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Siempre tú

David Steindl-Rast

El hermano David Steindl-Rast señala la presencia de un único y gran “Tú” que subyace a todas nuestras relaciones humanas. “Cuanto más sensibles seamos a nuestro Tú interior, más íntimamente nos sentiremos conectados con los demás”.


Siempre tú: Toda vida es relación

Reconocer que yo estoy, desde el mismo inicio de mi vida, inmerso en una red de relaciones, me prepara para una intuición fundamental: la palabra “yo”, en esencia, expresa relación. No tiene sentido decir “yo” si no es en relación a un “tú”. En mi vida exterior, me encuentro con muchas personas: cada una es el único “yo” para sí misma, cada una representa un “tú” diferente para mí. Así, a lo largo de mi vida voy conociendo innumerables pequeños tús. Sin embargo, en mi mundo interior experimento un solo gran Tú, conocido por mí desde el principio, no adicionalmente a todos los pequeños tús, sino un Gran Tú que de alguna manera los abarca a todos. La pasión por un tú humano será genuina y profunda sólo en la medida que abrace — en y a través del tú humano — al Gran Tú. El poeta Rainer Maria Rilke, en su poema de amor más apasionado, apunta a ambas dimensiones del Tú:

    Apágame los ojos y te seguiré viendo,
    cierra mis oídos y te seguiré escuchando,
    sin pies hacia ti seguiré yendo,
    sin boca te seguiré invocando.
    Arráncame los brazos, te estrecharé
    con mi corazón, como con una mano,
    detén mi corazón y latirá mi mente,
    arroja mi mente a las llamas
    y seguiré llevándote en mi sangre.

Que el “tú” aquí referido lo es en ambas dimensiones queda demostrado por el hecho de que Rilke escribió estos versos para Lou Andreas-Salome, el gran amor de su vida, y que poco después los incluyó con el consentimiento de su amada en su “Libro de Horas”, como una plegaria.

En mi mundo interior experimento un solo Gran Tú, conocido por mí desde el principio, no adicionalmente a todos los pequeños tús, sino un Gran Tú que de alguna manera los abarca a todos.

Desde el primer momento, es este Tú interior el que me hace posible decir “yo” en el pleno sentido de la palabra. Cada encuentro externo con un pequeño tú puede profundizar y enriquecer mi conocimiento del Gran Tú. Solo si mantengo mi mirada en ambos, en el tú que me confronta de manera concreta y, al mismo tiempo, en el Tú esencial de mi interior, puedo hacer propias en toda su dimensión las palabras de e.e. cummings (1894-1963, poeta quien insistió en escribir todo, incluido su nombre, en minúsculas): i am through you, so i (soy a través tuyo, tan yo).

Pero, ¿puedo estar seguro de que mi Gran Tú es más que un término colectivo para todos mis pequeños tús, más que una suerte de tú genérico? ¿Es realmente más que eso? Una observación que me ha ayudado a descubrir ese “plus” de mi Tú interior es la siguiente: experimentamos nuestra vida no como una serie de episodios aislados, sino como un guión que se va desarrollando, como una historia, la historia de nuestra vida. Y las historias están para ser contadas. Cuanto más me acerco a una persona, más impulsado me siento a contarle la historia de mi vida. Pero aquí me choco con un hecho sorprendente: por más que lo intente, nunca puedo transmitir mi historia por completo, ni siquiera al ser humano más íntimo. Con cierta frustración, siempre me queda la sensación de que algo de lo más profundo no llega a comunicarse. Sólo mi Tú interior y primigenio, que participa en cada paso de mi historia a medida que sucede, parece entenderla plenamente. El Gran Tú es al único a quien puedo contarle toda mi historia. Es a este Tú al que Rilke se refiere cuando dice:

    Siempre camino hacia ti
    con todo mi caminar;
    pues, ¿quién soy yo y quién eres tú
    si no nos entendemos uno al otro?

Desde el mismísimo amanecer de mi conciencia, conozco intuitivamente este “caminar hacia”, esta orientación básica hacia mi Tú interior, como mi relación primigenia, aún cuando pueda hacerme más consciente de ella gradualmente a través de la reflexión y la meditación. Y esa conciencia intuitiva de mi Tú interior acompaña, como música de fondo, cada una de mis relaciones con cada tú que me encuentro por la vida. Al principio, esto puede ser no más que una intuición, pero podemos discernir por qué ha de ser así: mi Tú primigenio está en el corazón del Gran Misterio, que es uno y que, como dijo Robert Frost, “se encuentra en el centro y sabe, mientras danzamos en círculo”. Ese Gran Misterio puede ser compartido, pero nunca dividido. El Gran Tú es uno y el mismo para todos nosotros. Necesitamos que este hecho decante en nosotros. Nada podría ser más importante que cultivar la relación con nuestro Gran Tú.

