Compartimos la segunda parte del artículo “¿Qué es más importante, la ética o la religión?”, en que el hermano David se hace eco del llamado del Dalai Lama a abrazar una ética universal.

Cúpula de la Capilla de la Plaza de Acción de Gracias, en Dallas, Texas. Obra de Gabriel Loire.
En 2015, el Dalai Lama publicó un libro con un título provocativo: “La ética es más importante que la religión”. En su obra, el Dalai Lama propone una ética universal como garante de paz. La paz mundial, sostiene, no se logrará gracias a los esfuerzos de una u otra religión en particular, sino gracias a una ética que abrace a todos los seres humanos por encima de sus diferencias culturales y religiosas.
En este artículo, el hermano David Steindl-Rast busca arrojar luz sobre la controversia que la afirmación del Dalai Lama provoca, y responde a preguntas como “¿es, entonces, necesaria la religión?” Ofrecemos aquí la segunda parte del artículo, en la que el hermano David continúa distinguiendo términos para llegar a una mejor comprensión del tema.
Para leer la primera parte del artículo, haz click aquí.
6. Religiosidad / Ética
Un aspecto central de nuestra religiosidad innata es la ética. “No nacemos como miembros de una religión en particular”, dice el Dalai Lama, “pero la ética es algo innato en nosotros”. ¿Por qué es algo innato? Porque la ética es parte inseparable de nuestra conciencia del Misterio, una conciencia que nos es innata y que incluso nos caracteriza como seres humanos, como ya dijimos. La ética brota de nuestro encuentro con el Misterio; es decir, brota de nuestra religiosidad. La responsabilidad ética es la respuesta afirmativa a lo que el Misterio pide de nosotros: nuestro “sí” a la vida.
Por ética entendemos el conjunto de principios y orientaciones que subyacen a una actitud y una acción responsables. En esta definición, la palabra “responsable” merece especial atención. Ella implica una doble raíz en la ética: conciencia y respuesta. Conciencia de un llamado que se nos hace, y nuestra respuesta a ese llamado.
La responsabilidad ética es la respuesta afirmativa a lo que el Misterio pide de nosotros: nuestro “sí” a la vida.
La conciencia de nuestra responsabilidad nace del encuentro con el misterio de la vida, ya que nuestra vida es el lugar donde nos encontramos con el Gran Misterio. Ya he subrayado que lo que he dicho acerca del Misterio puede decirse también de la vida: no podemos comprender la vida analizándola intelectualmente, pero podemos entenderla involucrándonos en ella, es decir, viviendo plena y conscientemente. En cuanto lo hacemos, notamos que la vida exige ciertas cosas y nos pide una respuesta. Nuestra respuesta positiva a las exigencias de la vida constituye el comportamiento ético. Así, el comportamiento ético brota de nuestra conciencia de responsabilidad. Tal comportamiento representa (en contraste con el comportamiento irresponsable) la respuesta afirmativa al llamado de la vida y del Misterio: es nuestro “¡sí!” a la vida.
Podemos llegar a ser conscientes de que la vida tiene una dirección: ella busca, por ejemplo, la diversidad, el bienestar de todos sus miembros, y el libre desenvolvimiento de todos ellos en mutua interacción. Podemos confiar en este flujo de la vida, ajustarnos a él y dejar que nos conduzca. Tal es nuestro “sí”, la expresión de nuestra confianza en la vida. Pero también podemos decir “no” y resistirnos al flujo de la vida, manifestado en una mal manejada ansiedad, en avaricia o impaciencia. A este “no” a la vida lo llamamos miedo. Del “sí” brota el comportamiento ético; del “no” brota el comportamiento deshonesto.
7. Ansiedad / Miedo
Las palabras que acabo de usar (ansiedad y miedo) representan otro par de términos que debemos distinguir cuidadosamente. La ansiedad es algo inevitable en la vida; el miedo es opcional. No podemos evitar el sentir ansiedad cuando nos acercamos a un punto estrecho del camino. Sin embargo, a pesar de nuestra angustia, podemos continuar caminando confiadamente y sin temor. El temor es una lucha interna que experimentamos cuando nos sentimos en aprietos; pero si nos resistimos, quedamos atascados. Si, por el contrario, continuamos confiadamente nuestro camino a pesar de la ansiedad que sentimos, cada paso por un cuello de botella puede significar un nuevo nacimiento.
Cuando llegamos a este mundo, tuvimos que pasar por la estrechez del canal de parto para nacer. Este proceso debe repetirse de diversas formas a lo largo de la vida. Si miramos atrás, veremos que con frecuencia los pasajes más difíciles de nuestra vida dieron lugar a un nuevo nacimiento. Por el contrario, si miramos hacia adelante, tales situaciones nos parecen paredes impenetrables. Necesitamos confiar en la vida, que es exactamente lo opuesto al miedo. Cada nueva situación angustiante que se nos presenta es una oportunidad para practicar la confianza, hasta que una valentía intrépida poco a poco se convierta en nuestra forma de vida.
Vivir éticamente requiere de mucha valentía. Quienes quieran comportarse responsablemente en una sociedad corrupta deberán superar, uno tras otro, muchos cuellos de botella.
8. “Secular” como mundano / “Secular” como mundial
Cuando el Dalai Lama habla de una “ética secular”, no usa la palabra secular en el sentido de “mundano” (como opuesto a religioso), sino en el sentido de “mundial”, algo que nos une y nos conecta a todos (como opuesto a local o restringido).
Por lo tanto, la ética secular (en contraste con la ética propia de una u otra religión determinada) es la ética innata propia de todos los seres humanos, un aspecto de la religiosidad común a todos los hombres. En consecuencia, el Dalai Lama nos desafía a todos a tomar como fundamento de nuestro pensar y de nuestro obrar la base común que subyace a la expresión “nosotros los humanos”. Dice así: “Ya sea que pertenezcamos a una religión en particular o a ninguna, todos tenemos una base ética fundamental”. Esta “base ética” es nuestra religiosidad, que es a su vez la fuente primera de todas las religiones. Desde esta fuente fluye la ética hacia las distintas religiones (incluso cuando las diferencias culturales frecuentemente las convierten en estrechas y localistas).
Para marcar el contraste con tales distorsiones “religiosas” de la ética dentro de una religión determinada, la palabra “mundano” podría quizás tener un significado positivo. Pero esto puede admitirse únicamente con serias reservas, ya que aquello que una mentalidad “secular” (en el sentido de irreligiosa) llama “ético”, suele ir en contra de las máximas de la religiosidad humana común, que es el fundamento mismo de la ética mundial.
“Debemos valorar y cultivar este fundamento ético común”. Con estas palabras, el Dalai Lama pide que, sin importar la religión a la que pertenezcamos, nos unamos en nuestra religiosidad común y tomemos de esta fuente aquella ética común que se hace indispensable para nuestra supervivencia. Hoy como siempre, el agua viva de la ética capaz de unir al mundo está brotando en el corazón de cada ser humano, susurrando: “No hagas a los demás lo que no quieres que los demás te hagan a ti”. ¿Acaso no sirve esto como guía ética universal?

El hermano David Steindl-Rast junto al Dalai Lama, Boston, 2012.
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