena razón es que se es más fiel a la vida cuando no se tiene un mapa fijo, ya que la vida es algo que cambia constantemente. Por eso en cierto sentido hemos ganado en fidelidad a la vida, pero por otro lado hemos perdido nuestra orientación. Necesitamos recuperar esa orientación, ya que no podremos ser felices mientras sigamos desorientados.

Cuando queremos orientarnos, por ejemplo si estamos escalando una montaña o navegando en el mar, debemos comenzar allí donde nos encontramos. No podemos de todos modos comenzar en alguna otra parte; necesariamente comenzamos donde estamos. Así, para orientarnos en la vida, debemos comenzar por nosotros mismos, y por nuestro deseo de felicidad. “Aquí estoy. Estoy vivo. Quiero ser feliz. Quiero vivir con alegría y en paz”. Todo ser humano puede decir esto. Para encontrar esa alegría y esa paz, necesitamos vivir agradecidos; y para vivir agradecidos es preciso detenernos, mirar y actuar. Detenernos para darnos cuenta de las oportunidades que se nos ofrecen; mirar dichas oportunidades y actuar respondiendo a ellas. Obrando así podremos alcanzar la felicidad y la paz. Sin embargo, esta paz no es estática; no se trata de decir simplemente “acepta lo que tienes y sé agradecido por ello”. Por el contrario, se trata de una interacción dinámica con la vida, momento a momento. Nos detenemos para ser conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor; miramos para ver lo que el momento presente nos ofrece, y respondemos actuando con todo nuestro empeño, con pleno entusiasmo.

No se trata de decir simplemente “acepta lo que tienes y sé agradecido por ello”. Por el contrario, se trata de una interacción dinámica con la vida, momento a momento. Nos detenemos para ser conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor; miramos para ver lo que el momento presente nos ofrece, y respondemos actuando con todo nuestro empeño, con pleno entusiasmo.

Al detenernos para observar la realidad, necesariamente nos plantearemos las tres grandes preguntas que todo ser humano debe afrontar en su vida: ¿Por qué? (¿Por qué existe todo lo que existe?) ¿Qué? (¿Qué es cada cosa que me rodea?) ¿Cómo? (¿Cómo debo vivir?) Estas son las tres grandes preguntas existenciales. Al detenernos, mirar y actuar nos encontramos con estas preguntas, y en nuestra búsqueda de orientación, podremos hallar nuestro rumbo en la dinámica de estas tres preguntas: por qué, qué y cómo. Nos puede ocurrir que vivamos “en la superficie” durante mucho tiempo, pero tarde o temprano algo hará que nos detengamos y nos preguntemos: “¿Por qué me ocurre esto? ¿Quién soy? ¿Por qué, en definitiva, existe lo que existe?” Este por qué nos conduce a una profundidad que es insondable, ya que no existe una respuesta cabal para el por qué. Podemos preguntar por qué, y por qué, y por qué, y adentrarnos cada vez más profundamente en la existencia y en la realidad, y así llegamos al silencio, allí donde ya no hay palabras, donde ya no hay respuestas. A este silencio podemos llamarlo oscuridad, o bien la nada, pues allí no hay ninguna cosa*. Detrás de cada cosa se esconde el “¿por qué?”; detrás de cada uno de nosotros también, “¿por qué?” Toda la realidad desemboca en este silencio insondable.

La segunda pregunta que todo ser humano tarde o temprano se plantea, es qué. “¿Qué es todo lo que me rodea?¿Qué soy yo?” Al hacernos esta pregunta, descubrimos que ella nos conduce a aquel mismo misterio, a aquella realidad insondable con la que nos enfrentamos y que no podemos comprender plenamente, sino solo vivirla. El qué nos lleva a hacernos nuevas preguntas: “¿Qué es esto? ¿Qué es aquello otro?” Al hacerlo, descubrimos que todas las cosas son mutuamente interdependientes; nada puede ser definido por sí solo. Podemos mentarmente aislar una cosa de todo lo que la rodea, pero en la realidad ella no está aislada, sino que cada ser está conectado con todos los demás, con todo lo que existe.

