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El sentido del trabajo

David Steindl-Rast

¿Nos pasa que no le encontramos un sentido a nuestro trabajo? Br. David ofrece pistas para lograrlo: no enfocarnos tanto en el “para qué” de lo que hacemos, sino en la actividad misma. Porque en definitiva, las cosas más importantes de la vida no tienen una finalidad ulterior: son valiosas en sí mismas.


Generalmente se habla de trabajo y ocio como opuestos. Sin embargo, ¿qué es en realidad lo opuesto al trabajo? Es el juego. Éstos son los polos de toda actividad: trabajo y juego. Cuando trabajamos, lo hacemos para lograr un objetivo. Trabajo y objetivo están tan íntimamente relacionados, que en el momento en que uno logra su objetivo, el trabajo cesa. ¿O acaso seguimos reparando el auto una vez que ya está reparado? ¿O podemos seguir barriendo una vez que no queda ni una mota de polvo en el piso? Podríamos seguir haciendo movimientos con la escoba, pero en cuanto al objetivo de eliminar el polvo, el trabajo de barrer está terminado. Tarde o temprano, alguien nos va a preguntar por qué estamos jugando con la escoba. Lo que era trabajo con un propósito se convirtió en juego.

En el juego, todo el énfasis recae en el sentido de la actividad. Si le decimos a nuestros vecinos que bailar con la escoba los viernes por la noche tiene mucho sentido para nosotros, probablemente les llamará la atención, pero estrictamente hablando no podrán decir que es un sinsentido. El juego no necesita un objetivo. Es por esto que los que juegan pueden continuar haciéndolo mientras le encuentren sentido a su juego. Cuando bailamos no lo hacemos para llegar a algún lado, sino que simplemente bailamos. Una canción no termina cuando logra su objetivo; estrictamente hablando, no tiene ningún objetivo. Mejor dicho, su objetivo es un festivo despliegue de sentido en cada uno de sus movimientos, en cada tema, en cada momento de la pieza musical. El Canon de Pachelbel es una de las magníficas superficialidades de la vida. Cada vez que lo escucho, me vuelvo a dar cuenta de que algunas de las cosas más superfluas son al mismo tiempo las más importantes, porque le dan sentido a nuestra vida.

Si a nuestro trabajo, hecho por un objetivo, le encontramos un sentido, veremos que podemos disfrutarlo.

Quienes pasan sus horas de trabajo teniendo en mente únicamente lograr su objetivo, difícilmente gozarán del tiempo libre cuando éste finalmente llegue. O bien terminarán hundiéndose extenuados en un sillón con un vaso en la mano ( pues el trabajo así encarado a uno lo colapsa completamente), o bien, por estar tan enfocados en sólo lograr su propósito, seguramente seguirán trabajando fuera de horario. Simplemente no podemos disfrutar del tiempo libre si no aprendemos a disfrutar del trabajo como disfrutaríamos de un juego.

¡Tomar el trabajo como un juego! ¿No nos suena casi frívolo, dada la actitud hacia el trabajo que nos han metido en la cabeza a muchos de nosotros? Tomar el trabajo como un juego nos suena a tomarlo a la ligera; y sin embargo, el trabajo así encarado resulta ser el más eficiente. Tomar el trabajo como un juego significa darle al trabajo lo que es propio del juego, es decir, poner el énfasis en el sentido. El ocio le da sentido a un objetivo; le da significado a una actividad enfocada en lograr el objetivo. En chino, la palabra “ocio” se forma con dos caracteres que significan “aire libre” y “luz del sol”: el ocio crea una apertura que deja entrar la luz del sol. En una ocasión, caminando por Wall Street por la mañana, pude ver un haz de luz solar penetrando en ese cañadón de cemento que forman los rascacielos, y entendí lo que ese antiguo ideograma chino podía significar para los ocupados neoyorquinos.

Si a nuestro trabajo, hecho por un objetivo, le encontramos un sentido, veremos que podemos disfrutarlo, y así ya no estaremos cada día esperando ansiosamente que llegue la hora de terminar. Si cada día empleamos aunque más no sea unos minutos en tratar de sacarnos de encima esto o aquello, a la larga habremos desperdiciado días, semanas e incluso años de nuestra vida. Hacer un trabajo sin encontrarle un sentido es una forma de matar el tiempo; el ocio, por su parte, le da vida al tiempo. El ideograma chino para “estar ocupado” también está formado de dos elementos: “corazón” y “matar”. Esto es una advertencia oportuna: hasta el mismo latido de nuestro corazón es saludable sólo cuando alterna regularmente movimiento y reposo.

El corazón es un músculo particular, diferente de los demás músculos. ¿Cuántas flexiones podemos hacer antes de que los músculos de nuestros brazos y abdomen se cansen tanto que tengamos que parar? Por el contrario, el músculo de nuestro corazón no cesa de trabajar mientras vivimos. Nunca se cansa porque su estructura incluye una fase de reposo en cada latido. Nuestro corazón, en sentido físico, trabaja incluyendo el reposo, el ocio; el corazón entendido en un sentido más amplio también debe incluir ese ocio vivificante. El no perder de vista el lugar central que debe ocupar el ocio en nuestras vidas nos mantendrá jóvenes de espíritu.

Tomado del libro La Gratitud, Corazón de la Plegaria, del hermano David Steindl-Rast.


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