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El sentido del tiempo

David Steindl-Rast

Las vacaciones son una buena ocasión para detener la carrera frenética a la que nos somete el reloj para anclarnos en el Ahora. Br. David afirma que “lo que nos llena de alegría profunda y duradera es encontrarnos a gusto donde realmente estamos, totalmente vivos y presentes en el Ahora”.


Saturados de información pero, muchas veces, faltos de significado, nos sentimos en medio de un remolino incesante de obligaciones y exigencias, cosas que terminar, cosas que enmendar. Sin embargo, mientras corremos ansiosos de una actividad a la siguiente, percibimos que en la vida hay algo más que nuestras agendas mundanas.

Nuestra inquietud y nuestra carrera frenética se deben a nuestro distorsionado sentido del tiempo, que parece acabarse constantemente. La cultura occidental refuerza este concepto errado del tiempo como una mercancía limitada: siempre estamos sujetos a plazos de vida o muerte; siempre andamos cortos de tiempo; siempre se nos acaba el tiempo.

Una de las razones por las que nos sentimos tan ansiosos en nuestra vida cotidiana es que nos la pasamos rumiando el pasado o anticipándonos al futuro y por ese motivo no estamos presentes en el aquí y el ahora, que es donde reside nuestro verdadero ser. Cuando sentimos que no somos reales, somos como los ‟hombres huecos” de T. S. Eliot.

No podemos ser en el futuro ni podemos ser en el pasado; solo podemos ser en el presente. Solo somos reales en tanto vivamos el presente aquí y ahora.

Si concebimos el tiempo como una línea que va del futuro al pasado, el pasado devora continuamente el futuro sin dejar rastros. Mientras imaginemos el ‟ahora” como un lapso muy breve, nada evitará que cortemos ese lapso por la mitad y volvamos a cortarlo una y otra vez. Debido a que el tiempo cronológico siempre se puede subdividir en fracciones más pequeñas, no existe un ‟ahora” en el reloj; no es posible encontrar un ‟centro inmóvil” en el tiempo del reloj. Concebir el tiempo de esta manera no es solo un juego de palabras; es un experimento mental que podemos realizar con el fin de probarnos a nosotros mismos que, conociendo el significado del ahora, experimentaremos algo que trasciende el tiempo: la eternidad.

La eternidad no es un tiempo largo, muy largo. La eternidad es lo opuesto al tiempo: es el no-tiempo. Como dice San Agustín, es ‟el ahora que no pasa jamás”. No podemos alcanzar ese ahora avanzando en una secuencia meramente cronológica; sin embargo, está siempre a nuestro alcance en la misteriosa plenitud del tiempo.

Somos bienvenidos al misterio del tiempo de vez en cuando: en nuestros momentos más vivos, en nuestras experiencias más relevantes. De esos momentos, decimos: ‟el tiempo pareció detenerse”, o ‟tantas cosas juntas en un instante”, o ‟pasaron horas y para mí fue un segundo”. Nuestro sentido del tiempo se altera siempre en esos momentos de experiencias intensas y profundas, y por eso sabemos lo que significa el Ahora. Nos sentimos cómodos en ese Ahora, en esa eternidad, porque es el único lugar donde realmente somos. No podemos ser en el futuro ni podemos ser en el pasado; solo podemos ser en el presente. Solo somos reales en tanto vivamos el presente aquí y ahora.

La espiritualidad cristiana tradicional habla de observar todo sub specie aeternitatis, o sea, observar las cosas desde el punto de vista de la eternidad. En la vida corriente, nos sentimos tentados de medir las cosas de manera subjetiva, en términos de éxito mundano, logro de objetivos, o satisfacción de las expectativas de otros. Pero nuestras vidas adquieren profundidad y sentido solo cuando las observamos desde un punto panorámico más alto, cuando medimos nuestros intereses temporales en relación con el Ahora eterno.

Sabemos que lograr nuestros objetivos solo en el plano pragmático, material, temporal (y por lo tanto, ¡temporario!) no es lo que nos hace felices de verdad. Lo que nos llena de alegría profunda y duradera es encontrarnos a gusto donde realmente estamos, totalmente vivos y presentes en el Ahora.

Hermano David Steindl-Rast

Tomado del libro “La música del silencio”, del hermano David Steindl-Rast.


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Este libro es una invitación a “conducir nuestra vida desde el interior, sin dejarnos arrastrar por las exigencias del reloj, las agendas externas o las meras reacciones a lo que ocurre”.


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Reflexiones:

  1. REPLY
    María Cecilia Simoncini dice:

    !Muchas gracias Hermano David por enseñarnos un concepto de difícil interpretación para poder llevarlo a la práctica!
    Me encantaría leer su libro para profundizar aún más. Desde hace mucho tiempo sigo sus enseñanzas y me transmiten paz y claridad para comprender.
    Un cariño profundo!!

  2. REPLY
    Alicia Hortal dice:

    Muchas gracias por compartir tanta belleza y sabiduría, que quedan en mí como grandes tesoros!!!!!!

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