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Estrecho es el camino

David Steindl-Rast

Comentando un texto de Kierkegaard, Br. David reflexiona sobre el camino de la cruz, que no es opuesto al gozo: “Una vez que descubrimos que la estrechez es el camino, participamos en la alegría que produce el comprender esta verdad”. Palabras para acompañar nuestro camino hacia la Pascua.


Quienes en su momento escribieron los evangelios y las cartas del Nuevo Testamento comprendieron que la gloria que reconocieron en Jesús no era contraria a su sufrimiento, sino que era precisamente el fruto de su sufrimiento. Debemos ser conscientes de esta verdad. El camino de la cruz no le pertenece a la vida de Jesús en forma exclusiva, sino que, si vivimos el tipo de vida que Jesús vivió (una vida contemplativa, manteniendo la mirada en lo sobrenatural, y poniendo esa visión en acción en la vida diaria), también nosotros terminaremos inevitablemente en la cruz. Es posible que seamos reacios a aceptarlo, pero en realidad no hay otra alternativa. Simplemente es una ley básica de la vida.

Se trata del sufrimiento gozoso de entregarnos a la vida como el grano de trigo, de darnos cuenta de que la estrechez nos lleva a la vida.

Cuando hablamos de la vida como un camino, la verdadera pregunta es: ¿Cómo voy a transitar por ese camino?, ¿Cómo voy a vivir mi vida? Kierkegaard cita a Jesús: “Angosta es la puerta y estrecho es el camino que conduce a la vida…” (Mt 7,14). Una vez más, “estrecho” no es un adjetivo que describe al camino, sino que la estrechez misma es el camino. “Estrecho” es el nombre del camino. Por lo tanto, cuando la vida es estrecha, reconocemos que estamos en el camino correcto. Un término alternativo utilizado con frecuencia en la Biblia es “tribulación”, que literalmente significa “trillar el grano.” La paja se va volando, y el grano cae. No podemos evitar la tribulación, no podemos evitar la estrechez. Es una alegría saber esto, porque entonces sabemos lo que debemos hacer: aceptar el sufrimiento. Y según Kierkegaard, cuanto más avanzamos, más debemos sufrir.

Me gustaría citar un pasaje del prólogo de la Regla de San Benito, que al principio puede parecer contradictorio a Kierkegaard. San Benito escribe:

“Vamos a instituir una escuela del servicio divino. En ella esperamos no establecer nada duro ni penoso. Pero si, cuando sea conveniente, para enmendar los vicios y conservar la caridad, se presenta algo un poco más severo que de ordinario, no abandones en seguida, asustado, el camino de la salvación, que necesariamente ha de iniciarse con un comienzo estrecho. Pues al progresar en la vida monástica y en la fe, dilatado el corazón, se corre con una dulzura de amor indescriptible por el camino de los mandatos de Dios”.

¿Es entonces el camino estrecho sólo al principio, o se hace cada vez más difícil, como Kierkegaard sugiere? Creo que esta contradicción es superficial, ya que una vez que descubrimos que la estrechez es el camino, participamos en la alegría que produce el comprender esta verdad, y esa alegría es “indescriptible”, como dice San Benito. La vida es un regalo; no la hemos merecido ni comprado. Por lo tanto tenemos que elegir entre dos actitudes, ambas dolorosas: Podemos sentir ansiedad por no creer que la vida sea un buen regalo, o podemos cambiar la ansiedad por ese tipo positivo de sufrimiento, que es un dolor que crece. Esta segunda opción es el sufrimiento de la compasión, que es el sufrimiento gozoso de entregarnos a la vida como el grano de trigo, de darnos cuenta de que la estrechez nos lleva a la vida.

Cuando Su Santidad el Dalai Lama visitó Estados Unidos en 1981, en una pequeña audiencia alguien le preguntó cómo es que los budistas han desarrollado un maravilloso camino para la superación del sufrimiento, mientras que los cristianos han estado lidiando con el sufrimiento durante casi 2.000 años. El Dalai Lama respondió diciendo: “No es tan simple como usted lo presenta. El sufrimiento no es vencido por dejar el dolor atrás; es vencido cargando con el dolor de los demás”. Y esta es una respuesta tan budista como cristiana. Es el postulado básico que se desprende del hecho de que la estrechez es el camino.

Hermano David Steindl-Rast

Reproducido de Hablar del Silencio: Cristianos y Budistas en diálogo, © 2005 por Publicaciones Vajradhatu (Segunda edición).

(1) El artículo de Kierkegaard apareció en Discursos Edificantes: Una selección, traducción de David F. y Marvin Swenson (Harpers Brothers, Nueva York, 1958). Volver arriba


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