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Mente abierta, corazón abierto

Thomas Keating, uno de los principales maestros de oración contemplativa, describe la práctica de la “oración centrante”, una antigua tradición espiritual al alcance de todos.


Thomas Keating (segundo de izquierda a derecha) junto al Dalai Lama y el hermano David, Boston, 2012.

Thomas Keating (New York, 1923) es uno de los principales maestros de oración contemplativa de la actualidad. Junto con otros autores ha recuperado el método de la “oración centrante”, que recoge prácticas espirituales de los primeros siglos del cristianismo y de otras tradiciones. En 1984 fundó “Extensión Contemplativa”, organización ecuménica dedicada a difundir este método de oración. En 2012 participó de la conferencia “Beyond Religion: Ethics, Values, and Wellbeing” (Más allá de la religión: ética, valores y bienestar) junto al Dalai Lama y el hermano David Steindl-Rast. Es autor de más de 30 libros. A continuación compartimos un extracto de su obra “Mente abierta, corazón abierto”, en que enseña la práctica de la oración centrante.

La oración contemplativa es el mundo o dimensión en donde Dios puede hacer lo que quiera. Entrar en ese campo es la aventura más grande. Es abrirse al Ser infinito y por lo tanto a posibilidades infinitas.

El camino espiritual no consiste en dirigirse a ningún lado, puesto que Dios ya está con nosotros y dentro de nosotros. Lo que hace falta es que permitamos que nuestros pensamientos ordinarios pasen a un segundo plano y floten por el río de la conciencia sin que les prestemos atención, en tanto que nosotros dirigimos nuestra atención hacia el río sobre el cual flotan. Nos semejamos a alguien sentado en la orilla del río, viendo pasar las embarcaciones. Si logramos permanecer en la orilla, fijando nuestra atención en el río y no en los botes, se irá desarrollando nuestra habilidad para ignorar los pensamientos cuando pasan, y aparecerá una forma más profunda de atención.

En el contexto de este método, un pensamiento es cualquier percepción que aparezca en la pantalla interior de la conciencia; puede ser una emoción, una imagen, un recuerdo, un plan, un ruido exterior, una sensación de paz… En otras palabras, todo lo que atraviese o quede registrado en la pantalla interior del consciente, el llamamos “pensamiento”. El método consiste en dejar ir todo pensamiento durante el tiempo de la oración, aún el más devoto.

Para facilitar esto, busca una posición relativamente cómoda para que la incomodidad de tu cuerpo no te distraiga; evita posiciones que corten la circulación porque comenzarás a pensar en eso. Escoge un sitio que sea relativamente tranquilo para no ser interrumpido por ruido excesivo o inesperado. Si no existe un sitio así en tu casa, trata de encontrar un momento de silencio cuando la posibilidad de ser molestado sea mínima. Es aconsejable cerrar los ojos porque así no pensarás en lo que estás viendo.

Entrar en este campo es la aventura más grande. Es abrirse al Ser infinito y por lo tanto a posibilidades infinitas.

Al desconectar los sentidos de su actividad ordinaria, puede que encuentres un descanso profundo. Un ruido súbito o una interrupción te puede sobresaltar, como por ejemplo, el timbre del teléfono. Trata de evitar la mayor cantidad posible de ruidos exteriores, pero si ocurren de todos modos, no dejes que esto te altere. El alterarse es un pensamiento cargado de emoción que muy posiblemente destruirá cualquier silencio interior que hayas alcanzado. Escoge para tu oración un tiempo en que estés más despierto y alerta. Por lo general bien temprano por la mañana, antes de comenzar las actividades ordinarias del día, es un buen momento.

Una vez que has escogido un tiempo y un lugar apropiados, que has encontrado una silla o postura que sea relativamente cómoda, y que has cerrado los ojos, escoge una palabra que exprese tu intención de abrirte y rendirte ante Dios, e introdúcela en el nivel de tu imaginación. No la pronuncies ni con los labios ni con las cuerdas vocales. Simplemente permite que sea una palabra de una o dos sílabas con la cual te sientas bien. Muy suavemente colócala en tu consciente cada vez que te des cuenta de que estás pensando en algo.

Si te pone nervioso estar como lo que puede parecer haciendo “nada” por un determinado período de tiempo, permíteme que te recuerde que nadie pone en duda el dormirse por un espacio de seis o siete horas cada noche. Pero recuerda, en esta oración no es que no hagas nada, sino que es una actividad muy suave.

La oración contemplativa es una manera de sincronizar una imagen más completa de la realidad, que siempre estuvo presente y en la cual se nos invita a participar.

Por lo general bastarán de veinte a treinta minutos para la mayoría de las personas poder establecer un silencio interior e ir más allá de sus pensamientos superficiales. Es posible que te sientas inclinado a dedicarle más tiempo. Sólo la experiencia te enseñará cual es el tiempo indicado para ti, y cuando éste termine, reanuda el curso normal de tus pensamientos. Puede ser este un momento adecuado para entablar una conversación con Dios, o recitar unas cuantas oraciones vocales en privado, o hacer planes para el día. Espera por lo menos dos minutos antes de abrir los ojos. Cuando te sustraes del uso ordinario de tus sentidos externos e internos llegas a una atención espiritual profunda, y el abrir los ojos súbitamente puede resultar chocante.

Al ir en aumento la dimensión espiritual de tu ser a través de la práctica diaria de esta oración, es posible que comiences a percibir ocasionalmente la presencia de Dios en medio de tus actividades ordinarias. La calidad de tu vida espiritual se está desarrollando y permitiéndote que recojas vibraciones de un mundo que anteriormente no percibías. Sin proponerte pensar en Dios, vas a encontrarte con que Él está presente en medio de tus quehaceres cotidianos. Se asemeja a añadirle color a una pantalla de televisión en blanco y negro: las imágenes que aparecen en ella son las mismas, pero están realzadas por una nueva manera de apreciar lo que antes no se percibía. Siempre estuvo presente, pero no podía ser transmitido por la falta de un aparato receptivo adecuado.

La oración contemplativa es una manera de sincronizar una imagen más completa de la realidad, que siempre estuvo presente y en la cual se nos invita a participar. Hace falta una disciplina apropiada para reducir los obstáculos a esta percepción expandida. Una de las formas de lograrlo es disminuyendo la velocidad con que nuestros pensamientos ordinarios se movilizan por la corriente de nuestro consciente. Si se logra esto, dará lugar a un espacio entre los pensamientos, permitiendo la percepción de la realidad oculta sobre la cual se deslizan.

La disposición fundamental en la oración centrante es abrirse a Dios. Lo que practicamos como cristianos podría resumirse en una palabra: paciencia. En el Nuevo Testamento la palabra paciencia significa esperar a Dios en el tiempo necesario, sin alejarse ni sucumbir bajo el tedio o el desaliento. Es la disposición del sirviente del Evangelio que esperó a pesar de que el dueño de casa se demoró hasta después de medianoche para regresar. Cuando por fin llegó, puso al sirviente a cargo de todo. Si esperas, Dios se manifestará; pero recuerda, puede que tengas que esperar bastante.


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