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Colaborar con lo inevitable

Virginia Gawel

La Lic. Virginia Gawel invita a reinventarnos en estos momentos de crisis, a aprovechar la oportunidad de nacer a algo nuevo.



Vale la pena comenzar este tema recordando cómo los chinos grafican en su escritura el concepto “crisis”: el símbolo que lo representa está compuesto por dos ideogramas (grafismos), los cuales se escriben de arriba hacia abajo. Juntos, esos ideogramas significan “crisis”. Sin embargo, escritos por separado, el primero de ellos se leería como “peligro” o “riesgo”; y el segundo se entendería como “oportunidad”. He aquí la naturaleza intrínseca de toda crisis: por un lado conlleva el riesgo de la desestructuración, la desorganización, la angustia vinculada con la ruptura del orden existente (así se tratara de un orden tóxico… pero conocido). Mas toda crisis alberga, si se la sabe aprovechar, el germen de un nuevo orden: una reorganización que puede resultar más sana, más madura…

¿Colaborar con lo inevitable?

El orden posterior al caos que toda crisis origina es acompañado de demasiado dolor (como puede ser el que acontece luego de la pérdida de un ser amado, por muerte o separación). Sin embargo, la oportunidad allí también está disponible: ante hechos que no pueden ser modificados por la voluntad humana, existe una inteligencia profunda que puede sacar de ellos un provecho evolutivo (tal como un corazón más compasivo que pueda ayudar a otros a superar un trance similar al que hayamos tenido que atravesar, la constitución de una mayor fortaleza, un menor apego a lo prescindible, un sentimiento de gratitud de lo que antes estaba, pero que no valorábamos…)

Para llegar a esa instancia, la persona pone en juego sus mejores recursos, posibilitándose a sí misma elegir una identidad que esté muy por encima de la derrota, trascendiendo la situación de ser víctima de los hechos.

Como decía el psiquiatra transpersonal italiano Roberto Assagioli, “hay que aprender a colaborar con lo inevitable”. Esta frase acompaña mi vida, y me ha ahorrado muchos dolores inútiles, o los ha menguado en su virulencia. Aunque nuestra primera reacción sea luchar contra aquello que está muy por encima de nuestra posibilidad de control, podemos detener este desgaste inútil de energía, como el buen marino que acomodara las velas de su nave para que el viento no lo lleve a mal puerto: no puede cambiar la dirección del viento, pero sí puede plegar sus velas para no ser arrastrado, o moverlas para que esa corriente se vuelva favorable. Ya no nos gastamos en inútiles resistencias. Ya no nos enceguecemos en ir contra lo que es. Entonces, podemos ver qué hacer, y qué no hacer. Así podemos encontrar una nueva fuerza, pues al aceptar lo que es, habremos dejado de luchar contra molinos de viento, forcejeando inútilmente con la vida…

Aunque nuestra primera reacción sea luchar contra aquello que está muy por encima de nuestra posibilidad de control, podemos detener este desgaste inútil de energía. Al aceptar lo que es, habremos dejado de luchar contra molinos de viento, forcejeando inútilmente con la vida…

El pez que se debate contra el anzuelo, se ensarta más. ¡Pobrecito! Si pudiera serenarse, quizás suavemente se soltaría al abrir su boca. Los humanos también nos debatimos, a veces, aferrándonos a aquello que sería mejor soltar. ¡Necesitamos ser peces astutos, sobre todo cuando el anzuelo es filoso!

Hacer un Génesis de nuestro Apocalipsis

Las crisis generalmente son de dos tipos: las se dan desde afuera hacia adentro, teniendo como origen un hecho disruptivo del entorno (un accidente, la pérdida del trabajo, una crisis financiera, una separación afectiva…) y las que se dan desde adentro hacia afuera. En este segundo caso, muchas veces sobrevienen con la apariencia de ser abruptas: de pronto, la persona no soporta más condiciones que hasta ese momento parecían resultarle “aceptables”. ¿Qué sucedió? Es que el psiquismo humano tiene la peculiaridad de contar con mecanismos que le hacen funcionar como un termostato, preparado para conservar el equilibrio ante distintas variables externas. Esto hace que, para que el entorno no nos desestructure, efectuamos pequeños ajustes internos.

Pero la sumatoria de esos pequeños ajustes a lo largo del tiempo pueden derivar en una sobreadaptación a condiciones que nos son psicológicamente tóxicas, o al menos ajenas a nuestra verdadera naturaleza. Cuando la sumatoria de esos pequeños ajustes (¡que a veces son grandes!) conforman lo que se conoce como masa crítica, el sistema psicológico colapsa, y adviene un “Apocalipsis personal”: ya no soportamos lo que soportábamos, ya no toleramos lo que tolerábamos, ya no aceptamos lo que mansamente estábamos dispuestos a aceptar. La anestesia emocional se des-anestesia. Los velos que habíamos aceptado se des-velan. Y entonces vemos. Vemos lo que no queríamos ver. Es a partir de allí que podemos convertir ese “Apocalipsis personal” en un Génesis: el nacimiento de lo nuevo. Quizás lo nuevo más antiguo: lo que verdaderamente siempre fuimos, pero no nos permitimos ser.

Virginia Gawel


Reflexiones:

  1. REPLY
    maria marta dice:

    nde estar lo mejor posible y no acepto el mal humor en mi,que sucede al aceptar que me puedo enojar o molestar,salgo de mi eje y me siento mal,trato de flexionar y volver o trasformar mi ser en el disfrutar y aceptar que no todo pasa por mi.

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