¿Hay una única verdad? ¿Se puede llegar a ella por distintos caminos? ¿Realmente se “llega” a la verdad? En este artículo, el hermano David nos nos ofrece una visión del concepto “verdad” que puede iluminar nuestros interrogantes.
Al explorar este tema, “Una verdad, muchos caminos”, nos va a ser útil aclarar de qué clase de verdad y de qué clase de caminos estamos hablando. Obviamente, cuando hablamos de la verdad desde el punto de vista de la religión, estamos hablando de lo que se denomina “verdad última”. Hay que hacer una distinción entre las muchas verdades con las que nos encontramos en nuestra vida diaria y aquello a lo que llamamos verdad última, ya que las verdades cotidianas son percepciones a las que uno tiene que adherirse. Cuando una persona nos explica algo, necesitamos de alguna manera “captar” lo que esa persona nos dice; y todo aquello que se capta o se posee, se posee en forma limitada.
La religión, por otra parte, busca la verdad última, y no tal o cual verdad particular. Es una paradoja, pero notemos que todo aquello que poseemos no lo poseemos en forma completa, ya que nuestra capacidad es limitada. Por lo tanto, cualquier verdad que “poseamos” nunca va a ser la verdad última y universal.
Por eso, nuestra actitud ante la verdad última debe ser completamente diferente: necesitamos dejar que la verdad nos posea a nosotros. Es en este sentido en que “la verdad nos hará libres”. Es imposible que algo a lo que estamos aferrados nos haga libres. Por el contrario, si nos entregamos por completo a la realidad última, entonces gozamos de una auténtica liberación. Las verdades que podemos poseer son muchas, pero la Verdad a la que nos entregamos es una.
Las verdades que podemos poseer son muchas, pero la Verdad a la que nos entregamos es una.
Las verdades que podemos poseer son muchas, pero la Verdad a la que nos entregamos es una.
Ahora debemos aclarar a qué clase de “caminos” nos referimos. El hablar de un camino y su meta puede prestarse a malentendidos, ya que podemos imaginarnos un largo camino hacia la verdad última, y una vez que llegamos a la meta, nuestro caminar termina. No ocurre así con la verdad última. En el caminar de la religión hacia la verdad última, la meta no se alcanza al final del camino, sino que cada paso es la meta. Si queremos usar una imagen para ilustrarlo, la imagen apropiada no es la de un viaje sino la de una danza. En todo viaje, el objetivo consiste en llegar a destino. El objetivo de una danza, por el contrario, se logra en cada paso. Cuando uno baila, uno no llega a ningún lado, ni se considera mejor bailarín al que ejecuta el baile más rápidamente. Uno simplemente baila, y en el hecho de bailar ya logró su objetivo, que es precisamente cada “paso” del baile.
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