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¿Por qué fallan las religiones?

David Steindl-Rast

“¿Por qué las religiones se apartan de cosas tan básicas como el respeto, la gratitud o el amor?”, preguntan al hermano David. Una respuesta esclarecedora y una invitación a comprometernos desde nuestro lugar.



-Pregunta: ¿Por qué tan a menudo las religiones fallan y se apartan de cosas tan básicas como el respeto, la gratitud o el amor? (Andy L., Londres)

-Respuesta: Es una excelente pregunta. ¿Qué hace que las religiones se corrompan? ¿Por qué tenemos que hacer un esfuerzo tan grande para poder descubrir lo esencial de cada religión? Incluso en el caso de que estemos absolutamente enamorados de una tradición religiosa en particular, aún así veremos en ella cosas terribles; no solo en el pasado, sino también en el presente. Por aquí y por allá.

Desde el momento en que existe una doctrina, ella se expresa de una u otra manera: en una frase, en una enseñanza, en un escrito. Desde el momento en que se expresa una experiencia religiosa, ella comienza a vivir en un libro, en una escritura o en una tradición oral. Está allí. Es algo objetivo. Luego, una primera generación interpreta esa experiencia religiosa.

Cuanto más fervientemente se vuelve al origen, tanto más la religión se parece a la experiencia original.

Tomemos por ejemplo la tradición cristiana interpretando la experiencia religiosa de Jesús. Él simplemente habló de su experiencia religiosa, y fue algo contagioso: la gente se agolpaba para escucharlo. Sus seguidores más cercanos interpretaron su experiencia; luego, la generación siguiente interpretó la interpretación de esa experiencia, y la generación siguiente interpretó la interpretación de la interpretación. Así, transcurridos más de dos mil años, tenemos capas y más capas de interpretaciones, lo cual hace muy difícil el poder llegar a la esencia del mensaje, a aquella experiencia primera que originó la tradición.

Suelo comparar este proceso con la erupción de un volcán. El cráter se abre, y de él surge la lava: luminosa, ardiente, viva. Algo similar ocurre con el surgir de una experiencia religiosa: en un primer momento es algo hermoso, sobrecogedor. Luego la lava comienza a descender por la ladera del volcán. Cuanto más desciende, más densa se vuelve, y al acumularse capa sobre capa, se va enfriando cada vez más. Al llegar a la base del volcán, ella no parece sino una gran masa rocosa, al punto de que uno no sospecharía que ella alguna vez fue lava ardiente brotando de las entrañas de la tierra. De manera similar, cuando uno analiza una religión que tiene años de existencia, uno se encuentra que las capas acumuladas de doctrina resultan gruesas e impenetrables.

Luego aparecen los grandes maestros, los grandes santos dentro de cada religión. ¿Qué hacen? Horadan esas gruesas capas hasta que surge la experiencia religiosa auténtica, la cual aparece en forma muy similar a la experiencia primera. Cuanto más fervientemente se vuelve al origen, tanto más la religión se parece a la experiencia original.

Francisco de Asís

Esto es lo que hizo San Francisco de Asís. La mayoría de las personas aman a San Francisco; incluso hay no cristianos que lo aman. Mil doscientos años después de Jesús, el cristianismo se había endurecido con gruesas capas; era una época muy triste en varios aspectos. San Francisco volvió a la experiencia original, al punto de parecerse mucho a Jesús (incluso llevó en su cuerpo los estigmas). Fue un hombre que hizo revivir al cristianismo.

De todos modos, obviamente no tenemos que esperar a que aparezca un San Francisco. Cada uno de nosotros está llamado a hacer lo mismo, ya que las religiones tienden de por sí a hacerse irreligiosas. Cada uno tiene la responsabilidad de hacer que su propia religión sea religiosa.

Hermano David Steindl-Rast


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