La música del silencio


“El mensaje de las horas consiste en vivir a diario al son de los ritmos reales del día. Consiste en vivir de forma responsable, consciente, intencional, conduciendo nuestra vida desde el interior, sin dejarnos arrastrar por las exigencias del reloj, las agendas externas o las meras reacciones a lo que ocurre. Al vivir según los ritmos reales, nosotros mismos nos volvemos más reales. Aprendemos a escuchar la música del silencio, el aliento divino del universo”

En La música del silencio, el hermano David evoca la naturaleza sagrada del canto. Muestra en qué sentido las horas monásticas son mensajeros divinos, ángeles cotidianos que anuncian los dones y desafíos de cada etapa del día.

Vivimos en un mundo lleno de ruido, de conflictos, de distracciones y demandas incesantes. Todos anhelamos algún “centro silencioso”, como lo llamó T.S. Eliot, en el que podamos encontrar momentos de paz. En este libro, el hermano David nos muestra, con espontánea sutileza, cómo podemos incorporar el sentido sagrado del canto y demás tesoros de la vida monástica a nuestra vida cotidiana.

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Entrevista sobre La música del silencio

Henry Stark, un frecuente colaborador de la revista Sacred Journey, entrevistó al Hermano David acerca de su libro “La música del silencio”.

En la tradición monástica, el día transcurre a lo largo de ocho “horas” o ceremonias públicas de oración y canto. Vigilias es la primera de las “horas” de la madrugada, en que reina el misterio y la oscuridad. Laudes celebra la llegada de la luz. Prima es el momento de iniciar las labores del día. Tercia es un corto descanso a media mañana, en que las bendiciones espirituales proporcionan la energía para volver a despertar. Sexta se ubica a mitad de la jornada, cuando el sol se encuentra en su apogeo y la vida suele estar más agitada. Es el momento para enfocarse en la paz y ofrecerse en servicio a los demás. Nona reconoce las sombras alargadas y el apagar de la jornada. Vísperas celebra la iluminación de las lámparas a medida que la oscuridad desciende, y se examinan, reconcilian y reparan serenamente las contradicciones de la jornada. Completas tiene la función de “completar” la jornada. Esta última oración del día comienza así: “Concédenos una noche tranquila y una muerte en paz”. De este modo se traza el círculo de cada día.