¿Puede la caligrafía ser una práctica meditativa? Compartimos la experiencia de Thich Nhat Hanh, quien ha hecho de este arte una forma de oración. La belleza de los trazos brota de una vida dedicada a la plena conciencia y a la compasión.

En 1966, Thich Nhat Hanh se sentó frente a la pantalla de una lámpara con una pluma embebida en tinta china y escribió: Lámpara de Sabiduría. Luego escribió en otras dos pantallas: Lámpara del Mundo, y Lámpara de la Luna Llena. Eran sus regalos para tres estudiantes avanzados de la Escuela para Jóvenes y Servicio Social de Vietnam, fundada por él mismo para paliar el impacto de la guerra.
Si actuamos con plena conciencia e integridad, nuestro arte florecerá.
Estas tres frases fueron las primeras de muchas “meditaciones caligráficas” que Thich Nhat Hanh escribiría, primero en Vietnam y luego en su “Cabaña para Sentarse en Quietud”, rodeado de la paz y la tranquilidad de Plum Village, el centro de meditación que fundó en las colinas del sur de Francia.
Cada una de las caligrafías de Thich Nhat Hanh representa una herencia de la milenaria sabiduría budista adaptada a nuestros tiempos modernos. Ellas contienen y expresan toda una vida dedicada a la contemplación, la paz y la compasión.

Sin embargo, no es solamente un arte: es una práctica meditativa. Thich Nhat Hanh está plenamente presente a cada momento, ya sea bebiendo té, sentándose y tomando un pincel, o preparando la tinta. “Thay” ha dicho que no puede escribir poemas si antes no se ha dedicado un rato a la jardinería. Lo mismo ocurre con su caligrafía: cada una de ellas está compuesta de una plena conciencia aplicada al caminar, respirar, sonreír… y amar.