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El camino hacia la Pascua

hugo-100x78Domingo de Ramos. Nuestro camino hacia el triunfo pascual está escalonado, como el de Jesús, por el servicio a los demás: “Jesús resucita, nos llama a resucitar, pero a través de su camino, hacia la meta de su amor: hacia el dolor del otro, que sigue siendo su dolor, que es donde sigue estando su amor”.

Del evangelio de Marcos (11, 1-10)
Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: ¿Qué están haciendo? respondan: ‘El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida’. Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: “¿Qué hacen? ¿Porqué desatan ese asno?” Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, El Reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!”

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Jesús entra en Jerusalén saludado
como saludaban a un triunfador:
con palmas… con cantos… con hosannas…

Pero Jesús marcha hacia su triunfo fracasando humanamente:
terminando en un cruz,
crucificado en soledad.

Avanza dejando nuestras expectativas detrás,
desmintiendo todo triunfalismo humano,
todo éxito y todo prestigio,
toda aceptación social,
todo cálculo, toda ambición…
todo lo que solemos desear…

“Si eres Dios, bájate de la cruz”
serán las palabras de la última tentación,
las últimas palabras que le dirige el poder.

Son palabras prudentes,
aparentemente bien intencionadas;
son las que solemos usar para aconsejar,
son casi las mismas que dijo pedro
cuando no quería que sufriera Jesús.

Pero si eres cristiano,
podríamos agregar hoy, sube a la cruz,
abraza el dolor, el de los otros,
el que nos hace cristianos,
el que nos hace hermanos,
el que abrazó extendiendo los brazos Jesús.

Jesús abraza el dolor humano, lo redime,
pero no lo quita:
no nos priva de ser humanos.

Jesús, en apenas días, resucitará desde la cruz,
pero no nos exime de ella:
no nos priva de llegar a ser su imagen,
de continuar su encarnación,
de vivir y morir por los demás sin más premio que ese mismo darse,
sin más calculo que el no calcular,
sin más recompensa que la gratuidad.

Jesús resucita, nos llama a resucitar,
pero a través de su camino, hacia la meta de su amor:
hacia el dolor del otro, que sigue siendo su dolor,
que es donde sigue estando su amor.

Jesús, hombre y Dios, será resurrección,
pero la carne más humana, la carne crucificada,
sigue estando en las calles,
sigue esperándonos:

Es la de las vidas de los que para nadie cuentan,
la vida de los pobres cristos,
las que dependen de nosotros,
las que nos pone Dios en el camino
para escalonar nuestro camino hacia la Pascua
para acercanos, herida a herida,
hacia la resurrección.


Hugo Mujica estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Tiene publicados más de veinte libros y numerosas antologías personales editadas en quince países; alguno de sus libros han sido publicados en inglés, francés, italiano, griego, portugués, búlgaro y esloveno.

www.hugomujica.com.ar

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