Las experiencias de vida van modelando la construcción de la propia identidad. Sin embargo, puede pasar que nos detengamos en un modelo aún cuando las circunstancias pidan un cambio.

Detalle de “Hacedor de máscaras”, óleo de Carlos Orduna (2007).
Quizás alguna vez fue necesario ser dócil y complaciente; hay infancias que lo exigen como método de supervivencia. Quizás, para otros, fue inteligente esconder lo que sentían bajo una coraza de inmutabilidad. Acaso uno debió ser adulto antes de tiempo. O, por el contrario, tuvo que entregarse a una inocencia forzosa de ojos que no ven, corazón que no siente.
Todas estas opciones –estas formas de ser que nos habitan, estos arquetipos– han sido, sin duda, fieles compañeros de camino. Pero es probable que hoy, como ropas que ya quedan chicas o disfraces que no nos representan, limiten nuestros movimientos y constriñan nuestra energía. En algún momento, la inmutabilidad que nos ayudó a llegar enteros a la madurez se erigió en una armadura que nos roba la alegría. La docilidad que nos aseguró el amor materno nos volvió débiles, incapaces de expresar nuestros deseos y resguardar nuestro espacio. La adultez prematura dejó goces vitales por el camino. La inocencia forzosa nos impidió echar sólidas raíces. Cuando esto ocurre, es tiempo de rever esos mitos fundantes y descubrir cuánto de nosotros encarnan verdaderamente.
A no engañarse: no es tarea fácil. Por su propia naturaleza, un arquetipo se lleva como una segunda piel, sin la distancia necesaria para reconocerlo como tal. Pero siempre hay pistas. A veces son los otros los que nos señalan que un comportamiento se ha vuelto obsesivo o anquilosado, que no sirve a nuestros mejores intereses, o, incluso, que no parece genuino sino heredado de alguna situación antigua, o aceptado como mandato.
La vida es una larga historia que contamos a los demás y a nosotros mismos. Si perdemos el miedo de reescribirla todas las veces que sea necesario, lograremos hacer, de cada momento, la expresión más honda y más genuina de quienes somos. Y esto se parece bastante a la libertad.
La vida es una larga historia que contamos a los demás y a nosotros mismos. Si perdemos el miedo de reescribirla todas las veces que sea necesario, lograremos hacer, de cada momento, la expresión más honda y más genuina de quienes somos. Y esto se parece bastante a la libertad.
Tomemos como ejemplo un arquetipo muy frecuente entre las mujeres (aunque de ningún modo exclusivo de ellas): el de la ayudadora compulsiva, representado en el Eneagrama (antiguo sistema de clasificación de personalidades) por el eneatipo 2. Estas personas van por la vida adoptando (muchas veces, en sus vínculos amorosos) “almas necesitadas”, que son expertas en detectar, y establecen así un vínculo de mutua satisfacción: ellas hacen por ellos (o por otras “ellas”); ellos dejan hacer. (Los segundos, seguramente, estarán encarnando a su vez un arquetipo que les es familiar: el que los representa como dependientes e incapaces de ocuparse de sus propias vidas). Como todo mito fundante, la cualidad esencial que encarna el rol del ayudador es real, legítima y valiosa: dar cuidado, servicio, ternura y amor. Pero también es prerrogativa de los arquetipos “tomar” a la persona al punto de convertirla en una caricatura de sí misma. Entonces se pierde toda noción de intercambio, y la “ayudadora” pasa a ser una dadora universal en todo ámbito y circunstancia, a expensas de sus necesidades, autonomía y a veces de su propia salud.
Reflexiones:-
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Silvana Converso dice:
15 enero, 2016a las13:47a mi también me parece interesante , porque me resulta real , a todos nos sucede . . . ( es como llevar una marca ) parececido a lo que F Nitzche , decía . algo así como que la vida está de alguna manera para poder alivianarse de lo recibido como mandato o como “arquetipo ” en la infancia .. Gracias ! más información sobre el Taller , ? en general ? Silvana . .
admin dice:
15 enero, 2016a las20:24Gracias por tu aporte Silvana! En cuanto a la información sobre el taller, la ofreceremos a la brevedad. Cordialmente,
El equipo de Vivir Agradecidos
Orlando Alfonso dice:
12 enero, 2016a las00:20Me gustó el mensaje, salvo el error sobre el concepto de Eneagrama.
El Eneagrama no es un sistema para clasificar personalidades.
El Eneagrama MAL UTILIZADO puede desviarse hacia la clasificación de personalidades.
El Eneagrama BIEN UTILIZADO es un sistema de auto-conocimiento objetivo que permite alimentar el observador o testigo interno personal para saber cómo funcionamos y nos aporta la dinámica necesaria que permite establecer o re-establecer una mejor armonía para nuestra vida. Acto seguido también permite conocer objetivamente cómo funcionan las demás personas, a fin de entenderlas, comprenderlas y de esta manera lograr vínculos más sanos.
Orlando Alfonso – Formador de Eneagrama
admin dice:
12 enero, 2016a las11:41¡Muchas gracias Orlando por tu aporte! En un futuro artículo podemos abordar el tema del Eneagrama; probablemente hayan más lectores interesados en saber más de él. Cordialmente,
El equipo de Vivir Agradecidos
Fabiana Fondevila dice:
16 enero, 2016a las23:28Hola Orlando,
Gracias por tu mensaje. No fue mi intención minimizar el espectro de acción del Eneagrama. Las definiciones rápidas a veces distorsionan, gracias por tu aporte.
Un cálido saludo,
Fabiana
Rosa dice:
12 enero, 2016a las00:06Me encantò Fabiana la claridad de tu artìculo que por eso no deja de ser profundo. Me tocò lo màs ìntimo, el ser la ayudadora, que beneficio secundario he obtenido. Ya he tenido el gusto de escuchar una charla con Virginai Gawel sobre el viaje del hèroe. Y tambièn he leìdo algunos artìculos de tu pàgina “La usina mìstica”, muy interesante lo que escribìs. SALUDOS. Y seguì deleitàndonos y abriendo la cabeza con tus artìculos.
Fabiana Fondevila dice:
16 enero, 2016a las23:29Hola Rosa,
Muchas gracias por tu mensaje, me alegro mucho que el artículo te haya resonado. Seguiremos en contacto!
Un cariño,
Fabiana
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