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No hay tiempo para apurarse

Paciencia, humildad, consideración serena de los hechos, trabajar unidos. Todo esto nos permitirá aprovechar esta crisis para evolucionar como individuos y como especie.


“Una nube ignora por qué se desplaza en una determinada dirección, y a una velocidad específica. Solo siente un impulso… Ese es el rumbo del momento. Pero el cielo conoce las razones y la trama que hay detrás del movimiento de las nubes. Tú también las podrás conocer cuando te eleves a la altura necesaria para ver más allá del horizonte.”

― Richard Bach

Los días y meses venideros serán cada vez más conflictivos. Sin embargo, necesitamos no caer presa de las crecientes divisiones y partidismos. Entre sus efectos menos alentadores, la pandemia global ha producido en abundancia tendencias contradictorias: por un lado, la sentida necesidad de tener las cosas bajo control y retomar nuestra vida y, por el otro, una sensación de desamparo e impotencia de cara a lo que está siendo percibido como un invisible agente de la muerte. Expresado de esta manera, parece que por poco estuviéramos viviendo en una distopía darwiniana de la supervivencia del más apto con “la naturaleza roja en los dientes y en las garras” (como Lord Tennyson tan fuertemente lo describió) llamando a nuestra puerta y sintiendo su respiración en nuestro cuello. Solo que esta vez no podemos ver a los causantes, no podemos oírlos acechándonos, no los podemos oler, tocar, y de ninguna manera sentir su presencia. Ciertamente, ni siquiera las herramientas de la ciencia pueden aliviar nuestras dudas ni socorrernos. Algunos incluso lo han llamado “virus de Shrödinger”(1), debido al hecho de que debemos actuar como si tuviéramos el virus (para no diseminarlo), y como si no lo tuviéramos (y no estuviéramos inmunes a la posibilidad de infectarnos con él) al mismo tiempo. Este es el relato dominante que nos contamos a nosotros mismos a través de las noticias, las redes sociales, e incluso al mirarnos al espejo.

Pero nada cuadra con los relatos que se nos presentan. Ninguno tiene fundamentos. ¿Podría haber otra forma de abordar este desafío, una forma que no requiera de caer en tan penetrante narrativa de conflicto y fatalismo? Claramente vivimos en una sociedad cada vez más conectada en red, enclavada en un mundo fundamentalmente interconectado: la naturaleza es un gran rizoma. Esto significa que somos más frágiles y vulnerables (dado que, bajo condiciones de mayor interconexión e interdependencia, las cosas se difunden más rápidamente), pero también significa mayor fortaleza y vigor (por exactamente la misma razón). Dicho de manera simple: unidos somos más fuertes, pero si no trabajamos unidos, nuestra fortaleza se vuelve nuestra misma debilidad.

El hecho de que estos tiempos representen un desafío sin precedentes para nuestra economía, nuestra forma de pensar y nuestro modo de vida como especie en este planeta, es a la vez fuente de desesperación… y de gran esperanza.

El hecho de que estos tiempos representen un desafío sin precedentes para nuestra economía, nuestra forma de pensar y nuestro modo de vida como especie en este planeta, es a la vez fuente de desesperación… y de gran esperanza.

No cabe duda de que vivimos en tiempos VICA, caracterizados por situaciones Volátiles, Inciertas, Complejas y Ambiguas. En nuestra experiencia diaria esto lleva fácilmente a experiencias RIPC, cuando sentimos que todo es demasiado Rápido, Impredecible, Paradójico y Caótico. Es muy fácil sentirse abrumado, atrapado y demasiado pequeño como para hacer frente a todo; especialmente cuando la información que tenemos a nuestro alcance es VICA. Esta puede ser la más grande y amplia prueba de nuestra capacidad (individual y colectiva) de estar a la altura del desafío de nuestros tiempos y responder con inteligencia evolutiva.

Transmutar este peligro que percibimos por una oportunidad que se haga realidad, requiere tomar una posición y elevar nuestras perspectivas. Cimentar nuestra visión en el espacio de posibilidades de afirmación de la vida y de creación de futuro (de lo que sabemos en el centro mismo de nuestro ser que está a nuestro alcance), la fruta cercana que Stuart Kauffman tan deliciosamente llama “el posible adyacente”, puede proporcionar una ruta de escape evolutiva para salir de la oscuridad.

