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Desdramatizar: Amar al humor

Virginia Gawel

La madurez y la evolución personal no van reñidas de una buena cuota de sentido del humor, sino todo lo contrario… Virginia Gawel nos invita a desdramatizar y a redescubrir al buen humor como herramienta para mejorar la relación con los demás.


Muchos de nosotros nos hemos criado con la imagen de que la gente “elevada”, sabia, destacada, heroica, tenía el ceño fruncido y un aire extremadamente serio. Basta con mirar cuadros y estatuas que representan a estas figuras, y en su enorme mayoría hay algo que no encontraremos jamás: risa o sonrisa. Sin embargo, la psicología que investiga a quienes llegan a evolucionar, a autorrealizarse desde lo profundo, a tener buenos vínculos, a dejar una huella transformadora en la sociedad, señala que la sabiduría viene acompañada de una cualidad que, además, vale la pena cultivar: el sentido del humor.

Esto mismo se observa en las relaciones que funcionan saludablemente, en las cuales sus integrantes realizan alianzas de evolución (ayudándose mutuamente a hacerse la vida más llevadera, o, mejor aún, a despertar, a desplegarse…) Parejas, familias, amigos, equipos de trabajo, cuentan con un ingrediente valiosísimo cuando el sentido del humor es parte de la comunicación cotidiana. Y ese sentido del humor tiene el sello de que la risa no rebaja a ninguna persona, sino que está impregnada de una inteligente inocencia: no es a costa del dolor de nadie.

Recuperar la capacidad de mirar la vida con un humor afectuoso es parte del equipaje que necesitaremos para transitar la vida.

Curiosamente, para algunos aprender a reír es, por diversas razones, un verdadero ejercicio del espíritu: a veces por dolores que marcaron el ánimo, otras debido a cierto temperamento melancólico que oficia de base, pero en la mayoría de los casos la causa tiene que ver con vivir de manera equivocada, por haber exiliado a la alegría. Cualquiera sea la razón, recuperar la capacidad de mirar la vida con un humor afectuoso es parte del equipaje que necesitaremos para transitar la vida. Y el secreto será el tener la capacidad de reírse desde el desapego, practicando la capacidad de desdramatizar.

La desdramatización es un gran antídoto contra la autovictimización, la queja estéril, la visión selectiva de lo que es menos grato… Las personas autorrealizantes cultivan una actitud que les permite no solo ejercer un humor rápido, liviano, a veces sencillo y tierno… sino también aplicarlo al modo en que se ven a sí mismas. Reírse de sí, sin cinismo, sin autorrebajarse, hace que el camino interno se vuelva más luminoso, y que, así como amamos a esos seres queridos con los que aflojamos el ánimo riendo por cosas simples, podamos amar con gracia a nuestra identidad completa. Esa gracia, ese humor, es un condimento indispensable para el camino… nos vuelve más modestos… y mejores amigos de nosotros mismos.

Quisiera por eso hoy compartirles un poema de Susana Thénon escrito desde ese humor inteligente… que a la vez conlleva en su núcleo el sentido más hondo de lo que he querido expresar. Pues, como decía la querida María Elena Walsh, “no es lo mismo ser profundo que haberse venido abajo”. Sin puntos ni comas, este poema me parece como alegría que sale a borbotones. La alegría del encuentro. Del encuentro consigo mismo, desde la gracia…

Canto nupcial
Me he casado
me he casado conmigo
me he dado el sí
un sí que tardó años en llegar
años de sufrimientos indecibles
de llorar con la lluvia
de encerrarme en la pieza
porque yo -el gran amor de mi existencia-
no me llamaba
no me escribía
no me visitaba
y a veces
cuando juntaba yo el coraje de llamarme
para decirme: hola ¿estoy bien?
yo me hacía negar
llegué incluso a inscribirme en una lista de clavos
a los que no quería conectarme
porque daban la lata
porque me perseguían
porque me acorralaban
porque me reventaban
al final ni disimulaba yo
cuando yo me requería
me daba a entender
finamente
que me tenía podrida
y una vez dejé de llamarme
y dejé de llamarme
y pasó tanto tiempo que me extrañé
entonces dije
¿cuánto hace que no me llamo?
añares
debe de hacer añares
y me llamé y atendí yo y no podía creerlo
porque aunque parezca mentira
no había cicatrizado
solo me había ido en sangre
entonces me dije: hola ¿soy yo?
soy yo, me dije, y añadí:
hace muchísimo que no sabemos nada
yo de mí ni mí de yo
¿quiero venir a casa?
sí, dije yo
y volvimos a encontrarnos
con paz
yo me sentía bien junto conmigo
igual que yo
que me sentía bien junto conmigo
y así
de un día para el otro
me casé y me casé
y estoy junto
y ni la muerte puede separarme.

Virginia Gawel


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