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Un constante dejarse encontrar

Jose Chamorro

Tras diez años de oración matinal ante un icono, Jose Chamorro comparte su experiencia: una experiencia de silencio fecundo, de encuentro y comunión.


Sintetizar la experiencia de oración ante un icono es hablar de un proceso paradójico. En un primer momento podríamos pensar que se trata sencillamente de situarse ante una imagen, más o menos bella y agradable a nuestra mirada, con una actitud de respeto y admiración. Pero lo cierto es que el icono apunta directamente a la dimensión contemplativa que subyace en todo ser humano.

Un sentimiento de comunión cobra protagonismo cuando uno se abandona al silencio que provoca la imagen.

Ante un icono la persona orante es capaz de captar el llamado que la imagen hace directamente al corazón del creyente, a ese lugar exacto y concreto donde el Espíritu ora en nosotros (Cf. Rm 8, 26). Cada imagen ofrece al sujeto la posibilidad de centrarse, de ahondar en su intimidad, de bucear por la espesura interior donde subsiste la oscuridad y la luz, la niebla y la claridad que profiere la llama de amor viva, a la que Juan de la Cruz tan bellamente canta (Cf. Ll 1), y donde, sobre todo, se produce el verdadero encuentro con el Dios de Jesús.

Tras estos diez años de oración matinal ante el icono del “Buen amigo” (icono copto del s. VI – VII) puedo reafirmar lo que decía más arriba. La experiencia que supone agradecer el nuevo día ante la mirada atenta de Jesús y el abad Menas, protagonistas del citado icono, me ha llevado a cultivar una mayor apertura ante el Misterio. Ha sido toda una aventura de búsqueda, de meditación y, sobre todo, de contemplación.

Icono del Buen Amigo

Una experiencia donde me he reconocido descubierto, desnudado, ante la mirada misericordiosa de un Dios que me encontraba en la medida en que me dejaba encontrar. El icono evocaba en mí el trato que anhelaba recibir de Cristo a través del Espíritu que levemente intuyo como Presencia desbordante que consuela y pacifica toda mi vida.

Me llevó tiempo comprender que el icono no está para sencillamente ser contemplado como mero arte, sino que es fruto de todo un proceso de oración profunda que ha sido capaz de cobrar forma. Ante esta experiencia de oración no he podido más que ponerme a la escucha de aquello que tras los colores palpita. La fe que contiene la imagen entra en comunión con la fe del que ora ante el icono. En este sentido puedo afirmar que un sentimiento de comunión cobra protagonismo cuando uno se abandona al silencio que provoca la imagen, un silencio que se deshace en escucha. Es esta escucha la que me ha permitido reconocer el don que subyace a toda meditación y, en sentido extenso, a cada momento del discurrir cotidiano.

Esta experiencia de contemplación es la que me ha permitido ampliar la mirada para advertir en todo, en un momento de presencia consciente, la grandeza y la profundidad que habita hasta en lo más sencillo. Y así ha sido como he ido descubriendo que no se trata de lo que uno dice a Dios ante un icono, sino que es el hasta donde esta uno dispuesto a escuchar cuando el silencio te invita sencillamente a entrar.

Jose Chamorro


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