Confiarnos exclusivamente en nuestra capacidad de razonamiento, análisis, deducción y agudeza mental, no será suficiente para enfrentar este desafío. Por cierto, un exceso de confianza en el intelecto, excluyendo nuestras facultades sensoriales, intuitivas y la prensión totalizante del mundo que nos rodea, puede en realidad impedir que efectivamente nos comprometamos con este desafío. Debemos ir más despacio y detenernos a escuchar el llamado de la vida, de dónde viene, y las imágenes y posibilidades que surgen en nosotros cuando les damos la oportunidad de mostrarse: aquí es donde la semilla de la posibilidad germina. Como todo lo recién nacido, todo lo recién asomado a la vida pero no expresado en su totalidad, estamos llamados a “solo un poco de paciencia y humildad. Un poco de silencio. Atención discreta pero genuina. Conciencia del recién llegado como persona. Seguridad”. Así es como Frederick Leboyer describe la actitud y la disposición a que invita lo sagrado que significa recibir una nueva vida. Y nos sirve ahora mientras buscamos una partera, mientras damos a luz y nacemos a una nueva era.

Esencialmente no hay un mapa de ruta hacia el futuro. Eso está muy claro ahora. Y sin embargo podemos conectarnos para prosperar en y con este, nuestro planeta viviente. Es nuestro hogar, y continuará sirviéndonos como tal si nos permitimos aprender a prosperar con la Tierra, no a expensas de la vida, sino como una expresión más completa del subyacente impulso de la vida. Como Janine Benyus lo expresa, la vida crea condiciones que conducen a la vida. Podemos hacer lo mismo nosotros también. En realidad, si existe un momento para tomar una posición basada en la afirmación de la vida y elevar nuestra visión hacia el potencial que tenemos para contribuir con esta idea de crear condiciones que conduzcan a la vida, es ahora.

Nuestra historia nos ha preparado para este momento: tenemos el poder de todos nuestros ancestros que nos respaldan, y de las futuras generaciones que nos llaman a elevar nuestra mirada.

¿Cómo podemos hacerlo? Juntos. De eso no tengo dudas. Somos más ingeniosos unidos que cualquiera de nosotros solos. Y la naturaleza y el campo de vida que se expresa y emerge de ella, es más inteligente aún. Nuestra historia nos ha preparado para este momento: tenemos el poder de todos nuestros ancestros que nos respaldan, y de las futuras generaciones que nos llaman a elevar nuestra mirada. Si podemos oír, sentir y ver con este poder, y si podemos encontrar el origen de la trama que nos conecta con el manantial de la vida, trascenderemos. Pero significará cambios de hábitos mentales y cambios en modelos de comportamiento. Dependerá de cada uno de nosotros asumir el papel de co-creadores evolucionarios. No podemos delegarlo a las próximas generaciones para que ellos lo hagan. No es algo de “para ustedes… allá afuera” sino para que cada uno de nosotros lo asuma. Ser el cambio, ser el sistema, los ecosistemas, aprender nuevas formas de prosperidad e inter-ser.

Por lo tanto, no nos dejemos arrastrar por la prisa demencial, el pánico, la histeria de tratar de resolver el enigma de nuestra co-existencia en este planeta o tratar de componer de inmediato nuestra aparente falta de equilibrio con la naturaleza. Sí, estos son temas serios y demandan nuestra atención, pero ahora es momento de practicar el arte de la oblicuidad. Es decir, en lugar de precipitarnos hacia las cosas directamente, debemos rodearlas, en un ángulo oblicuo. No tratar de mirarlas fijamente sino vislumbrarlas a todas con nuestra visión periférica y ver cómo se nos aproximan. Y recordar que somos naturaleza, y podemos darle sentido a todo lo que está pasando y llevarlo de la mejor manera posible. Escuchar, respirar, darnos tiempo y permitirnos danzar al pulso de la vida conectada a la vida. La manera que encontremos de llevarlo adelante, será la forma que nos encontrará a nosotros también.

Alexander Laszlo

“Cuando corro detrás de lo que creo que quiero, mis días son un infierno de estrés y ansiedad. Pero si permanezco en mi lugar, lleno de paciencia, lo que necesito fluye hacia mi, sin dolor. De esto deduzco que lo que yo quiero también me quiere a mí, buscándome y deseándome. He aquí un gran secreto para todo aquel que pueda entenderlo.”

―Rumi

(1)
Alusión al “gato de Schrödinger”, experimento teórico de la mecánica cuántica según el cual un gato puede estar vivo y muerto al mismo tiempo. Volver arriba


El Prof. Alexander Laszlo es Presidente del Consejo del Centro Bertalanffy para el Estudio de Ciencia de Sistemas (BCSSS), Director de Investigación en el Instituto Laszlo de Investigación Nuevo-Paradigma, y Colaborador Global del Global Education Futures (GEF). Es Director Fundador del Doctorado en Dirección de la Innovación Sistémica de la Escuela de Postgrado del ITBA, Argentina. Enseña liderazgo evolutivo, colaboración y pensamiento sistémico, y diseño de sistemas y ecosistemas sociales en una variedad de programas MBA y de Doctorado a nivel internacional.


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