Celebration – Brother David in Patagonia


“Imágenes de una cruda belleza, imágenes de lo sagrado: esto es lo que vimos a cada paso en nuestro peregrinar por la Patagonia, y es lo que los invitamos a ver al pasar las páginas de este libro. Para poder percibir la belleza sagrada necesitamos cambiar el modo en que miramos el mundo que nos rodea: no con un vistazo que pretende apropiarse de las cosas, sino con una mirada suave y receptiva, casi como una caricia. Lagos reflejando las formas de las nubes en constante cambio, cóndores volando en círculos en lo alto de la bóveda del cielo, siluetas de árboles recortadas contra una llameante puesta del sol… imagen tras imagen, la Patagonia nos invitó a mirar con otros ojos al caminar por su suelo, como quien pisa tierra santa.”

Este libro recoge frases seleccionadas del hermano David Steindl-Rast, ilustradas con los magníficos paisajes de la Patagonia argentina, registrados por la lente maestra de Diego Ortiz Mugica durante la visita del hermano David a estas tierras en febrero de 2014. La profunda sabiduría del monje, junto con la extraordinaria belleza de las imágenes del fotógrafo, hacen de esta obra una verdadera Celebración de la vida.

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Prólogo

Una celebración puede tomar muchas formas diferentes; la celebración representada en este libro consistió en un glorioso peregrinar por la Patagonia. Hay una enorme diferencia entre una peregrinación y un viaje. En un viaje, cada paso nos aleja de casa y nos acerca a un destino lejano. En una peregrinación, por el contrario, cada paso es nuestro destino, y alcanzar ese destino paso a paso es como volver a casa. Mi llegada a la Patagonia fue como un regreso a casa, y cada paso del camino fue una celebración de la vida.

El suelo patagónico me parece sagrado, ya que gran parte de sus laderas y cañadones erosionadas por el viento, sus valles, ríos y lagos son aún vírgenes, en estado puro y natural; ese tipo de lugares de los que los irlandeses dicen “aquí el velo entre los dos mundos es delgado como una tela de araña”. Y en esta sensación de pisar suelo sagrado no estuve solo. Cada uno de los integrantes de este pequeño grupo de amigos que viajamos juntos sintió el mismo encanto de lo sacro. Diego Ortiz Mugica logró capturar en fotografías el doble aspecto de este paisaje, a la vez encantador y amenazante, atractivo e intimidante. Yo no dudaría en decir que sus fotografías son imágenes sagradas, ya que ellas abren puertas a esta doble realidad de temor y fascinación propia del asombro, propia de lo sacro.

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El encanto irresistible con que estas fotografías nos atraen está entrelazado con una suerte de fiereza que sacude nuestro interior. El poeta R.M. Rilke entendió que necesariamente debemos experimentar esta paradoja,

“porque la belleza no es sino el principio del terror,
pero la admiramos tanto, porque ella serenamente rehúsa destruirnos”.

Imágenes de una cruda belleza, imágenes de lo sagrado: esto es lo que vimos a cada paso en nuestro peregrinar por la Patagonia, y es lo que los invitamos a ver al pasar las páginas de este libro. Para poder percibir la belleza sagrada necesitamos cambiar el modo en que miramos el mundo que nos rodea: no con un vistazo que pretende apropiarse de las cosas, sino con una mirada suave y receptiva, casi como una caricia. Lagos reflejando las formas de las nubes en constante cambio, cóndores volando en círculos en lo alto de la bóveda del cielo, siluetas de árboles recortadas contra una llameante puesta del sol… imagen tras imagen, la Patagonia nos invitó a mirar con otros ojos al caminar por su suelo, como quien pisa tierra santa.

Al cambiar el modo en que mirábamos, cambió también nuestro modo de caminar: no ya con trancos decididos, sino con pasos suaves, casi como caminando descalzos. Desde la zarza ardiendo, una voz le dijo a Moisés: “¡Quítate tus sandalias! ¡Estás pisando tierra santa!” Los rabinos interpretaron este texto como dirigido a cada uno de nosotros, como diciéndonos: Quítate lo que separa la planta de tus pies del suelo que pisas, y te darás cuenta de que, estés donde estés, siempre pisas tierra santa. La palabra hebrea para “quitarse” utilizada aquí significa “desprenderse”, al modo en que un animal se desprende de su piel muerta. “¿Qué es esta ‘piel muerta’ que nos impide sentir la sacralidad del suelo que pisamos?”, se preguntan los rabinos. Y la respuesta es: el acostumbramiento. Acostumbrarnos a lo que nos rodea es una piel muerta de la que nos tenemos que desprender.