Tomemos como ejemplo una porción de pastel en un plato. Lo que comemos es tierra; todo ser humano se alimenta de la tierra. Nuestro alimento es tierra que ha sido transformada. El pastel está hecho con harina; la harina se hace con trigo, y el trigo nace de la tierra. La tierra se transforma en trigo, el trigo se transforma en harina, y la harina se transforma en nuestra comida. El pastel está hecho además con huevos. Los huevos provienen de las gallinas, y éstas también provienen de la tierra, ya que se alimentan con los granos que brotan de la tierra. En definitiva, aunque sea transformado, todo proviene de la tierra; y además, como decíamos, todo está conectado con todo. Esta porción de pastel en el plato no es solo esta porción de pastel, sino todo lo que está detrás de él: la primer mujer que inventó cómo cocer la harina, el descubrimiento del fuego… En otras palabras: incluso algo tan simple como una porción de pastel es algo ininteligible; si llevamos nuestro ¿qué? hasta sus últimas instancias, nos damos cuenta de que no tenemos una respuesta final. Cualquier realidad, sea lo que fuere, al someterla a este ¿qué? hasta sus últimas instancias, nos conduce al misterio, ese misterio que no podemos comprender, y que sin embargo nos sostiene.

Podemos mirar también a esa porción de pastel desde otra perspectiva: está hecha de moléculas; las moléculas están compuestas de átomos; los átomos están compuestos de partículas subatómicas… y así, cuanto más profundamente y con mayor precisión lo analicemos, tanto más nos daremos cuenta de que no podemos decir si quiera si se trata de materia o de energía. Este análisis culmina, una vez más, en aquel misterio insondable. De todos modos, la porción de pastel es algo para nosotros; la llamamos “pastel”, así como llamamos flor a una flor, persona a una persona… La pregunta acertada entonces es: “¿Qué es esto o aquello para nosotros?” Y la respuesta lógica es que esto o aquello es una palabra para nosotros, ya que nos dice algo. Cuando alguien nos dice “pastel”, lo entendemos porque dicha palabra tiene un significado. El significado de las cosas se expresa en palabras.

Luego viene la tercer pregunta: cómo. Toda persona tarde o temprano se pregunta “¿Cómo puedo vivir?” “¿Cómo puedo hacer tal o cual cosa?” En última instancia, este “¿cómo?” no tiene respuesta. Es la pregunta que concierne nuestro vivir; no podemos pretender encontrarle explicaciones a la vida, sino simplemente vivirla.

No busquemos entender la vida orientándonos con un mapa; como decía al principio, hemos superado la época de los mapas. La época actual es la época de las relaciones. Mediante la primer pregunta, por qué, podemos entendernos a nosotros mismos en relación con aquel Silencio que todo lo penetra, y del cual todo proviene. Ese silencio es la nada, pero no una nada vacía, sino una nada fértil, a partir de la cual surgen todas las cosas. El qué hace relación a todas las cosas o palabras que surgen de ese silencio, de esa nada. Y el cómo nos guía a la vida, entendida como una respuesta a dichas palabras.

Nuestra tarea consiste en escuchar atentamente cada palabra con la que nos encontramos, y responder a ella. A cada momento nos encontramos en la encrucijada de estos dos ejes de relación: el eje vertical que nos conecta, mediante el por qué, con el Silencio; el eje horizontal que nos conecta, mediante el qué, con todo lo que existe. Situados en esta encrucijada, nos preguntamos cómo. “¿Cómo debo vivir?” La respuesta es: escuchemos cada palabra que nos interpela y respondamos a ella viviendo en plenitud; demos una respuesta plena al momento presente. Podemos hacerlo mediante el detenernos, para escuchar el por qué; mirar para observar el qué; y actuar, es decir, respondiendo a la pregunta cómo. ¿Cómo vivir? Con amor; es decir, estableciendo una relación con todo lo que existe.

Primera charla: Detenernos, mirar, actuar (Haz click aquí)

Segunda charla: Qué, por qué, cómo

Tercera charla: Fe, esperanza, amor (Haz click aquí)

Cuarta charla: El ego y nuestro verdadero Ser (Haz click aquí)


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