En su libro “Más allá de las palabras”, el hermano David reflexiona acerca del sentido de cargar la cruz: “La palabra clave es fidelidad. Jesús hizo lo que su fidelidad a Dios le pedía, y nosotros debemos hacer lo mismo”.
Recuerdo que en mi familia se solía hablar de tal o cual persona que tenía “una cruz muy pesada que cargar”. Esta noción de seguir a Jesús cargando con la propia cruz surgió de las primeras comunidades cristianas y encontró expresión en los evangelios, donde se cita a Jesús diciendo a quienes querían ser sus discípulos, “toma tu cruz y sígueme”. Bajo el imperio romano, seguir a Jesús bien podía conducir a la crucifixión, pero para muchos otros cristianos a lo largo de los siglos, la cruz que llevaron con valentía, paciencia y amor, no tenía nada que ver con las razones por las cuales Jesús fue crucificado. ¿En qué sentido entonces podemos hoy, en el siglo XXI, hablar de cargar nuestra cruz cuando con esto nos referimos, por ejemplo, a sufrir las desventajas de ser honesto, cuidar de padres ancianos o luchar contra una enfermedad debilitante? ¿Qué conexión hay entre nuestra cruz y la de Jesús? La palabra clave es fidelidad. Jesús hizo lo que su fidelidad a Dios le pedía, y nosotros debemos hacer lo mismo, no importa cuán diferente sea nuestra historia de vida de la suya.
Jesús no quiso su cruz más que lo que nosotros queremos la nuestra. Una cruz que se elige no es verdadera cruz. Lo que sí se elige es el ser fiel a Dios, no importa cuánto nos cueste, y esa “cruz” es lo que representa ese costo. En el Monte de los Olivos, Jesús mismo pidió una solución fácil: “Padre, si es posible…”; pero luchó hasta finalmente decir “hágase tu voluntad”. Haciendo suyas estas mismas palabras al recitar el Padre Nuestro, cristianos de todas las condiciones de vida han sido capaces de superar el resentimiento hacia la propia suerte, y así lograr “una paz que supera toda comprensión” (Filipenses 4,7). Podemos reconocer a esta paz por una profunda alegría interior que es perfectamente compatible con el dolor. El dolor, tanto físico como emocional, puede abrazarse con una serena alegría que nace cuando renunciamos al resentimiento y aceptamos las cosas como son. No se trata de resignación sino de su opuesto, que es el no-resentimiento. Solo sin resentimiento podemos dar una respuesta creativa, que a menudo es insospechadamente creativa.
El dolor, tanto físico como emocional, puede abrazarse con una serena alegría que nace cuando renunciamos al resentimiento y aceptamos las cosas como son.
Reflexiones:-
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patricia dice:
7 abril, 2015a las20:25Gracias!!!! por iluminar nuestro corazòn y la razòn de vivir con actitudes que olvidamos o no entendimos
Cristina Langan dice:
31 marzo, 2015a las02:21Me encantó ahora a ponerlo en práctica
Cristina Langan dice:
31 marzo, 2015a las02:19Cristina fijate que bueno está,cariños Susana
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