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La Patagonia era algo nuevo para nosotros, por eso nos resultó fácil abrir nuestros sentidos con una fresca vitalidad. Ya no caminábamos para llegar a algún lado, sino que el mismo caminar tenía en sí un propósito. Nuestro caminar era casi un juego, ya que el juego no tiene un propósito ulterior. Uno no baila para llegar a algún lado; de modo semejante, cada paso de nuestro peregrinar tenía sentido en sí mismo. Con cada paso celebrábamos el estar aquí y ahora.

Caminamos, ora por las arenas de extensas playas junto a un lago, ora por un escarpado sendero entre cañadones, ora por el blando suelo de un bosque cubierto de amancay en plena floración… y nos dimos cuenta de cuánto mas uno puede ver cuando camina en silencio. Aprendimos que caminar en silencio ayuda a ser conscientes del presente. Porque al fin de cuentas, ¿de qué otra forma sino siendo plenamente conscientes podríamos mirar con plena atención, escuchar de corazón, oler, gustar y tocar con plena vitalidad el mundo que nos rodea?

Demasiado a menudo en nuestra vida diaria nuestra mente nos desvía del presente. Está constantemente preocupada por el pasado (por lo que hemos perdido o por cómo nos han herido) o por el futuro (por nuestros temores y expectativas). La mente de un peregrino es mucho más realista. Ella es consciente de que necesitamos enfocar nuestra atención al Ahora si queremos responder plenamente a lo que se nos ofrece a cada momento. Con cuánta razón hablamos de un momento “dado”, cuán cierto que es un don: el mayor de los dones, ya que cada momento hace posible todo otro don. Cuanto más atención prestamos al Ahora, tanto más descubrimos en él. Esto es algo que también aprendimos.

La Patagonia revitalizó nuestros sentidos. Descubrimos el flamear de una multitud de banderas coronando una ermita al Gauchito Gil a la vera de la ruta. El viento helado despertó la piel de nuestras mejillas. Calentar los dedos entumecidos sosteniendo una taza de caldo caliente fue un placer largamente esperado. Nunca las galletas habían tenido un sabor tan delicioso. Nunca un abrigo de lana había sido tan reconfortante. Los cerros comenzaron a brillar con la luz del atardecer. Inspirado por el entusiasmo de Diego, yo también fui capaz de captar sus entramados y matices con la cámara de mi teléfono celular.

Al ser más conscientes de lo que nos rodeaba, pudimos ser más conscientes también de la presencia y las necesidades de los demás. Nuestra pequeña banda de peregrinos reía y mucho, pero también disfrutamos el permanecer juntos en silencio, contemplando la llama de las velas, simplemente celebrando la vida aquí y ahora. El aquí y el ahora se pertenecen mutuamente. Cuando estamos presentes en el ahora, lo estamos también aquí, en donde nos encontramos. El poeta David Wagoner llega incluso a personificar el Aquí:

“Dondequiera que estés, se llama Aquí,
y debes tratarlo como a un poderoso forastero;
debes pedir permiso para conocerlo y para que te conozca”.

Solo cuando despertamos a esta relación personal con el lugar (un suelo sagrado) por el que caminábamos, cada paso se convirtió en nuestro destino, cada paso fue un regreso a casa. Con este despertar nos fuimos convirtiendo más y más en peregrinos. Comenzamos a darnos cuenta de que lo que estábamos celebrando aquí en la Patagonia era la vida misma como un peregrinar.

Ciertamente que hay una enorme diferencia entre una peregrinación y un viaje. Y sin embargo, los dos tienen algo en común: un viaje de mil kilómetros comienza con el primer paso, y lo mismo ocurre con una peregrinación. Es este primer paso el que marca la diferencia. Es este primer paso el que decide si somos viajeros o si nos hemos convertido en peregrinos. Este libro nos invita a dar este primer paso decisivo, en este preciso momento. ¿Estamos dispuestos a mirar con una mirada suave al pasar sus páginas? ¿Estamos dispuestos a abrir nuestra mente y nuestro corazón a sus imágenes y al mundo del asombro, a la vez encantador e intimidante? Si es así, este libro nos puede conducir, aquí y ahora, a una celebración de la vida como un peregrinar. El peregrinar de nuestra propia vida.

Hermano David Steindl-Rast


Algunas fotografías que ilustran el libro: