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El precio de la paz (continuación)

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Ahora bien, ¿por qué digo que solo la religión puede darnos la energía para pagar semejante precio? No estoy identificando a la religión con las religiones; si así lo hiciera, no podría afirmar aquello. Pero debe haber alguna relación entre la religión y las religiones. ¿Qué es lo que hace que las religiones sean religiosas?

El papel de la religión

Cuando analizamos la esencia de toda tradición religiosa, vemos que el origen de cada una de ellas es un profundo e ilimitado sentido de pertenencia, y no hay religión en el mundo en la que esto no suceda. No es necesario mencionar a Dios aquí, pero si queremos introducirlo, diremos que Dios es el punto de referencia para ese sentido de pertenencia. La pertenencia antecede a todo. No está allí afuera: es algo que experimentamos dentro nuestro, de forma personal. En los momentos en que experimentamos ese profundo sentido de pertenencia, experimentamos la paz. La religión es paz, porque esa experiencia de pertenencia sin límites es una experiencia de tranquilidad y seguridad, y se experimenta como una actitud de no violencia. Y cuando tiene lugar esta experiencia, la violencia carece de sentido.

La unidad que está en el centro de la experiencia religiosa simplemente elimina el “nosotros” y el “ellos”.

Hay un largo recorrido desde la experiencia religiosa que se da en el corazón de toda religión, hasta las religiones como las conocemos actualmente. En ese largo recorrido podemos al menos podemos indicar su dirección. Ante todo, ese sentido de pertenencia o de paz se interpreta en todos sus diferentes aspectos, y esa interpretación conduce al primer aspecto de toda religión que se llama doctrina. Segundo, ese sentido de pertenencia universal, de paz, de tranquilidad, de seguridad y no violencia, es celebrado, y esta celebración conduce segundo aspecto de toda religión que se conoce como ritual. Tercero, la intención de vivir según esa paz, de hacerla realidad, conduce al tercer aspecto de la religión, llamado moral: el compromiso de vivir según un sentido de pertenencia, de practicar la paz.

El hermano David junto a Thich Nhat Hanh en una marcha por la paz mundial

La medida que podemos tomar para medir la distancia que separa a las religiones de una auténtica religiosidad es la medida en que ellas hacen realidad la paz. Algunas religiones ponen límites a ese compromiso. “Sí, vivimos según nuestra pertenencia, pero las personas nos pertenecen según tales o cuales condiciones; por lo tanto, hay personas que quedan afuera”. Cuando estos límites ya no se imponen, cuando el compromiso de vivir según este sentido de pertenencia se vuelve universal, es entonces cuando una determinada religión es realmente religiosa. A lo largo de la historia, las religiones suelen hacerse cada vez más religiosas y luego declinan, hasta que una reforma les devuelve la religiosidad inicial. Hay ascensos y descensos, y es lógico que así suceda. Si esto se da en nuestra vida personal, ¿por qué no habría de suceder lo mismo con las religiones?

Ahora bien, si pertenecemos a una tradición religiosa en particular, tenemos tanto la responsabilidad como el derecho de usar sus estructuras para alcanzar los objetivos para los cuales dichas estructuras fueron creadas. Podemos usarlas para lograr la paz, y a veces esas estructuras pueden lograr más que lo que podría lograr un individuo aisladamente. Pero antes de que podamos utilizarlas, tenemos que hacer que nuestras religiones sean religiosas. Esa es la gran tarea para cualquiera que pertenezca a una tradición religiosa determinada.

Este modo de ver a la religión nos lleva a comprender por qué ella puede ayudarnos a pagar el precio de la paz. Si realmente experimentamos esa unidad con todas las cosas y esa pertenencia al todo, que es la intuición religiosa básica, entonces podremos aceptar el hecho de que cualquier conflicto que surja nos atañe a todos. La unidad que está en el centro de la experiencia religiosa simplemente elimina el “nosotros” y el “ellos”. Y si aceptamos la autoridad interna, que proviene de nuestra propia experiencia religiosa, entonces tendremos el valor de asumir nuestra responsabilidad.

Un cambio de paradigma

En la actualidad, un gran cambio de paradigma se está dando dentro de las religiones en todo el mundo. Toda autoridad que proviene, ya sea desde arriba o desde abajo, es una autoridad externa. El verdadero cambio de paradigma tiene lugar cuando la autoridad proviene desde adentro. Cada uno de nosotros otorga autoridad a todas las autoridades que reconocemos como tales, y a menos que les otorguemos autoridad, no las reconoceremos como autoridades. Por otro lado, podemos reconocer también, como lo expresa el lenguaje religioso, a Dios mismo dentro de nosotros. Este es en realidad el único lugar en el que podemos reconocer lo divino: nunca lo encontraremos fuera de nosotros a menos que primero lo encontremos en nuestro interior. Somos divinos, compartimos la divinidad. Es solo a partir de esta autoridad que podemos aceptar otra autoridad.

Si somos uno con todos, entonces sufriremos cuando otros sufran, y estaremos dispuestos a renunciar a ciertos privilegios. Estaremos dispuestos a pagar el precio. Podremos cantar hasta el final, y tendremos la confianza, el valor y la convicción, profundamente arraigada, de que esta canción continuará sin importar que alguien nos rompa los dientes o las manos que tocan muestro instrumento musical.

Así que, para terminar, les pediría que se plantearan cuatro preguntas, y se comprometieran con lo que hemos estado hablando:

– ¿Se comprometen a vivir desde ese corazón interior en el que somos uno con todos?
– ¿Se comprometen a asumir su responsabilidad, a dar pequeños pasos en el camino de la paz?
– ¿Se comprometen a renunciar en la medida de lo posible a su complicidad en la explotación de los demás?
– Recordando lo que dice T.S. Eliot (“una condición de completa simplicidad, que cuesta nada menos que todo”), ¿se comprometen a asumir el riesgo de hacer de la paz una realidad concreta?

Si hacemos todo esto estaremos, por cierto, encaminados hacia la paz.

Hermano David Steindl-Rast

Tomado de una charla del hermano David durante la conferencia “El espíritu de la paz” (Amsterdam, 1985).


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