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El sentido de la música

Con ocasión de la muerte del músico Gustavo Cerati, reflexionamos acerca de la “utilidad” de la música. En un mundo dominado por lo pragmático, los músicos y los artistas en general nos recuerdan la importancia de lo “inútil”. “Algunas de las cosas más superfluas son al mismo tiempo las más importantes, porque le dan sentido a nuestra vida”.


No bien se conoció la muerte de Gustavo Cerati, los medios y las redes se llenaron de expresiones de reconocimiento al genial músico, con palabras como “vas a estar siempre entre nosotros”, o “¡gracias… totales!”, palabras con las que el mismo Cerati se dirigiera a su público en la despedida de Soda Stereo en Buenos Aires en 1997.

La noticia despertó sentimientos de dolor, de tristeza… por qué no decirlo, de alivio también, por un coma de cuatro años que por fin había terminado. Pero por sobre todo, despertó sentimientos de gratitud. Gratitud por su legado; gratitud por la música, que trasciende al mismo músico que la compone y lo inmortaliza.

La partida de un artista talentoso y la repercusión que su partida tiene nos pueden hacer pensar en nuestra condición humana. Vivimos en un mundo en el que pareciera que el dinero lo rige todo, y en el que parecieran predominar los verbos producir – hacer – utilizar – aprovechar… Ante esta realidad, el arte irrumpe y rompe los esquemas. ¿Qué utilidad tiene el arte? Estrictamente hablando, el arte no tiene ninguna utilidad; y precisamente en esa “inutilidad” radica su belleza. El arte ilumina el tedio y la chatura que puede representar una vida reducida a lo pragmático, al trabajar – ganar dinero – comprar – tener. El arte aporta belleza a este caos. Quizás así podamos interpretar estas líneas de la canción de Cerati “Déjà-vu”:

“La poesía es la única verdad.
Sacar belleza de este caos es virtud”

Una canción no tiene ningún propósito. Mejor dicho, el propósito es un festivo despliegue de sentido en cada uno de sus movimientos, en cada tema, en cada momento de la pieza musical.

No solo el arte, sino también otras actividades hechas por esparcimiento como el deporte, nos muestran que hay algo que va más allá de lo práctico, de lo útil, de lo que “sirve”. ¿Qué es ese algo? Es el sentido. Una canción, un partido de fútbol, no tienen una finalidad ulterior, sino que tienen sentido en sí mismos. Este “tener sentido en sí mismo” es lo que hace que uno disfrute tanto un espectáculo deportivo, una canción, una poesía… Y esto es así porque en el encontrarle sentido a las cosas radica la paz del corazón. Por el contrario, nos puede pasar que a ciertas obligaciones, incluso a nuestro mismo trabajo, no le encontremos mucho sentido, pero lo hacemos por una finalidad ulterior: por obtener un beneficio, por ganar dinero; lo cual siempre va a dejar una sensación de insatisfacción.

Por eso, un modo de hallar la paz del corazón, la satisfacción, es el darle o encontrarle sentido a todo lo que hacemos; incluso a aquello que hacemos con una finalidad ulterior práctica. Podríamos decir, en otras palabras, que necesitamos poner más arte en nuestra vida; hacer con un sentido “artístico” todo lo que hacemos. Éste es el mensaje que nos deja todo músico, todo artista que parte. Estas ideas están muy bien expresadas por el hermano David Steindl-Rast en el capítulo “contemplación y ocio” de su libro La gratitud, corazón de la plegaria:


Estos son los polos de toda actividad: trabajo y juego.1 Cuando trabajamos, lo hacemos para lograr un objetivo; sin ese objetivo seguramente tendríamos otras cosas que hacer en vez de trabajar. Trabajo y objetivo están tan íntimamente relacionados, que en el momento en que uno logra su objetivo, el trabajo cesa. ¿O acaso seguimos reparando el auto una vez que ya está reparado? Quizás este ejemplo sea menos obvio que el caso de barrer. ¿Podemos seguir barriendo una vez que no queda ni una mota de polvo en el piso? Podríamos seguir haciendo movimientos con la escoba, pero en cuanto al objetivo de eliminar el polvo, el trabajo de barrer está terminado. Tarde o temprano, alguien nos va a preguntar por qué estamos jugando con la escoba. Lo que era trabajo con un propósito se convirtió en juego.

En el juego, todo el énfasis recae en el sentido de la actividad. Si le decimos a nuestros vecinos que bailar con la escoba los viernes por la noche tiene mucho sentido para nosotros, probablemente les llamará la atención, pero estrictamente hablando no podrán decir que es un sinsentido. El juego no necesita un objetivo; es por esto que los que juegan pueden continuar haciéndolo mientras le encuentren sentido a su juego. Cuando bailamos no lo hacemos para llegar a algún lado, sino que simplemente bailamos. Una canción no termina cuando logra su propósito; estrictamente hablando, no tiene ningún propósito. Mejor dicho, el propósito es un festivo despliegue de sentido en cada uno de sus movimientos, en cada tema, en cada momento de la pieza musical. El Canon de Pachelbel es una de las magníficas superficialidades de la vida. Cada vez que lo escucho, me vuelvo a dar cuenta de que algunas de las cosas más superfluas son al mismo tiempo las más importantes, porque le dan sentido a nuestra vida”.

 
(1) Traducimos como juego la palabra play, que aplica a actividades tan diversas como el deporte (“jugar” al fútbol) y la música (“tocar” la guitarra); y que sin embargo tienen en común el ser ambas actividades de esparcimiento, sin un propósito “útil” como el trabajo. Volver arriba


Reflexiones:

  1. REPLY
    Alicia dice:

    Desde los albores de la humanidad la música ha sido siempre una parte esencial en la vida del hombre, la forma más bella de expresar las emociones y los sentimientos. Músicos como Gustavo Cerati merecen todo nuestro agradecimiento, admiración y respeto.

  2. REPLY
    Francisco dice:

    Para mí la música es uno de los más grandes placeres de la vida, y un camino para el encuentro con el mundo interior, tanto del artista como de uno mismo… al escuchar ciertos temas, ciertas notas, se produce una conexión que va más allá de lo racionalmente palpable o explicable. Gracias Cerati!!

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