Somos conscientes de la finitud de nuestra vida humana, y sin embargo, nuestro corazón anhela el infinito. ¿Cómo resolver esta paradoja? Vivir el momento presente es tender un puente sobre esta aparente contradicción… Es integrar la realidad de la muerte en nuestras vidas, para así llegar a estar más plenamente vivos.
Entrevista de Megan Biesele al hermano David Steindl-Rast, grabada durante la Conferencia Internacional para Alternativas sobre Vietnam, brindada en Ann Arbor, Michigan, en setiembre de 1965. Las preguntas de la entrevista están basadas en una conferencia previa del hermano David, en la que había profundizado sobre la realidad de la muerte: “La muerte es al mismo tiempo pasividad última como una tarea a cumplir momento a momento a lo largo de nuestra vida… A cada momento debemos responder a la inexorable pregunta planteada por el movimiento de todo nuestro ser hacia su negación absoluta… Esta pregunta de la muerte se transforma así en el desafío de vivir”.
Biesele: Thomas Mann , en “La Montaña Mágica” expresa la idea de la vergüenza que está conectada con nuestro deterioro y con la muerte. Me pregunto si sería ventajoso para la sociedad, mental y espiritualmente, si pudiéramos superar esta vergüenza.
Hermano David: No exactamente. Yo creo que deberíamos sobreponernos a la ansiedad provocada a menudo por la muerte, y que la podemos superar precisamente enfrentándonos a la paradoja que la muerte representa. La vergüenza que nos causa el deterioro y la muerte es una parte esencial de esa paradoja, y silenciarla no nos ayudaría a superarla. No creo en la actitud estoica de tomar a la muerte por sentado. La obra de Edna St. Vincent Millay, “Canción sin música”, expresa lo que para mí es una actitud más humana:
“ …lo sé. Pero no lo apruebo.
Y no estoy resignada”.
Conozco personas, y personas a las que le tengo un gran respeto, que dicen que la vida y la muerte son meramente dos lados de una misma cosa, aspectos complementarios como la luz y la oscuridad, la vigilia y el sueño. Los respeto, pero no estoy de acuerdo con ellos. Su perspectiva tiene un cierto atractivo, pero es engañosa.
Biesele: Parece que quienes así se expresan no han considerado muy profundamente el tema, y pueden estar hablando livianamente.
Hermano David: No; las personas a las que me refiero no están hablando livianamente. Pero más allá de lo subjetivamente sinceros que sean, están cerrando los ojos a ciertos hechos objetivos. El hecho, por ejemplo, de que nuestra vida humana en su única forma conocida está destinada a la destrucción; y por otro lado el hecho de que “toda alegría pide eternidad,” como expresa Nietzsche. El amor pide eternidad. Todos los amantes profesan espontáneamente un amor eterno. Cualquier poema de amor es prueba de ello.
Biesele: Se ha dicho que el Cristianismo es la única religión que le da un significado positivo a la muerte. ¿Qué opina usted sobre la idea de que la aceptación de la muerte nos libera de la preocupación por la muerte?
Hermano David: La preocupación correcta por la muerte es simplemente una etapa inicial en el camino hacia una mayor apreciación de la vida. No debemos dejar de insistir en que lo que le interesa principalmente al Cristianismo no es la muerte sino la vida.
Biesele: En su conferencia usted conectó figurativamente la experiencia de la muerte con la imagen del fuego, citando el poema de William Empson “Datos perdidos”:
No tener fuego es ser una piel que chilla.
El fuego completo es la muerte.
De los fuegos parciales,
los restos quedan, los restos quedan y matan.
Si lo comprendo correctamente, creo que el poema expresa la idea de que cuando no nos entregamos de lleno a la vida, algo que retenemos dentro nuestro es dejado de lado y desperdiciado. Y cada vez que no estamos completamente vivos, un poco más de este “residuo”, como lo llama Empson, se va acumulando hasta que finalmente nos supera. ¿Cómo se relaciona esto con el concepto central de su conferencia?
Hermano David: Es una imagen magnífica de la paradoja a la que un monje trata de responder. Usted notó cómo la paradoja se da incluso en el uso de las imágenes poéticas. Por un lado, el fuego representa la vida, y aquello que nos resistimos a entregar a la espléndida combustión de la vida se transforma en una venenosa “montaña de escoria”: “los residuos permanecen y matan.” Pero, por otro lado, “el fuego completo es la muerte”. Este “fuego completo” que nos amenaza desde afuera, nos da al mismo tiempo la última oportunidad para entregarnos de todo corazón al fuego, para que consuma todos nuestros residuos venenosos y nos haga plenamente vivos. Aquí yace el desafío de la muerte que el monje trata de enfrentar de una manera especial.
Biesele: ¿Podría explicar lo que significa esta “manera especial”?
La eternidad no es sino el Ahora que nunca acaba. Si yo me entregara totalmente al presente, sin negarle nada a ese fuego transformador que encuentro en el sacramento del momento presente, esto sería el Ahora; esto sería a la eternidad.
La eternidad no es sino el Ahora que nunca acaba. Si yo me entregara totalmente al presente, sin negarle nada a ese fuego transformador que encuentro en el sacramento del momento presente, esto sería el Ahora; esto sería a la eternidad.
Hermano David: Para volvernos totalmente humanos tenemos que exponernos al encuentro con el “fuego”, con ese Misterio en el que la muerte y la vida coinciden. Hay dos experiencias que pueden abrir la prisión en la que tendemos a encerrarnos para acallar ese fuego. Una es la experiencia del amor; la otra es la experiencia de la muerte. Ambas destruyen la ilusión de nuestra autosuficiencia. Ambas están estrechamente conectadas, y para ser plenamente humanos debemos experimentarlas a ambas. Pero el énfasis va a variar. Para el monje, el encuentro con la muerte se ubica en primer plano; la muerte es la experiencia que lo prepara para el fuego. Para el monje cristiano, este fuego es el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, y su “manera especial” de vivirlo es una vida orientada, en cada detalle, a reproducir el paso de Cristo de la muerte a la vida. Para los monjes budistas, la iluminación (Satori), a la que su vida entera está orientada, es a menudo comparada con la muerte. Fue muy interesante para mí compartir algunos de estos pensamientos con otros monjes aquí en la conferencia esta semana. Conversando por ejemplo con el Reverendo Eido Tai Shimano, monje budista zen, quedé sorprendido de cómo coincidimos sobre la importancia de la muerte para la visión que un monje tiene de la vida.
Reflexiones:-
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Clara dice:
16 abril, 2015a las19:48Definitivamente, todos los pensamientos, las ideas de el hermano David siempre me dejan con este sentimiento de esperanza; inclusive en temas tan dificiles como la muerte. Muy agradecida con Dios y con la vida por haber puesto en mi camino al Hermano David. Lo quiero mucho Hermano David!!
ESPERANZA dice:
8 abril, 2015a las16:23GRACIAS POR ALGO TAN BELLO
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