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Entregarse como agradecimiento

Jose Chamorro

El otoño estacional remite a un otoño del alma, interior. Las hojas que caen de los árboles nos invitan a devolverle a la vida, como agradecimiento, aquellas hojas que visten nuestra propia existencia.


El otoño alfombra una vez, pero siempre nueva, la tierra acalorada de un verano seco. Como el paño de agua fría que procura menguar la fiebre, así las hojas calman con su último aliento de vida la aridez del suelo que las acoge. Más allá de la desnudez que comienza a silenciar la vida de los árboles se haya un descanso merecido. Pero siempre el reposo va precedido de un abandono, de una entrega, razón por la cual la vida que no se ofrece carece de todo sentido.

Nuestras mentiras, miedos, inseguridades, rigideces… son hojas que cada uno puede ir abandonando, que merecen ser soltadas del árbol vital de nuestra existencia.

El otoño estacional remite a un otoño del alma, interior. El sonido del viento meciendo las ramas se antoja un rumor que invita al sosiego. Cada atardecer se propone como una despedida anunciada que lejos de entristecer es como el anticipo de un reencuentro. Son nuestras mentiras, miedos, inseguridades, rigideces… hojas que cada uno puede ir abandonando, que merecen ser soltadas del árbol vital de nuestra existencia. Al final, las hojas que van cayendo lentamente, silenciosas, con disimulo, no son más que reflejos que descubren las grietas de nuestra propia máscara. La entrega de cada una de ellas nos abre a la posibilidad de un agradecimiento que se descubre como tributo a la Vida por el sencillo don de la existencia.

Es la desnudez, la vulnerabilidad, la que deja la vida callada de los árboles a la intemperie. Y es esta misma desnudez la que viste de autenticidad al ser humano, la que baña nuestros gestos de agradecimiento. Pensar que somos lo que creemos ser no es sino una ilusión que ha agangrenado nuestra mente, pues detrás de nuestra máscara, cincelada para poder vivir nuestra infancia, se haya nuestra identidad más genuina que podemos ir habitando. Soltar nuestro orgullo, la vanidad o la envidia nos abre una puerta hacia nosotros mismos.

En última instancia, de lo que se trata es de descubrir qué hojas cumplieron su función, de ser capaz de agradecer su existencia y de poder dejarlas volar al viento que es la Vida en cada momento. Entregarlas al sustrato de nuestra memoria posibilita nutrirnos de nuevos sueños que conectarán con el anhelo de fondo que vive en lo más íntimo de nosotros mismos.

Jose Chamorro


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