El escéptico dentro tuyo podría dudar de la existencia de ese Gran Tú. Pero está allí el realista, que como el poeta e.e. cummings, sabe:

    ¿Cómo podría, probando, tocando, oyendo, viendo,
    respirando, cualquier humano que meramente es
    — surgido del no de toda nada —
    dudar de Ti, inimaginable?

Deja que los cínicos afirmen que el Tú interior no es más que una nueva versión del amigo imaginario con el que los niños fantasean a menudo. Puedes observar la diferencia muy claramente: lo que inventa tu imaginación hace lo que quieres. El gran Tú, sin embargo, presente en cada pequeño tú, te impone, sin palabras, grandes demandas. Exige sinceridad, asombro, lealtad…

Cómo escuchamos a nuestro Tú interior determina cómo escuchamos a los demás. Es por eso que nuestro vínculo con nuestro Tú interior es tan importante, no solo para nuestra fortaleza interior, sino también para el bienestar de las comunidades a las que pertenecemos. Cuanto más sensibles seamos a nuestro Tú interior, más íntimamente nos sentiremos conectados con los demás y estaremos listos para compartir con ellos, porque nuestro Tú primordial personal es al mismo tiempo el Tú primordial común a todos nosotros.

Cuanto más aprendamos a vivir en el ahora, más fácil será para nosotros ver al Tú permanente en cada tú temporal, no solo en aquellos cercanos a nosotros, sino en todos los seres humanos.

Cuanto más íntimamente experimentamos la pertenencia mutua a otra persona, por ejemplo, en una amistad profunda o en un amor maduro, más fuerza cobra la percepción de que nuestra contraparte parece encarnar algo más allá de su persona, algo que nos hace grandes demandas, como mencionamos anteriormente.

El Gran Tú que encontramos en la persona amada nos desafía y nos inspira a elevarnos a una estatura interior que no habíamos siquiera imaginado. En una relación humana profunda, los ojos interiores de cada parte pueden ver al único Gran Tú en el otro. El amor les da los ojos adecuados para ver la realidad. Y todos podemos entrenar esos ojos interiores. Cuanto más aprendamos a vivir en el ahora, más fácil será para nosotros ver al Tú permanente en cada tú temporal, no solo en aquellos cercanos a nosotros, sino en todos los seres humanos. Esto es crucial, porque moldeará nuestra forma de tratar a todos y a cada uno. Se convertirá en nuestra segunda naturaleza decir “sí” a esta pertenencia juntos en el Gran Tú, simplemente a través de la forma en que vivimos. Y eso, no es nada menos que el Amor en acción.

La conciencia de nuestro Tú compartido suele ser mucho más clara en un encuentro Yo/Tú que en un encuentro que llamaremos Yo/eso, y que exploraremos en la sección siguiente. Pero Rilke, quien escribió “Estoy siempre caminando hacia Ti”, encuentra al Gran Tú, también en las “cosas” (y obviamente también en los animales y las plantas):

    Te encuentro en todas estas cosas
    con quien soy cercano y como un hermano;
    como una semilla, te dejas acariciar en las pequeñas,
    y en las grandes te entregas en gran manera.

Al reconocer al Gran Tú en todas las cosas, el poeta se eleva a las alturas místicas. Un místico de la tradición jasídica del judaísmo, el rabino Itzjak Berditchev, reza en éxtasis:

    Donde sea que vaya, ¡Tú!
    En todo lo que observo, ¡Tú!
    Sólo Tú en todas partes, siempre Tú. Tú, Tú, Tú.
    Cuando todo en mí brilla, ¡Tú!
    Cuando todo en mí llora, ¡Tú!
    ¡Sólo tú! ¡En todo lugar Tú! Tú, Tú, Tú.
    ¡El Cielo eres Tú!
    ¡La Tierra eres Tú!
    ¡Tú por encima! ¡Tú por debajo!
    En cada dirección, en cada final,
    ¡Solo Tú, en todo Tú!

Hermano David Steindl-Rast

Tomado del libro Orientación para una vida plena, de próxima aparición.


Reflexiones:

  1. REPLY
    Maria dice:

    cuando descubrí al Otro descubrí mí Yo….mí Tu.

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