Blog

La transformación del aula

Patricia Jennings propone la práctica de la atención plena como factor transformador de la educación y la sociedad. Extractos del libro Atención plena para docentes.


¿Qué es la atención plena?

Llamamos atención plena a un estado particular de conciencia que implica reconocer y aceptar lo que está sucediendo en el momento presente. Puede entenderse como “plenitud de la mente” (mindfulness), ya que uno dirige su atención plena e indivisa al momento presente.

Esta práctica implica monitorear, en tiempo real, tu experiencia, y hacerlo sin juzgar. Significa estar plenamente presente en lo que está sucediendo aquí y ahora, en lugar de estar en el pasado con pensamientos como “espero que ayer todo haya ido bien en clases con el sustituto”, o preocupaciones acerca del futuro como “¿qué voy a hacer con este alumno?”

La atención plena implica tres procesos fundamentales: establecer la intención, prestar atención y ajustar la actitud. El acto de practicar mindfulness es intencional: es un acto con un propósito. Dirigimos nuestra atención al momento presente y lo miramos con aceptación, cuidado y discernimiento. Mindfulness, entendido como “plenitud de la mente”, puede llamarse también “plenitud del corazón”, en el sentido de que promueve una percepción del mundo con mente abierta y corazón abierto, actitudes que nos recuerdan la bondad y belleza intrínseca de lo que nos rodea.

Cuando miro a mi hijo a los ojos, puedo sentir el profundo amor que compartimos. Cuando doy clases y toda la clase participa, aparece el sentido de atención conjunta, el entusiasmo por descubrir cosas nuevas y la alegría de aprender juntos. Prestar plena atención a este sentido relacional en los alumnos puede ayudar a orquestar la dinámica del aula, y así promover su participación y mejorar su comportamiento social. Además, puede ayudarte a reconocer tus patrones emocionales y responder a ellos conscientemente, en lugar de reaccionar ciegamente a situaciones emocionalmente provocativas.

La transformación del aula

Sé el cambio que deseas ver en el mundo.
—Gandhi

La transformación comienza con el individuo. Al practicar regularmente la atención plena y aplicarla a nuestra vida y trabajo, comenzamos a reconocer que no somos víctimas de las circunstancias y que tenemos el poder de mejorarnos a nosotros mismos, nuestras aulas y nuestras escuelas. Las palabras de Gandhi nos recuerdan que somos los agentes del cambio.

La práctica de la atención plena puede brindarnos la perspectiva que necesitamos para visualizar un modelo completamente nuevo de educación que podemos empezar a poner en práctica ahora, en nuestras propias vidas y escuelas. Como docentes, somos modelos importantes para nuestros alumnos y sus padres. Estamos en una posición privilegiada para “ser el cambio”. Hace poco escuché una charla del congresista Ryan en el Centro de Ciencias Contemplativas de la Universidad de Virginia. Dijo que todos queremos dos cosas para nuestros hijos: que presten atención y que se preocupen por los demás. Señaló que los padres y maestros siempre les están diciendo a sus niños: “¡Presta atención!” y “¡Sé amable!”. Y luego agregó: “Ahora bien, ¿les enseñan a los niños a prestar atención y a ser amables?” Y añadió que la práctica de la atención plena puede ser la manera más simple, segura y efectiva de fomentar la atención y la amabilidad que queremos para nuestros hijos.

En lugar de simplemente entrenar las mentes de nuestros niños para que absorban y repitan datos para que les vaya bien en los exámenes, la práctica de la atención plena tiene el potencial de estimular otras habilidades cognitivas valiosas.

En lugar de simplemente entrenar las mentes de nuestros niños para que absorban y repitan datos para que les vaya bien en los exámenes, la práctica de la atención plena tiene el potencial de estimular otras habilidades cognitivas valiosas, tales como el pensamiento creativo, la toma de perspectiva y la resolución innovadora de problemas. Estas habilidades son fundamentales para nuestra capacidad colectiva de abordar los difíciles problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad.

Por otra parte, esta práctica fomenta las dimensiones sociales y emocionales del desarrollo, al promover una ética del cuidado mutuo y la compasión. Además, nos proporciona las herramientas para ser más conscientes de nuestras experiencias emocionales y para tener un mejor dominio de nuestras emociones. Estas capacidades son clave para la construcción de relaciones sociales saludables.

La atención plena puede describirse como un recurso para la comprensión de nuestra vida interior, el motor que impulsa el desarrollo espiritual, en el sentido secular de la palabra. Ella promueve un sentido de pertenencia y conexión. A medida que experimentamos la conciencia del momento presente, sin juzgar, podemos reconocer más fácilmente nuestra humanidad común y nuestra interdependencia entre nosotros y con toda la vida, no como una abstracción filosófica, sino como una experiencia directa de interconexión. El acto de preocuparnos por los demás, por toda forma de vida y por el planeta, se convierte en un mandato ético, ya que reconocemos nuestra unidad.
La práctica de la atención plena promueve el despertar. A medida que perfeccionamos nuestras habilidades de atención, desarrollamos la percepción. Comenzamos a ver detalles sutiles que nunca antes habíamos notado, y se despierta en nosotros una comprensión más profunda de las situaciones, interrelaciones y sistemas.

La aplicación de la atención plena a nuestras clases implica aceptar a nuestros alumnos tal cual son, reconociendo el valor inherente y el significado de sus actos y lo que los motiva, en lugar de tratar de hacerlos encajar en un molde formado por las expectativas institucionales.

Por ejemplo, cuando observo un salón de clases con atención, a veces noto sutiles pero significativas oportunidades de aprendizaje que de otra manera me habría perdido. Podría pensar que la alumna en el fondo del aula, concentrada en doblar un trozo de papel, está distraída de su tarea. Si me tomo un momento para hacer que mis ideas preconcebidas desaparezcan y así poder ver la situación a través de la lente de la atención plena, me doy cuenta de que la niña está profundamente concentrada tratando de hacer un pájaro en origami. Si bien puede ser que no esté haciendo la tarea que le había asignado, está aprendiendo algo significativo: está aprendiendo a aplicar su poder de concentración en algo desafiante y motivador. Si practico habitualmente la atención plena, puedo reconocer mi impulso a interrumpirla y corregirla, y luego tomarme un momento para respirar. La aplicación de la atención plena a nuestras clases implica darnos a nosotros mismos y a nuestros alumnos un “espacio”, y aceptar a nuestros alumnos tal cual son, reconociendo el valor inherente y el significado de sus actos y lo que los motiva, en lugar de tratar de hacerlos encajar en un molde formado por las expectativas institucionales.


También te puede interesar…

Atención plena para docentes

En este libro, Patricia Jennings comparte habilidades sencillas para lograr la paz y la productividad en el aula.


El autocuidado del docente

Patricia Jennings propone hacer del autocuidado una prioridad, y ofrece ejercicios para llevarlo a la práctica.


Atención plena en el aula

Una anécdota que ilustra la eficacia de practicar la atención plena al momento de dar clases.

Te invitamos a compartir tus reflexiones: